MES
DE JUNIO
DEDICADO
AL
SAGRADO CORAZÓN
DÍA
DIECINUEVE
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estais vivo e
inflamado de amor por nosotros!
Aquí
nos tieneis en vuestra presencia, pidiendoos perdón de nuestras
culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!,
de haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereceis tal
ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y
formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
Día 19
PIDAMOS
AL SAGRADO CORAZÓN,
I
HEMOS
llegado ya a la última novena de este Mes del Sagrado Corazón. Ya
es hora que pensemos en dirigirnos a Él con nuestro fervor, para
rogarle en estos últimos días por las necesidades más urgentes de
la sociedad humana. Por las nuestras particulares hemos rogado cada
día y podemos seguir haciéndolo en el fondo de nuestro corazón.
Por estas otras nuestra oración debe ser pública y común, como son
ellas públicas y comunes. Dediquemos, pues, el día de hoy a rogar
al Sagrado Corazón por nuestro Santo Padre el Romano Pontífice. Y
¿por qué otro podríamos ofrecer con preferencia nuestra más
eficaz oración? Es el Papa el centro de toda la vida católica sobre
la faz de la tierra, base de su edificio, cabeza visible del cuerpo
espiritual del cual Cristo es cabeza invisible.
Es,
por lo mismo, el objetivo privilegiado de las más violentas iras del
infierno. Alrededor de su trono rugen con furor sin igual todas las
tempestades de la impiedad. Muchos, despechados, le dirigen brutales
amenazas; otros, pérfidos y capciosos, le tienden astutas amenazas.
¿Podrá
un hijo fiel de la Iglesia dejar solo a su Padre y Pastor en esos
duros combates? ¿Podremos no acudir al Sagrado Corazón por esta
primera y más urgente necesidad de nuestros días?
¡Oh
Sagrado Corazón de Jesús! Cubre con tu escudo de protección a
este Vicario tuyo, el primero de tus hijos, a quien has constituido
en la tierra como Padre y Pastor de nuestras almas en lugar de Ti.
Asístele, defiéndele, hazlo vencedor en todas sus luchas.
Medítese
unos minutos.
II
De
todos los deberes del buen católico, el deber de rogar por el Papa
es, sin duda, el primero y principal. ¿Qué familia hay en la cual
los hijos no se crean obligados a prestar toda clase de auxilios al
padre de ella? Aquí la gran familia es el Catolicismo, y el gran
padre de ella es el Romano Pontífice. Nosotros somos sus hijos, y
los auxilios principales que necesita son los de nuestra fervorosa y
constante adhesión.
Es
cierto que quizá nos hemos portado como extraños o indiferentes.
¿Estamos seguros de haber cumplido siempre la obligación de buenos
hijos? No sea que esta dejadéz nuestra sea motivo de acusación en
el tribunal de Dios. No permanezcamos más en esta frialdad y olvido.
¡Oh
Sagrado Corazón de Jesús! Esta quiero que sea mi petición
constante en tu presencia: ¡Salva al Papa! Concede autoridad y
fuerza a sus palabras; haz que este mundo indócil respete su voz;
haznos sobre todo a nosotros obedientes y sumisos a sus enseñanzas.
Que sean confundidos y disipados los quieren el mal; que vuelvan en
sí los que se han extraviado con doctrinas extrañas; que vuelvan
jubilosas al amoroso Pastor las ovejas que se han apartado de su
rebaño.
¡Oh
Sagrado Corazón de Jesús! Por los méritos de tu Cruz, por el valor
infinito de tu Sangre, por los azotes y las espinas de tu Pasión,
dale a tu Vicario sobre la tierra lo que por él te pedimos en el día
de hoy.
Medítese,
y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a vuestros pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables
muestras de amor que me habeis dado y las sublimes lecciones que me
enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, os pido humildemente
la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo
vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que
generoso concedeis a los que de veras os conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
rudo, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy débil, oh
poderosísimo amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis
cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro
Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las
puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y
espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida
entrega. Tomadlo Vos, y dame en cambio lo que sabeis me ha de hacer
bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario