ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Oh,
Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido
contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu
misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión
del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que
me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que
después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la
dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así
sea.
CATECISMO
DE SAN JOSÉ
17.
¿Cómo fue virginal en el amor el matrimonio de San José?
Es
una verdad conocida que cuanto más puro es el amor y más espiritual
y desprendido de la materia, es tanto más fuerte y más vehemente;
porque el fuego de la concupiscencia encendido en nuestros cuerpos,
no puede igualar jamás a los ardores de los espíritus unidos por el
amor de la pureza. Y por tanto, ¿hay alguien que pueda decir cuál
fue el amor conyugal de José y María? Porque en ninguna parte ha
sido este amor espiritual tan perfecto como en este santo matrimonio.
En esta unión, el amor es santo, espiritual y celeste puesto que sus
llamas y todos sus deseos tienden a conservar la virginidad. Se aman
entre sí, y en su grande amor aman su mutua virginidad. José ama a
María sobre todo lo que decirse puede, pero lejos de nos otros el
pensar que el objeto de su amor eran los dones de la naturaleza con
que María se hallaba adornada; o, en otros términos, la belleza
mortal que la hermoseaba; no, lo que José amó en María era la
belleza oculta e interior, cuya virginidad forma el principal adorno.
Era, pues, la pureza de María, el objeto del amor de José, y cuanto
más amaba a esta pureza, más quería conservarla, primero en su
santa esposa y después en sí mismo, por una perfecta conformidad
del corazón. Y así, tan verdad ha sido el decir que las promesas de
José han sido puras, como que su amor a María fue divino y
enteramente virginal.
Aquí
se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores y
gozos del Señor San José.
M
E M O R A R E
Acordaos,
¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable
protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha
invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan
quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a
vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah!
No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que habéis sido llamado
padre del Redentor, sino escuchadlas con benevolencia, y dignaos
recibirlas favorablemente.
Así
sea.
Trescientos
días de indulgencias (una vez por día) aplicables a los
difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)
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