MES
DE JUNIO
DEDICADO
AL
SAGRADO CORAZÓN
DÍA
DÉCIMOQUINTO
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e
inflamado de amor por nosotros!
Aquí
nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas
e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!,
haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal
ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y
formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA
15
EN
EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MÁS AMOROSA FORTALEZA
I
EN
nada se conoce tanto la profunda miseria del hombre como en su
debilidad. Nuestra alma ha quedado, después de la culpa original,
tan débil y endeble, que cualquier esfuerzo del enemigo basta para
derribarla, si no tiene al lado una fuerza superior que la sostenga.
Puede asimismo tan poco para obrar el bien, que cualquier leve
dificultad la acobarda y arredra. ¿Quieres ser fuerte en medio de
esta debilidad? Acude a buscar la fortaleza en el Sagrado Corazón de
Jesús.
Allí
fueron a buscarla los Santos, criaturas débiles y de carne ruin y
débil como la nuestra, y gracias a eso fueron fuertes y obraron
maravillas. Recorramos la historia de la Iglesia, y veremos a
delicadas jóvenes y a pobres ancianos, burlarse de todo el Poder de
los enemigos de Cristo, y hacerse superiores a los halagos, a los
tormentos y a la muerte. Los claustros y los desiertos, la vida
doméstica y las mismas cortes y campamentos, están llenos de
hombres y mujeres que en la flor de su edad y en medio de todas las
seducciones son fuertes para renunciarlo todo y seguir a Jesucristo,
hasta elevarse a la mayor dignidad.
¡Alma
mía! Nada hicieron ellos que no lo puedas tú, si te procuras los
mismos auxilios.
¿Dónde
Se hallan éstos? acude al Sagrado Corazón.
Medítese
unos minutos.
II
Eres
débil y frágil, alma mía, porque quieres. Sí, porque quieres.
¿Qué disculpa tendría el niño, que no pudiese levantarse del
suelo, por no querer alargar su mano a la que le tiende su buena
madre? Por eso son frecuentes tus caídas y tropiezos, por eso
sientes abatimiento y desconfianza ante la más pequeña dificultad.
¡Quizás para mayor desgracia has presumido algo de tu propio valer,
y con necia arrogancia has creído poder prescindir de todo amparo!
Acude,
alma mía, a Dios, tu ayudador y poderoso auxilio, y estás salvada.
Nada podrán contra ti los más fieros enemigos, nada las más
borrascosas pasiones. Sentirás agilidad, ligereza, facilidad para
toda obra buena y para todo costoso sacrificio.
¡Oh
Corazón de Jesús, fortaleza de los débiles y caídos! Mi corazón
anda de continuo desalentado, y acude a Vos para que lo sostengas.
Dame la mano, Señor, como la distes a tantos que por Ti se
levantaron del lodo y subieron a la cumbre de la virtud, como la
diste a Santa Magdalena, a San Pablo, a San Agustín.
¿Qué
podría el más valeroso si Tú lo abandonases? Pero ¿qué no podrá
el más débil si Tú le fortaleces? ¡Oh Dios mío, fortaleza mía.
Hazme fuerte contigo, para contigo reinar eternamente victorioso.
Medítese,
y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a tus pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables muestras de
amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de
continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia
de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para
hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a
los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil, oh
poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando
con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio:
Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de
tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te
hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en
cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la
eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
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