MES
DE JUNIO
DEDICADO
AL
SAGRADO CORAZÓN
DÍA
SEPTIMO
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e
inflamado de amor por nosotros!
Aquí
nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas
e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!,
haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal
ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y
formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA
7
EL
SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE CELO
I
SERÁ
hoy objeto de nuestra meditación el celo del Sagrado Corazón de
Jesús. Se entiende por celo un deseo ardiente de la gloria de Dios y
de la salvación de las almas, y una actividad siempre en movimiento
para conseguir esos objetos. ¿Quién podrá debidamente ponderar
cuáles fueron este deseo y esta actividad en el Sagrado Corazón de
Jesús? Un solo pensamiento era el suyo, uno solo el que le hacía
palpitar noche y día: glorificar al Padre celestial y salvar al
mundo. Si predica, si obra milagros, si anda a pie largas jornadas,
si toma parte en los banquetes de los pecadores, si se transfigura
glorioso en el Tabor o se deja aplastar como un gusano por sus
enemigos, si muere, por .fin, o si resucita, todo obedece a un mismo
plan, todo tiene por blanco glorificar a Dios, salvar al hombre.
El
celo por esa empresa le tenía siempre inquieto y extasiado, y le
hacía hablar de sus próximos sufrimientos como de gloriosos
triunfos. Al dirigirse a Jerusalén la última vez para ser allí
preso y crucificado se admiraban los discípulos de que llevase el
paso más apresurado que de costumbre. Era su celo ardiente que le
atraía como de sí a la realización de sus constantes deseos.
Medítese
unos minutos.
II
¡Cómo
contrasta esa actividad ardorosa del Corazón de Jesús con la
frialdad ordinaria del mío! ¡Ah! Es verdad. También el mío se
mueve, se agita, se acalora, se enciende, pero ¿es por la gloria de
Dios? ¿es por el bien de mis hermanos? ¿O es al contrario por viles
intereses del momento, por sutiles Puntos de honra, por miserables
competencias del amor propio? ¡Ah! ¡que el celo que me devora no es
tal vez sino ambición, codicia, vanidad, esto es, el celo del mundo!
¿Qué
hago, en efecto, por la honra divina? ¿Cómo siento sus injurias?
¿Cómo me esfuerzo en evitarlas o siquiera en repararlas? Si
estuviesen tan amenazados mis intereses como lo están siempre los de
Dios, ¿estaría tan tranquilo y sosegado como estoy ahora en
presencia de la guerra impía que se le hace? ¡Ojalá no sea yo de
aquellos mismos que, con su flojedad y malos ejemplos, contribuyen a
esa deshonra de la Religión y ruina de las almas!
¡Oh
Señor! Dame una chispa, una chispa sólo de ese fuego abrasador que
consumió tu Corazón; dámela para que experimente como Tú la
pasión de tu celo. Quiero ser Apóstol de tu gloria y de tu nombre,
en la medida que lo permitan mis fuerzas y condición. Con mi
conversación, con mi porte exterior, con mi influencia, con mis
relaciones, con mi dinero, con mi oración, procuraré trabajar
cuanto pueda, para que seas cada día más honrado y glorificado.
Medítese,
y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a tus pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables muestras de
amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de
continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia
de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para
hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a
los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil, oh
poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando
con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio:
Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de
tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te
hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en
cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la
eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
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