MES
DE JUNIO
DEDICADO
AL
SAGRADO CORAZÓN
DÍA
TRIGÉSIMO SEGUNDO
DÍA
32
SOBRE LA SEGUNDA INSIGNIA
DEL SAGRADO CORAZÓN
LA CORONA DE ESPINAS
DEL SAGRADO CORAZÓN
LA CORONA DE ESPINAS
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estais vivo e
inflamado de amor por nosotros!
Aquí
nos tieneis en vuestra presencia, pidiendoos perdón de nuestras
culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!,
de haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereceis tal
ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y
formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
I
No de flores, sino de punzantes espinas se nos
apareció coronado el Corazón Sacratísimo de Jesús, y éste puede
ser símbolo muy adecuado de su amor a la humillación y al
desprecio. Burla fue y muy sangrienta de su realeza divina aquella
infamante Corona que sobre su cabeza colocó en el Pretorio la
soldadesca de Pilatos. Desprecio y vilipendio cual no se le dieron
otros más ignominiosos en su afrentosa Pasión. Por rey se le
caracterizó, pero rey de mofa y de comedia. Y con los demás atavíos
del cetro de caña y manto de púrpura, se escarneció vilmente en Él
la majestad soberana, con que reina en los cielos y es aclamado rey
inmortal de los siglos por todas las angélicas jerarquías. ¿Qué
menosprecio y baldón mayores pudo imaginar el demonio, para aquella
Santísima Humanidad, que debía sentarse un día ceñido de gloria a
la diestra del Padre y tener real Principado sobre toda criatura?
Contemplemos la lastimera figura de ese soberano de nuestras almas,
por causa de ellas reducido a vergonzosa parodia y caricatura de rey.
Así ganó para ellas las eternas coronas de luz, con que han de
resplandecer un día en los cielos. Así les dio parte de su
soberanía y principado, para que con El reinen dichosas con reino
que no tendrá fin. Besemos y adoremos y agradezcamos esa Corona de
espinas, sin la cual no mereceríamos nosotros llevarla de gloria, en
el trono de felicidad que a su lado nos promete y al cual sin cesar
nos llama y convida.
Medítese unos minutos.
II
Nos llama y convida y justamente nos muestra y enseña
el camino. Coronado no será en el cielo más que aquel que hubiera
con fortaleza combatido acá por los derechos de ese rey coronado de
espinas, y que se haya distinguido en su imitación. Lo cual
significa, que la corona de luz que en el cielo esperamos, ha de ir
precedida acá y preparada por corona de dolor, que más o menos ha
de traer todo fiel y devoto cristiano en su propio corazón. Y muy
particularmente han de labrarle esta dolorosa corona las
humillaciones y desprecios, que de los mundanos reciba; la
persecución y vilipendio con que le aflijan los que no pueden menos
de escarnecer en él la semblanza y parecido con el Hijo de Dios; la
angustia y pesadumbre que en sí mismo experimenta por los escarnios
y afrentas con que se ve ultrajada cada día nuestra Santa Religión.
¡Feliz quien con tal corona puede presentarse adornado al tribunal
del soberano Juez! ¡Cómo no ha de ser como tal reo blando y
amoroso, si le viere ostentando la gloriosa escarapela de soldado
suyo, con que por él luchó contra los enemigos de su nombre y de su
Santa Ley! Hagámonos dignos de llevarla en nuestros corazones esta
tan honrosa insignia, marca y sello de los predestinados. Honrémonos
con ella, amémosla más que los vanagloriosos del mundo sus tan
estimados blasones. Repitamos en obsequio a nuestro buen Jesús
aquella enardecedora frase de uno de sus más fieles amigos y
masheroicos imitado res, San Juan de la Cruz: "Señor, nada
quiero y nada deseo, sino padecer y ser afrentado por Vos"
Medítese, y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a vuestros pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables
muestras de amor que me habeis dado y las sublimes lecciones que me
enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, os pido humildemente
la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo
vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que
generoso concedeis a los que de veras os conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
rudo, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy débil, oh
poderosísimo amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis
cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro
Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las
puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, ypido, y espero.
Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega.
Tomadlo Vos, y dame en cambio lo que sabeis me ha de hacer bueno en
la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
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