MES
DE JUNIO
DEDICADO
AL
SAGRADO CORAZÓN
DÍA
CUATRO
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e
inflamado de amor por nosotros!
Aquí
nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas
e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!,
haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal
ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y
formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
DÍA
4
EL
SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE PACIENCIA
I
¿DESEAS,
corazón mío, conocer a fondo la inagotable paciencia del Corazón
de Jesús? Mírale cómo se dignó manifestarse a su devota Santa
Margarita, herido por la lanza, coronado de espinas, clavado en el
centro de la cruz. He aquí las insignias del Sagrado Corazón, he
aquí su escudo de armas.
Se
Diría que para eso sólo vino al mundo, para padecer.
¿Y
qué padece? Dolores crudelísimos así en el cuerpo como en el alma.
En el cuerpo pobreza, persecución, azotes, bofetadas, espinas, cruz.
En el alma perfidias, ingratitud, tristezas, agonías, abandono de
los suyos. Tal es la amarga historia de su vida pasible y mortal.
¿Y
cómo padece? Callando, sin soltar la menor queja, sin mostrar
iracundo el rostro, sin manifestarse cansado por tanto sufrir. Aun
hoy en este Santísimo Sacramento, si pudiera padecer, no sería el
sagrario para Él un trono de gloria, sino un Calvario de nuevos e
ignorados dolores.
Mira
si no cómo le tratan los hombres. ¡Con qué odios le blasfeman
unos! ¡Con qué desprecio le miran otros! ¡Con qué frialdad y
negligencia la mayoría! ¡Con qué tibieza los mismos que se dicen
amigos suyos! ¡Cuán pocos con verdadero amor!
¡Pobre
Jesús mío, tan sufrido y tan paciente! Enséñale a mi enfermo
corazón el secreto de esta heroica paciencia.
Medítese
unos minutos.
II
¡Cuánto
me confunde, oh buen Jesús, esta consideración! Tú, inocente, no
te cansas de padecer por mí; yo criminal, ni un instante me dispongo
a padecer por Ti. Se me hace insoportable cualquier pequeña
aflicción; la menor de tus espinas, acaba con mi escasa paciencia.
Y
no obstante, Tú quieres que padezca, y hasta me lo aconseja mi
propio interés. Me has colocado en este valle de lágrimas, donde
desde la cuna hasta la sepultura, me acompaña la tribulación.
Quiera o no quiera el hombre, es éste su patrimonio. La salud, la
fortuna, las inclemencias del tiempo, la rareza de nuestro carácter,
son para nosotros fuentes permanentes de desazones y desabrimientos.
Es necesario sufrir, he aquí la sentencia que desde el nacer traemos
escrita sobre la frente. Sufrir, pues, con paciencia, como Vos, es el
único modo de hacer suave y llevadera esta necesidad.
¡Ah!
Sufriré, Dios mío, sufriré contigo y por Ti, y como Tú quieras y
hasta donde Tú quieras. Contemplaré tu Corazón herido y coronado
de espinas, para alentarme más a sufrir con paciencia las mías.
Alzaré los ojos a ese cielo que ha de ser mi recompensa, para no
desfallecer en los presentes combates. Tú lo has dicho, y está
escrito: ¡Sólo se va a él por el camino de la cruz!
¡Feliz
quien la abrace contigo en esta vida, para recoger contigo sus dulces
frutos en la eternidad!
Medítese
y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a tus pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables muestras de
amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de
continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia
de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para
hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a
los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil, oh
poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando
con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio:
Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de
tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te
hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en
cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la
eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
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