martes, 12 de diciembre de 2017

Oración a San Miguel por la salvación de un alma



Gloriosísimo San Miguel, Príncipe de los Ángeles, Capitán de los Ejércitos de Dios, Protector de la Iglesia y Patrono universal de los Fieles: por aquel celo divino con el cual expulsasteis a Lucifer con sus secuaces del Cielo, y por aquel gran poder con el cual lo encadenasteis en el abismo, humildemente os suplico que igualmente lo mantengáis lejos del alma por la cual os ruego, para que la liberéis de sus insidias, y ella, fortificada con vuestra potencia, tenga virtud para vencer sus pasiones y pesados afectos, y resistir las tentaciones del astuto enemigo. Por la admirable fe y conocimiento que el Señor os comunicó cuando dijisteis «Quis ut Deus?—¿Quién como Dios?», os suplico que le obtengáis luz para conocer a su Creador y para servirlo como debe, y que no sea engañada ni enceguecida por las tinieblas de este mundo. Por aquella gran caridad con la cual quitasteis al Pueblo de Israel la ocasión de pecar ocultándole el cuerpo de Moisés, os suplico que quitéis de ella toda ocasión de pecado, y que tenga valor para salir de todo peligro de caer en culpa alguna. Y, ya que vuestra intercesión fue poderosa para liberar al Pueblo de Dios del cautiverio de Babilonia y reconducirlo a su tierra de Promisión; dignaos interceder por ella, para que, libre del cautiverio del Demonio, y de su apetito rebelde, retorne al camino de la salvación, y, perseverando en la gracia, llegue a la tierra de los vivientes, que es la Patria Celestial, donde es rinda gracias por aquella gloria que por vuestra intercesión gozará, alabando con Vos y con todos los Ángeles, a su Creador. Mirad, oh Santísimo Arcángel, su miserable estado y socorredla por el amor que tenéis a Jesucristo, su Redentor, a quien fuisteis mandado por el Padre a dar consuelo, y fuisteis testigo de vista del sudor de Sangre y de las angustias que le causaron nuestros pecados en el Huerto. No sea, entonces, derramada en vano por aquella alma aquella preciosísima Sangre, mas sírvale de medicina de sus males y de remedio de sus pecados, para que, purificada de ellos, sirva y ame a su Creador en esta vida, y lo goce y alabe en la eterna por todos los siglos de los siglos. Amén. Pater, Ave, Gloria.

Traducido de Culto de’ Santi Angioli, del Padre Miguel de Fontanarosa (Franciscano). Nápoles, 1791. Aprobado por el Ministro Provincial.