MES
DE JUNIO
DEDICADO
AL
SAGRADO CORAZÓN
DÍA
VIGÉSIMO SEXTO
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estais vivo e
inflamado de amor por nosotros!
Aquí
nos tieneis en vuestra presencia, pidiendoos perdón de nuestras
culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!,
de haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereceis tal
ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y
formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA
26
PIDAMOS
AL SAGRADO CORAZÓN,
POR
NUESTROS HERMANOS DEL PURGATORIO
I
LA
iglesia de Dios tiene hijos suyos necesitados aun fuera de este
mundo, y tiene alivio también para estas necesidades de la otra
vida. Entre los combates de la presente y el descanso final de la
gloria, hay para muchas almas un plazo de expiación en que se purgan
culpas todavía no purificadas, o se pagan deudas todavía no
satisfechas. Este plazo de expiación, concedido por la misericordia
divina y exigido por su justicia, es el Purgatorio.
El
buen devoto del Sagrado Corazón de Jesús no puede menos que ser
amigo del Purgatorio. Hay allí almas que un día fueron
fervorosísimas, que oraron al pie de los mismos altares que
nosotros, que sonrieron con las mismas alegrías cristianas y
lloraron con idénticos dolores. Aman a Dios, le desean, tienen
segura su próxima posesión. Pero esta dicha se les retarda hasta
que sea completo el pago de sus atrasos. En sufragio de ellas, Dios
admite nuestras oraciones y buenas obras. ¿Quién se las negará?
Oh
Sagrado Corazón! Hazle sentir al mío un tierno afecto, un vivo
interés por el alivio de estas almas hermanas mías, que nada pueden
ya para sí y que todo lo esperan de nuestra caridad. Derrama sobre
sus penas los tesoros de tu Corazón, y apresura el dulce momento de
reunirlas eternamente contigo.
Medítese
unos minutos.
II
Es
gran caridad la caridad para con las almas del Purgatorio. Los
grandes santos han sido todos en este punto muy fervorosos. La
Iglesia nos da el ejemplo mezclando en todos sus rezos y ceremonias
el piadoso recuerdo de los difuntos.
¡Es
dulcísima la comunicación de nuestros corazones con los de estos
hermanos nuestros, por medio de la oración! ¡Es lazo misterioso,
que nos permite tener amigos aun más allá de la tumba, y aleja de
nosotros la idea de una separación total!
¡Padres,
hermanos, amigos, bienhechores! ¡yo sé que me escuchan en el
Corazón de Jesús y que por vía de Él reciben y agradecen mi
cariñoso recuerdo!
¡Oh
Sagrado Corazón, suavísimo intermediario de estas hermosas
confidencias! Da a esas almas la paz que por ellas te piden tus
amigos de la tierra, a fin de que un día nos reúnas a todos, en las
inefables dulzuras del cielo! Acepta por ellas nuestras oraciones,
nuestras limosnas, nuestra Comunión, nuestras mortificaciones,
nuestra devoción a Ti. Porque sabemos que te son queridas, las
recomendamos a tu compasión. Los méritos de tu vida, Pasión y
muerte; las lágrimas de tu Madre; las virtudes de tus Santos; los
servicios de tu Iglesia; todo te lo ofrecemos en pago de tales
deudas, para que bondadosamente se lo apliques.
Medítese,
y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a vuestros pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables
muestras de amor que me habeis dado y las sublimes lecciones que me
enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, os pido humildemente
la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo
vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que
generoso concedeis a los que de veras os conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
rudo, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy débil, oh
poderosísimo amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis
cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro
Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las
puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, ypido, y espero.
Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega.
Tomadlo Vos, y dame en cambio lo que sabeis me ha de hacer bueno en
la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
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