DÍA DECIMOTERCERO
Autor: Un Misionero. Traducido del italiano por O. M. Presbítero. Santiago de Chile, 1919.
Autor: Un Misionero. Traducido del italiano por O. M. Presbítero. Santiago de Chile, 1919.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
La Sangre de Jesús nos enriquece de gracias en el Bautismo
I. Jesús quiso humillarse haciéndose bautizar por San Juan; y hecho esto, se rasgaron los cielos, el Espíritu Santo descendió sobre él en figura de paloma y se oyó una voz que decía: Este es mi hijo amado (San Mateo III,16,17). Tal sucede en el sacramento del bautismo. Borrada la culpa original en el bautizado, se le abre el paraíso, que por la misma se le había cerrado; arrojado de aquella alma el demonio, desciende a ella el Espíritu Santo; la cual adornada con su gracia, es adoptada de Dios por hija. Alma mía ¿qué favores son estos? ¿y tú no lo tomas en cuenta? ¿y no amarás la Sangre de Jesús que te mereció tan grandes bienes?
II. Herido el Corazón de Jesús, vertió Sangre y Agua, y entonces fue cuando aquella Sangre comunicó al Agua el poder de obrar en el bautismo tan admirables efectos, como nos lo asegura Santo Tomás (Romanos VI,3,4). ¿No sabéis acaso, dice San Pablo, que quién se bautiza, es bautizado en la muerte de Cristo? «Por la Sangre de Jesús, añaden san Buenaventura y San Agustín, en el bautismo el alma es libertada de la esclavitud del demonio y bañada con esa Sangre queda limpia y cándida» (Somos sacados de la esclavitud del diablo por su Sangre en el bautismo. San Buenaventura Los diez mandamientos, sermón II. Con aquella Sangre te harás cándida. San Agustín. De per. 4, o. cult. Agr. Dom. c. 4.) En efecto, las gracias que se nos comunican en el bautismo son fruto de la Preciosa Sangre. ¡Oh Sangre divina, os tributo las más rendidas gracias por tamaños favores! Si otra cosa no puedo hacer, al menos prometo honraros siempre, hasta el último aliento de mi vida.
III. El sacerdote, poniendo sobre el bautizado un blanco lienzo, dice: «Recibe esta cándida túnica; para que conservándote limpio como ella, puedas en el juicio divino, obtener la sentencia de eterno premio». Pero, ¡oh dolor! con el pecado hemos manchado la hermosa estola de la inocencia, arrojando de nosotros al Espíritu Santo y de hijos de Dios, nos hemos convertido en esclavos de Satanás ¿Qué otra cosa podemos esperar, sino terrible condenación? Ah, si queremos librarnos de ella, lavémonos con nuestras lágrimas y con la penitencia valorizada con los méritos de la Sangre de Jesús, recuperemos la gracia de Dios y de esta manera volveremos a adquirir la celestial herencia, que habíamos perdido por el maldito pecado.
Ejemplo: La beata Catalina de Raconigi, dominicana, se abrazó a la cruz desde pequeña, a fin de conservar la gracia adquirida en el bautismo, poniendo toda su confianza en la Sangre divina. Un día que estaba rezando ante la imagen de San Pedro, mártir, este se le apareció con un cáliz en la mano, y le dijo: «bebe, que está lleno de la Preciosa Sangre» y apenas gustó de aquella Sangre, se le apareció Jesús cargado con la cruz y la animó a padecer. Tentada a no creer en la Presencia Real de Jesús en el Santísimo Sacramento, rechazó la tentación y mereció ver en el aire al Niño Jesús, que de sus cinco llagas derramaba Sangre en un cáliz. Con el pasar de los años, crecieron también las tentaciones, al extremo de aparecérsele visiblemente el demonio e incitarla a la desesperación asegurándole que estaba condenada, mas ella lo venció diciendo: «Jesús mío, espero en Vos, que me habéis rescatado con vuestra Sangre». Fue calumniada, perseguida, atribulada, sufriéndolo todo con constancia, hasta el punto de la muerte, y entonces su alma del todo hermosa y adornada con la inocencia bautismal se voló al cielo (Marchese, Diario dominicano. Vida de la Beata. 4 de septiembre). Si hasta ahora hemos vivido tan diferente a esta beata, si el pecado nos ha hecho perder los dones recibidos en el santo bautismo, animados de confianza en la divina Sangre, lavémonos con ella en el segundo bautismo, que es la confesión, y la Sangre Preciosa nos volverá a dar la gracia santificante y nos hará participantes de la gloria eterna en su bienaventurado reino.
Obsequio: Apenas os levantéis y antes de acostaros, pedid de rodillas la bendición a Jesús crucificado.
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
Jaculatoria
Tú me volviste
El cielo amigo:
Sangre Preciosa
Yo te bendigo
Oración para este día
Misericordioso Jesús, mucho habéis padecido al derramar vuestra Sangre, para aparejarme en ella el medio con el cual por el santo bautismo, fuera borrada en mi la culpa, embellecida el alma con la estola de la inocencia y ¡Hecha heredera del paraíso! Pero ¡Ay de mí! Que por tantos pecados cometidos después he perdido la inocencia y el paraíso. ¿No habrá tal vez remedio alguno para mi desventura? ¡Oh Sangre Preciosísima cuanto agradecimiento os debo! ¡Todo lo habéis remediado! Con la penitencia por vos enriquecida, puedo yo volver a la gracia de Dios y recuperar la herencia del cielo. Sed por ello mil veces bendecida, y en agradecimiento de tan gran beneficio, os prometo sincero amor y fiel esclavitud hasta la muerte.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada cruz de mis culpas, coronado con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la lanza de mis pecados! ¡Oh Jesús de mi vida! cruz, espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas ofensas: éste es el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y amorosas lágrimas de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis; éste es el agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y vuestra Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma; esta es la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo, cuando, abrazado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi amor sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra bondad. ¡Oh Jesús de toda mi alma! Parece que hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante; Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de mí amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi miseria y perdonadme misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concediéndome benigno que esas espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas, llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor, para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente gozaros. Amén.
V. Señor nos redimisteis con vuestra sangre
P. Y nos habéis hecho un Reino para nuestro Dios
OREMOS
Dios omnipotente y eterno, que habéis constituido a vuestro Hijo único Redentor del mundo y que quisisteis ser aplacado con su Sangre; te rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra salvación, y por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la presente vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo en los cielos. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor que contigo vive y reina por los siglos de los siglos Amén.
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