MES
DE JUNIO
DEDICADO
AL
SAGRADO CORAZÓN
DÍA
QUINTO
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e
inflamado de amor por nosotros!
Aquí
nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas
e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!,
haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal
ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y
formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA
5
EL
SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE GENEROSIDAD
I
FIJEMOS
hoy los ojos del alma en esta especial virtud del Sagrado Corazón.
Su generosidad ha sido para con nosotros tan grande, que mayor no
puede ya exigirla ni concebirla nuestra imaginación. Todo, todo,
hasta sí mismo, nos lo ha dado generosamente el Sagrado Corazón de
Jesús. Mientras vivió en carne mortal, se empleó todo en servicio
del hombre; por él obró sus milagros, hizo su predicación, se
fatigó, sudó, derramó lágrimas y sangre.
Se
acercaba la hora de su Pasión, y después de haberse empleado todo
por el hombre, inventó un milagro especial para poder darse a Sí
mismo en su verdadero Cuerpo y Sangre por medio del Santísimo
Sacramento.
¿Podría
dar otra cosa? Sí, todavía otra cosa. Vio al pie de la cruz a su
Madre, y aun de ella nos hizo al morir, generosa entrega. ¿Le
quedaba aún algo que dar? Unas pocas gotas de sangre quedaban en su
Corazón, y ya difunto, permite que se lo rompa un soldado, para que
ni éstas dejen de derramarse en provecho nuestro. Aun hoy se nos da
a todas horas en nuestros altares, a todos sin distinción, dispuesto
siempre a ser generoso hasta con los más ingratos.
De
modo que por su inefable generosidad, es nuestra su doctrina, es
nuestra su propia Madre, son nuestros su Cuerpo y Sangre, es nuestro
su cielo. Sí, porque después de habérsenos dado por maestro, por
alimento y por redención, quiere por toda la eternidad ser Él
mismo, y no otro, nuestra recompensa.
¡Oh
generosidad inmensa de tan generosísimo Corazón!
Medítese
unos minutos.
II
¡Qué
distante se halla de corresponder a esta sublime virtud del Sagrado
Corazón de Jesús, mi mezquino corazón! El suyo es todo
generosidad; el mío es todo egoísmo. Tal vez sirvo a Dios, es
verdad; pero midiendo y escatimando mis servicios, por temor de hacer
siempre demasiado. Cuando no me obliga algo bajo precepto de pecado
mortal, me basta eso quizá para creerme ya desobligado. Me parece
que amo ya lo suficiente cuando no agravio, o que soy ya el mejor de
los amigos cuando no soy un traidor.
¿Qué
hago por quien tanto hizo por mí? Cualquier sacrificio se me hace
imposible; cualquier respeto humano basta para detenerme. Y cuando me
resuelvo a hacer algo por mi Dios, ¿es desinteresado mi servicio?
¿Qué haría si no me amenazara Él con el infierno? ¡Ah! Tal vez
el mismo cielo no tuviera para mí bastantes atractivos.
¡Oh
criatura vil, que sólo sirve por temor o por la paga! ¡Oh ! diré
con la Imitación "¿Cuándo habrá alguien, oh Señor, que se
disponga a servirte gratuitamente?"
Yo
he de ser, ¡Jesús mío!, yo he de ser. Seré generoso, ¡oh buen
Jesús!, no me limitaré a lo que manda tu ley, sino que me extenderé
a todo lo que yo sepa que sea de tu mayor agrado. Tómalo todo de mí,
¡oh buen Jesús!: cuerpo, alma, salud, fuerza, libertad, honra,
intereses, vida.
De
todo esto te hago ofrenda, y en todo quiero que seas Tú única y
exclusivamente servido.
Medítese,
y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a tus pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables muestras de
amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de
continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia
de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para
hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a
los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil, oh
poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando
con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio:
Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de
tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te
hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en
cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la
eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
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