MES
DE JUNIO
DEDICADO
AL
SAGRADO CORAZÓN
DÍA
DÉCIMO SÉPTIMO
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estais vivo e
inflamado de amor por nosotros!
Aquí
nos tieneis en vuestra presencia, pidiendoos perdón de nuestras
culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!,
de haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereceis tal
ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y
formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén
Día
17
I
Rodeados
como estamos de enemigos, necesitamos a todas horas unceloso y
vigilante protector, y sobre todo porque son muchos esos enemigos; y
son poderosos; y nos aborrecen de muerte.
Todo
lo que es enemigo de Jesucristo es por consecuencia enemigo de
nosotros los cristianos. Tengo pues, enfrente de mí a todo el poder
del infierno, y sirvo de blanco a sus ataques, tanto de persecución,
como de seducción. El ejército del mal, que inspira invisiblemente
Satanás, y visiblemente acaudillan los representantes de este en la
tierra, llena el mundo; hay momentos en que ansioso se pregunta el
corazón si no es ya dueño enteramente de él. Le sirven para la
propaganda de sus ideas los medios y la elocuencia; ejecutan sus
órdenes muchos gobiernos; le prestan ayuda muchos extraviados con
sus talentos. No hay acontecimiento alguno de cuantos presenciamos,
que no sea un hecho belicoso en favor o en contra de la causa de
Dios, y por consiguiente que no tenga pública o secreta relación
con la suerte eterna de cada uno de sus amigos. Porque así como Dios
todo lo ha puesto a mi servicio para salvarme, así todo lo pone en
juego el demonio, mi enemigo, para perderme. Toda la rabia del
infierno, contra Dios, la descarga él contra mí, imagen suya, ya
que contra Dios se reconoce impotente. ¡Pobre de mí, hecho de
continuo objeto de tan violentas arremetidas! ¿Hay esperanza de
salvación para el hombre en medio de tan obstinado empeño para que
la pierda?
Medítese
unos minutos.
II
Sí,
alma mía, tienes un protector más fuerte que todos tus enemigos, y
es seguro que nada puede el infierno entero contra quien a tal amparo
se sepa refugiar. Ampárate al Sagrado Corazón de Jesús. Tómale
por escudo, y avanza valerosa. Di con seguridad: "El Señor es
mi amparo; no temeré cualquier cosa que pueda hacer contra mí el
enemigo. El Señor es mi defensor; ¿qué puede atemorizarme? Si se
levantan contra mí armados ejércitos, no temerá mi corazón; si se
libra contra mi dura batalla, en Él pondré mi confianza".
¡Sagrado
Corazón de Jesús! Mira cómo está mi alma de continuo asediada,
víctima de constante persecución, vacilante tal vez ya y próxima a
caer en manos de sus enemigos. ¡Dame fuerza, Sagrado Corazón! Están
el mundo, el demonio y la carne contra mí. Pero sé que no estoy
solo, no, sino contigo, mi dulce bien, mi único amparo, mi protector
y fortaleza. No les temo ya a los enemigos. Ya se levanten en mi
corazón tempestuosas pasiones; ya haga brillar el mundo a mi
alrededor sus más poderosos atractivos; ya oiga zumbar sobre mi
cabeza el continuo tiroteo de los que persiguen de muerte tanto a Ti,
como a tu Iglesia y a tus amigos. A tu lado estoy y no desfalleceré.
Caigan a mi derecha mil, y diez mil a mi izquierda, no me tocarán a
mí los dardos del perseguidor. Clamaré al Señor, y me oirá;
conmigo estará en el riguroso trance, y me sacará a salvo, y aun
con eso mismo me glorificará.
Sí,
dulce protector mío, bondadosísimo Corazón, en tu poder he puesto
tal confianza, y sé que no me fallará.
Medítese,
y pídase la gracia particular.
Medítese
y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a vuestros pies, ¡oh Jesús mío! ,considerando las inefables
muestras de amor que me habeis dado y las sublimes lecciones que me
enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, os pido humildemente
la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo
vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que
generoso concedeis a los que de veras os conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
rudo, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy débil, oh
poderosísimo amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis
cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro
Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las
puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y
espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida
entrega. Tomadlo Vos, y dame en cambio lo que sabeis me ha de hacer
bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
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