martes, 31 de mayo de 2016

SIGNOS Y SIMBOLOS DEL ARTE CRISTIANO - SAUCE


Este árbol continúa floreciendo aunque se corten muchas de sus ramas; por ello simboliza el Evangelio de Cristo. intacto aunque se lo distribuya entre todos los pueblos del mundo.
GEORGE FERGUSON

















SIGNOS Y SIMBOLOS DEL ARTE CRISTIANO - TRÉBOL


El trébol con sus tre hojas, es obvio simbolo de la Trinidad. Según la leyenda, San Patricio lo mostró como ejemplo de la Trinidad cuando Evangelizó a Irlanda, y por ésto el trébol es emblema de ese país. Recibe también el nombre de trifolio.
GEROGE FERGUSON















SIGNOS Y SIMBOLOS DEL ARTE CRISTIANO - ROSA


Tradicionalmente, entre los antiguos romanos la rosa simboliza la victoria, el orgullo y el amor triunfante. Era la flor de venus, la diosa de la amor. En el simbolismo cristiano la rosa roja representa el martirio, y la rosa blanca, la pureza. Esta interpretación no ha variado desde los primeros años de la cristiandad. San Ambrosio refiere como adquirió la rosas sus espinas. Antes de crecer en la tierra, la rosa crecía en el paraíso, sin espinas. Solo después de la caída del hombrelas tuvo, para recordale los pecados que había cometido y la perdida de la gracia; pero su fragancia y su belleza evocaron siempre el esplendor paradisíaco. Probablemente en relación con esta leyenda se llama a la Virgen María "Rosa sin espinas", según la tradición estaba excenta de las consecuencias del pecado original. Las guirnaldas de rosas usadas por los angeles, los santos o las almas humanas que han entrado en la gloria expresan la alegría del cielo. De acuerdo con una vieja costumbre que remonta al tiempo del papa Gregorio I, indica una bendición papal especial la rosa dorada que el papa envía a personas distinguidas. Un delantal lleno de rosas es atributo a Santa Isabel de Humgría; un cesto de rosas y manzanas, de Santa Dorotea de Capadocia.
GEORGE FERGUSON
















MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - Día tres


MES DE JUNIO
DEDICADO
AL SAGRADO CORAZÓN
DÍA TRES





ACTO DE CONTRICIÓN


¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros!
Aquí nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA 3
EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE OBEDIENCIA


I
EL Sagrado Corazón de Jesús es modelo de la más perfecta obediencia. Para dar el mayor y más fino ejemplo de ella, baja el Verbo a este valle de lágrimas, y toda su vida mortal puede compendiarse en esta sola palabra: obedecer. Es Rey de los cielos, y obedece. Es Dueño de todo lo creado, y obedece. Es árbitro poderoso de cuanto existe, y no obstante obedece.
¿Y, a quién obedece? Además de la obediencia de continuo prestada al Padre celestial, los demás a quienes obedeció fueron siempre criaturas suyas, y por tanto infinitamente inferiores a Él. Le mandaba María, le mandaba José, le mandaba el juez impío, le mandaban los verdugos. Y a todos obedecía. Hoy mismo, en este augusto Sacramento obedece a la voz de sus ministros, a quienes ha dado en cierto modo la facultad de mandarle colocarse en nuestros altares.
¡Oh confusión de mi orgullosa independencia! El gusano vil no gusta sino mandar y hacer su propia voluntad, cuando Dios mismo le da el ejemplo de tan rendida obediencia! Avergüénzate aquí, corazón mío, y aprende del Sagrado Corazón tan excelente virtud.
Medítese unos minutos.
II
¡Oh Señor! Si toda tu vida fue obedecer, la mía, infeliz y desdichada, fue siempre continua desobediencia. Soy un miserable esclavo que nunca ha sabido más que rebelarse contra tu suavísima voluntad. Mi rey ha sido mi gusto, mi regla los vanos antojos de mi veleidoso corazón. Obedecías Vos, y yo insolente pretendía elevarme con el mando. Te hacíais Vos esclavo, y yo quise darme en todo, aires de señor.
En mi corazón he levantado tronos y altares; pero no han sido para Vos, sino para dar culto en ellos a mis ambiciosas pretensiones, a mi insensata arrogancia. ¿Qué freno hubo que me contuviese? ¿Qué valla me pusiste que yo no saltase? ¿Qué precepto me dictaste que yo no rompiese?
¡Oh siervo rebelde, digno del más infame castigo! ¡Oh mal esclavo, merecedor de la cárcel perpetua! ¡Oh hijo porfiado, indigno de la herencia de tan buen padre! Pero, perdóname, Jesús mío; perdona al extraviado, que sumiso ya y lloroso vuelve a Dios. Manda, Señor, que a mí me toca obedecer. Prometo desde hoy a tu ley, a tus inspiraciones, a tus ministros, a mis superiores, formal, perpetua y decidida obediencia.
Medítese, y pídase la gracia particular.




ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a tus pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.














MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - Día dos

MES DE JUNIO
DEDICADO
AL SAGRADO CORAZÓN

DÍA DOS

ACTO DE CONTRICIÓN


¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros!
Aquí nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA 2
EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE HUMILDAD


I
Mira, alma mía, la profundísima humildad del Corazón de Jesús. Siendo Jesucristo Dios, y como tal potentísimo y excelso, no le bastó hacerse Niño en las entrañas de una mujer, y nacer luego en una cueva de animales, y trabajar más tarde en un taller, y morir, finalmente, como reo miserable en una cruz. Aún después de su existencia mortal vive glorioso en el cielo, es verdad, “pero en la tierra vive humillado y abatido”.
Contémplale en este Sacramento. Ha escogido para vivir entre nosotros las apariencias más modestas. Se deja encerrar como prisionero en el fondo de nuestros pobres tabernáculos, en nuestras iglesias mil veces desiertas y abandonadas. ¡Ah mi buen Jesús! Cómo eres Tú el mismo hoy que cuando naciste en Belén, trabajaste en Nazareth, recorrias a pie los campos y aldeas de Judea, y morías entre injurias y desprecios en el Calvario! No has cambiado tu condición llana y sencilla; no has dejado tus humildes maneras, a fin de que se acerquen a Ti sin temor los pobres y pequeños, y aprendan en Ti sencillez y humildad los vanos y orgullosos.
¡Oh! ¡humildísimo Jesús! ¡Enséñame a mí, altivo y presuntuoso que soy, esta santa virtud de la humildad!
Medítese unos minutos.
II
Me avergüenzo y me espanto ¡oh Jesús mío! cuando doy una mirada a mi pobre corazón. Es todo al revés del vuestro, tan sencillo y tan humilde. Está lleno de vanidad, presunción, necio orgullo, insaciable amor propio. Busca siempre el aplauso y la alabanza, sobresalir y brillar, obscurecer a los demás, hacerse superior a todos.
No son éstas las lecciones de tu humildísimo Corazón. Tú me quieres humilde para con Dios, para con mis prójimos y para conmigo mismo.
Para con Dios, reconociéndome siervo y discípulo suyo, acatando sin murmurar todas sus disposiciones, sujetándome sin réplica a su dulce Providencia, agradeciendo como cosa suya todo lo que de bueno haya en mí.
Para con mis prójimos, portándome como si fuese el menor de todos ellos, sufriéndolos con caridad, tratándolos con dulzura, perdonando sus injurias, huyendo sus aplausos y alabanzas.
Para conmigo mismo, teniéndome por lo que soy, criatura miserable, indigna del polvo que piso, del cielo que contemplo y del aire que respiro, reconociéndome infeliz pecador que sólo por la divina compasión no ardo ya en los infiernos.
¡Corazón de Jesús humilde! Dame ese espíritu de perfecta humildad, para que consiga sentarme un día en el trono que reseras a tu lado a los humildes como Tú.
Medítese, y pídase la gracia particular.


ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a tus pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.










MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

MEDITACIONES CON TEXTO Y AUDIO, EN LA VOZ DE FABIAN VAZQUEZ







MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - Día uno

MES DE JUNIO
DEDICADO
AL SAGRADO CORAZÓN

DÍA UNO



ACTO DE CONTRICIÓN


¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros!
Aquí nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA UNO
EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE AMOR
I
¿QUÉ motivos han inducido al Señor a darnos su Sagrado Corazón? Sólo motivos de amor. Porque nos amó se hizo hombre, porque nos amó sufrió Pasión y muerte, porque nos amó quiso quedarse en la Eucaristía, porque nos amó se dignó manifestarnos en estos últimos tiempos las riquezas de su adorable Corazón.
¿Y a quién amó? A criaturas ingratas y culpables, indignas de ocupar uno solo de sus pensamientos. Nos vio como éramos, pobres, infelices, llenos de corrupción y de pecados. Por nuestra suma miseria nos amó. ¡Oh amor tiernísimo del Corazón de Jesús!
¿Y cómo nos amó? No como aman los hombres, ni como aman los Ángeles, ni como ama la misma Virgen María. Nos amó como sólo puede amar Él; con amor eterno, infinito, divino, amor del Corazón de un Dios.
¡Oh Pobre corazón mío! ¡Qué nobleza la tuya! Has sido amado a pesar de tu miseria por el Corazón de todo un Dios! ¿Conoces ¡oh hombre! hasta qué punto te ha engrandecido Dios, haciéndote objeto de su amor?
Medítese unos minutos.
II
¿Y qué pide el Corazón de Jesús a cambio de este amor? No pide nuestra vida, nuestra salud ni nuestras riquezas. Pide sólo el amor de nuestro corazón. Pide sólo ser amado, no como merece El, sino como podemos amar nosotros con nuestro pobre corazón. Con una gotita del nuestro se contenta Él, a cambio del océano que nos da del suyo.
¡Tengo sed!, clama desde este sagrario, como desde la cruz. Tengo sed de vuestro amor. ¡Ah! ¡hermanos! ¡no nos hagamos los sordos a este grito amoroso del Corazón de Jesús! ¡Amemos al Sagrado Corazón!
¿Y cómo se le ama? Se le ama guardando su ley, procurando seguir sus inspiraciones; buscándole amigos que le quieran; ganándoles almas que un día sean con El dichosas; evitándole injurias y menosprecios; desagraviándole por ellos. Así se aman los hombres unos a otros. Así debemos amar a Jesús.
¿Qué haces tú por aquel padre, por aquella esposa, por aquel hermano, por aquel amigo a quien amas tanto? ¿Cómo les hablas? ¿Cómo les sirves? ¿Cómo les contentas? pues bien; haz lo mismo con el Corazón de tu buen Jesús, y estará satisfecho de ti.
¡Ay de ti si no le amas por lo menos de esta manera! ¡Infeliz! Deberás aborrecerlo por toda la eternidad.
Medítese y pídase la gracia particular.


ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a tus pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.














lunes, 30 de mayo de 2016

Víspera de la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús

Hora Santa
En la Víspera de la Fiesta del Sagrado Corazón

Del Manual de la Guardia de Honor (Año 1904)



Preparación.


¡Oh amantísimo Jesús, inmolado por nosotros! ¡Oh amado Salvador nuestro! permitid que me arrodille a vuestro lado, en el huerto de las Olivas, y que pase íntimamente unido a vuestro Corazón agonizante, la Hora Santa que habéis pedido a vuestra fidelísima y víctima, la Bienaventurada Margarita María.
¡Concededme, oh adorable Salvador, una íntima participación de vuestros incomprensibles dolores, y de los sentimientos de compasión que llenaron el alma de vuestra Santísima Madre en aquella noche de mortales angustias! Os ofrezco, para suplir mi insuficiencia, los afectos de esta Madre amantísima, los de la B. Margarita María, y los de todas las almas que mas os han consolado en este Misterio de dolor y de amor; y también los de vuestros fieles Guardias de Honor que, en esta misma hora, se asocian al amarguísimo desamparo de vuestra santísima Alma en el huerto de Getsemaní.
Oh Jesús, misericordia y dulzura mía, oh suavísimo y afligidísimo Maestro, toleradme en vuestra presencia... escuchadme... bendecidme y sumergidme en el océano de amargura que va a invadir y llenar vuestro dulcísimo Corazón. Amén.
Primer cuarto de Hora.
Mi alma esta triste hasta la muerte.
Consideremos a Jesús, el gran penitente de amor, al Cordero inmaculado presentándose delante de su Padre, cargado con todas las iniquidades del mundo, “Se hizo pecador por nosotros, dice San Pablo.” Se hizo nuestro fiador, y ha de pagar hasta el último cuadrante de nuestra deuda.
Todas las abominaciones, impurezas, traiciones, atentados, maldades, sacrilegios... todos los crímenes, para decirlo en una palabra, que han manchado y mancharán a la humanidad entera; Él, la Santidad infinita, se ha revestido de ellos como de una lepra asquerosa.
¡Cubierto con este manto de ignominia, se arrodilla para confesar, en el tribunal de la Justicia divina, todos los pecados de los hombres!
Confiteor Deo omnipotenti...
Y no solamente los confiesa uno a uno, sino que le producen vergüenza inexplicable y contrición infinita: e implora desde el fondo del abismo de humillación y de dolor en que está sumergido, el más humilde perdón de ellos...
De profundis clamavi ad te Domine…
¡Ah! el pecado, ese lodo inmundo, ese mal abominable con que el nobilísimo Hijo de Dios se siente como impregnado hasta lo más intimo de su sustancia, le llena de tan grande angustia, que, cayendo postrado sobre su rostro, exclama: iTristis est anima mea usque ad mortem! ¡Mi alma esta triste hasta la muerte!
Dulcísimo Cordero que quitáis los pecados del mundo, preservadnos para siempre de este único y supremo mal. Por el mortal desamparo a que nuestras iniquidades Os redujeron en Gersemaní, hacednos concebir un vivo dolor de nuestros pecados y la enérgica resolución de no ofenderos en adelante. Perdón, Señor, para nosotros, perdón para los pobres pecadores nuestros hermanos!
Acto de contrición. — Parce Dómine.
Segundo cuarto de hora.
Padre, si es posible, pase de mí este cáliz.
No solamente Jesús se ha revestido de nuestras iniquidades y las ha confesado a la Majestad sino que las ha expiado en su Corazón, en el Huerto, en su carne santísima, sobre la Cruz.
Consideremos, lo primero, que sobre el Corazón Santísimo de su muy amado Hijo va a descargar el Eterno Padre su enojo, y ejercer todo el rigor de su justicia. Consideremos a Jesús, dulce Cordero, mansedumbre infinita, entregado al terror de la vista de su Padre irritado. ¡El temor... el tedio... la tristeza se apoderan de su alma santisima! Comienza temer “pavere”, a la vista de los tormentos que le esperan... a sentir un tedio mortal... “taedere”, causado por la ingratitud de los hombres y por la inutilidad de su Pasión para tantos... y a afligirse... “maestus ese”, con amarga tristeza mirando nuestros innumerables pecados, los cuales ha tornado sobre sí, abrevado de amargura.


Y el alma santísima del Salvador, llena de terror, pide misericordia: “Padre, si es posible, pase de mí este cáliz”... Su espíritu se turba, su cuerpo tiembla y suda sangre hasta regar con ella la tierra.
Escuchemos lo que el mismo Nuestro Señor reveló a la B. Margarita María acerca de la lucha formidable que sostuvo en el Huerto de Getsemani.
He comparecido, dijo, ante la Santidad de Dios, quien, sin atender a mi inocencia, me ha anonadado en su santa ira, haciéndome beber el cáliz lleno de la hiel y de la amargura de su justa indignación, como si hubiera olvidado el nombre de Padre para sacrificarme a su justa cólera”.
No hay criatura alguna, añadió Nuestro Señor, que pueda comprender los grandes tormentos que sufrí entonces; y este mismo dolor es el que experimenta el alma criminal cuando comparece ante el tribunal de la santidad divina, que pesa en algún modo sobre ella, la lastima con su peso, la oprime y la destroza porque así lo pide la divina justicia”.
¡Oh! pensemos que un día tendremos nosotros que comparecer también ante la santidad de Dios; preparémonos a sufrir sus rigores, porque “si esto se hace en el leño verde, con el seco que se hará?”
Y sobre todo, seamos indulgentes con nuestros hermanos... no los juzguemos y no seremos juzgados. Con la misma medida con que midiéremos, seremos medidos.
Miserere mei Deus... In te Domine speravi.


Tercer cuarto de hora.
iQué! ¿No habéis podido velar una hora conmigo?


La Victima santa, inundada en su sangre, se levanta buscando quien la consuele... Pero ¡ay! el gran Justo abandonado en Getsemaní hubo de exprimir solo el lagar... Sus tres más queridos e íntimos amigos, Pedro, Santiago y Juan, dormían algunos pasos de allí. ¿Quién podrá decir el dolor que sintió Jesús por semejante abandono... a tal hora... en tal lugar? Pero su amantísimo Corazón debía conocer todos los dolores, y cubrirnos con toda su indulgencia: iQue! ¿No habéis podido velar una hora conmigo? ¡Que dulce reconvención... seguida de aquella caritativa advertencia! Velad y Orad, porque no caigáis en tentación.
jOh Maestro agonizante, y siempre paciente y bondadoso, no permitáis que Vuestros escogidos, Vuestros Guardias de honor, se adormezcan jamás cobardemente en el puesto de amor en que Vos los habéis tan misericordiosamente colocado!
En Vuestro tabernáculo, como en el Huerto de las Olivas, sufrís aun todos los horrores de una lenta agonía. Allí Os persiguen las traiciones; la ingratitud de los hombres Os hace gemir, lloráis nuestros crímenes; y los confesáis día y noche a Vuestro Padre Celestial... Oh Jesús, dulcísimo Jesús, que, careciendo de los divinos consuelos, nos habéis convidado a consolaros; hacednos vigilantes y esforzados, generosos y enteramente dedicados a Vuestro sagrado Corazón. Enseñadnos a orar y velar, para no caer en la tentación y para que nos libremos de todos los peligros de la hora presente. Por el incomparable desamparo de Vuestro Corazón en Getsemani tened piedad, ioh Jesús! de los afligidos. Consoladlos, sostenedlos y santificadlos en la hora de la prueba. Piedad también, Señor, para los agonizantes, y para nosotros mismos, cuando llegue la terrible hora de comparecer delante de Vos, y de recibir la sentencia que nos hará dichosos o desgraciados por toda una eternidad. Amén.
Oración por los agonizantes.
Oh Clementísimo Jesús, lleno de amor por las almas,
suplícote por la agonía de tu Santísimo Corazón,
y por los Dolores de tu Inmaculada Madre ,
purifiques en tu Sangre a todos los pecadores que están agonizado en este momento
y han de morir hoy mismo. Amén.


Corazón agonizante de Jesús, tened misericordia de los moribundos.
Corazón dolorido de María, sed consuelo de todos los agonizantes.
Último cuarto de hora.
Ya el Hijo del hombre va ser entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos”.
Jesús había orado tres veces diciendo: “Padre, si es posible, pase de mí este cáliz”, añadiendo luego: “No se haga mi voluntad, sino la Vuestra”. Ahora bien, esta voluntad Santa era que el adorable agonizante muriese, “porque la muerte es la paga del pecado”.“Levantaos, dijo a sus discípulos, y vamos”. —“¿A dónde, mi dulce Maestro y Señor?”... — “Al beso de Judas, al Pretorio, a la Columna, al Calvario, al patíbulo infame...” Y, adelantándose a la tropa enemiga que viene a prenderle: “¿A quién buscáis?” les dijo. “A Jesús de Nazaret...”“Yo soy”.
¡Oh gran Combatiente de amor! ¡Oh Luchador magnánimo que nos convidáis a seguiros! “Henos aquí”. Vuestros Guardias de honor Os escoltarán debidamente, subirán con Vos a la montaña santa de los dolores, que es el “monte de los amantes”. Bajo Vuestras ordenes, oh Rey inmortal de los siglos, quieren pelear el buen combate, vencer al príncipe de las tinieblas, triunfar del mundo, y morir resueltamente a sí mismos, a fin de vivir solo para Vos.
Vamos y muramos con él.
Transportémonos en espíritu al Calvario. Adoremos al divino ajusticiado expirando en el árbol de la Cruz: ¡Él es el Amor muerto de amor!... ¿No viviremos en adelante para amarle únicamente? Si; en retorno entreguémonos todos a Jesús; y por Él, con Él y en Él, al beneplácito divino. Unamos nuestras pobres inmolaciones a su continua inmolación en el altar. Volvamos sacrificio por sacrificio, amor por amor al Corazón herido de Jesús, y entremos en seguimiento de la Santísima Virgen María, San Juan y Santa María Magdalena, en su Llaga adorable, para no salir jamás de ella.
HAEC REQUIES MEA.
Conclusión.
¡Padre Santo, que habéis amado tanto al mundo que le habéis entregado y sacrificado a Vuestro Hijo único, nosotros Os bendecimos por esta incomprensible misericordia! No pudiendo hacerlo dignamente, Os damos gracias por medio del Corazón de nuestra dulce y santa Victima. ¡Después de hacerse nuestra redención, se hará nuestra acción de gracias! Y a Vos, oh Salvador, oh Cordero, oh amor nuestro inmolado, Os alabamos, Os bendecimos, Os glorificamos por todos los siglos, por haberos sacrificado por la salvación de Vuestras pobres criaturas. Por medio del Corazón de María inmolada al pie de la Cruz, por la voz elocuente de sus lágrimas de Madre. Os damos gracias, y Os prometemos, oh Jesús amadísimo, huir del pecado, combatir nuestras perversas inclinaciones, vencer nuestra repugnancia para el bien, y nuestro apego at mundo y sus falsos placeres, repitiendo con Vuestra fiel amante la B. Margarita María:
El amor divino me ha vencido, él sólo poseerá mi corazón”. Amén.




ACTO DE DESAGRAVIO DE PÍO XI

¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.
Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.
Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.
¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.
¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.






SIGNOS Y SIMBOLOS DEL ARTE CRISTIANO - LLATÉN


El llatén, frecuentemente pintado es una planta común que crece al costado de los caminos y los senderos. era llamado "pan del camino" y simbolizaba el camino de las muchedumbres que avanzaban hacia Dios.
GEORGE FERGUSON