MES
DE JUNIO
DEDICADO
AL
SAGRADO CORAZÓN
DÍA
DÉCIMO
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e
inflamado de amor por nosotros!
Aquí
nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas
e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!,
haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal
ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y
formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA
10
EN
EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS EL MEJOR CONSUELO
I
EL
pecado ha hecho de este mundo, que debía ser un paraíso anticipado,
un verdadero valle de lágrimas. Las espinas con que a cada paso
tropezamos nos punzan dolorosamente y nos arrancan frecuentes
gemidos. Así es que nada necesita tanto el hombre durante esta vida
mortal, como de consuelo. Consuelo necesitamos de los contratiempos
de la fortuna, en los dolores de la enfermedad, en la pérdida de los
que amamos, en las dudas de la conciencia y en todos los momentos de
la vida y en el muy crítico y angustioso de nuestro último trance.
¿Dónde
mejor podemos buscar este consuelo que en el muy dulce y consolador
Corazón de Jesús? ¿No han salido de él aquellas tan suaves y
amorosas palabras: “Venid a Mí todos los que andáis cansados y
agobiados, y Yo os aliviaré”?
¡Oh
buen Jesús! ¡Oh único verdadero Consuelo de los corazones
angustiados! ¿A quién iremos sino a Ti en nuestras horas de
amargura y desasosiego? Cuando los intereses mundanos no aprovechan,
cuando los amigos se alejan, cuando las fuerzas faltan, ¿a quién
acudiremos sino a Ti, fuente inagotable de todo consuelo?
Medítese
unos minutos.
II
Y
no obstante, alma mía, es Jesús el último a quien acudes en tus
horas de tribulación. Primero son para ti los amigos de la tierra,
que ese amabilísimo Amigo del cielo. Primero buscas un desahogo en
el pasatiempo mundano que en la dulce intimidad del Sagrario, donde
te espera este misericordiosísimo y compasivo Consolador.
Dime,
¿no llevas ya bastantes desengaños? ¿Qué herida de las tuyas o
qué dolor te ha calmado el mundo? ¿Qué bálsamo has encontrado en
él para endulzar las amarguras de la adversidad? ¿No ves que el
mundo no gusta de consolar a los que padecen, sino de adular a los
dichosos? ¿Qué vas a buscar tú que padeces, en ese mundo que no te
ha de comprender? Sólo hay un asilo seguro para los corazones
heridos, y es el herido Corazón de Jesús.
¡Oh
Señor!, a tu Corazón me acojo yo como al regazo de una madre
amorosa, para que me abrigues en él con tu calor, y me defiendas y
me consueles. Solamente Tú tienes consuelo para nuestro pobre
corazón.
Alejaos,
humanas consolaciones, vanas, inconstantes, mentirosas. Sois como una
copa de licor cuyos bordes son dulces pero en cuyo fondo sólo se
beben las heces amargas del desengaño. A Ti, Señor, únicamente
busco; en tu Corazón entro, y allí quiero permanecer. ¡Oh Dios de
todo consuelo! En Ti y sólo en Ti espera hallarlo mi desconsolado
corazón.
Medítese,
y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a tus pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables muestras de
amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de
continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia
de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para
hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a
los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil, oh
poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando
con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio:
Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de
tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te
hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en
cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la
eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario