DÍA DECIMOSEGUNDO
Autor: Un Misionero. Traducido del italiano por O. M. Presbítero. Santiago de Chile, 1919.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
La Sangre de Jesús
se aplica al alma por medio de los Sacramentos
• Entre mil
necesidades espirituales, nace y vive el hombre sobre la tierra: y el
buen Jesús se ha preocupado de proveernos de todo, instituyendo los
Sacramentos. El Bautismo borra el pecado original en que nacemos; la
Confirmación nos da fuerza para combatir a nuestros enemigos
espirituales; la Comunión fortifica nuestra fragilidad; la Confesión
nos perdona los pecados; la Extremaunción nos socorre a la hora de
la muerte; el Sagrado Orden hace a los sacerdotes, que son los
mediadores entre Dios y el hombre; y el Matrimonio aporta gracia para
cumplir los deberes de tal estado. ¡Oh, qué grandes bienes nos
traen los Sacramentos!
• Si los
Sacramentos tienen virtud para producir tanto bien, lo deben a la
Preciosa Sangre. Jesús, para santificar a su pueblo, dice San Pablo,
derramó toda su Sangre, muriendo en la cruz. Esta santificación se
nos comunica mediante los Sacramentos. Por tanto, los Sacramentos
obran en nosotros en virtud de la Sangre de Cristo, y sus frutos se
aplican a nosotros por medio de los Sacramentos.
• Santa Teresa,
después de acercarse un día a los Sacramentos, oyó a Jesús, que
decía: He vertido la Sangre con gran dolor y tú gozas de ella con
gran placer. Realmente es así. Jesús derramó su Sangre en medio de
los más atroces dolores, y nosotros sin ningún trabajo gozamos de
sus frutos en los Sacramentos. ¡Ay de quien no aproveche tan grande
don: sólo será causa de su perdición!
Ejemplo: Habiendo
tomado los moros la fortaleza de Mamore, se apoderaron de muchas
sagradas imágenes, entre ellas una de Jesús Nazareno. Dichas
imágenes rescatadas por los Trinitarios, fueron enviadas a diversos
príncipes que las pidieron, siendo la del Nazareno llevada a Madrid,
donde dispensó muchas gracias, entre ellas la conversión de un
pecador obstinado. Hallándose éste próximo a morir, rehusaba los
Sacramentos; más apenas pasó por delante de su casa la procesión
con la bendita imagen, pidió confesor, diciendo: Se me ha aparecido
Jesús Nazareno y me ha dicho: Hijo, ¿por qué no quieres lavarte en
la Sangre que derramé para tu bien? Por esto muy compungido, se
confesó. A nosotros también, oh fieles, el Señor Nazareno nos
muestra su Sangre y nos invita a lavarnos con ella en los
Sacramentos. Seamos, pues, dóciles para corresponder a sus amorosas
invitaciones, acercándonos a menudo a los Sacramentos.
Se medita y se pide
lo que se desea conseguir
Obsequio: Haced el
examen de conciencia y un firme propósito de enmendaros de los
vicios o defectos en que soléis caer.
Jaculatoria
Con Sangre Tuya
Caro Señor,
Rellena y colma
Mi corazón.
Oración para este
día
Piadosísimo Jesús
mío, ¿qué mas podíais hacer por salvarnos? Por mí habéis bajado
del cielo y os habéis revestido de mi misma carne; por mí os habéis
sacrificado en la cruz; y por mí habéis derramado hasta la última
gota vuestra Preciosísima Sangre. Como si esto fuera poco, habéis
querido instituir los Sacramentos, mediante los cuales, por los
méritos de vuestra Sangre, se comunican a las almas las gracias más
especiales, para que puedan salvarse. ¡Y sin embargo yo no me
acerco, o lo hago con frialdad, a estas fuentes de dones celestiales!
¡Qué grande ceguera la mía! Pero ahora propongo firmemente reparar
tan grave error, recibiendo a menudo y con las debidas disposiciones
los Sacramentos; a fin de que enriquecido con las gracias que me
comunican pueda felizmente alcanzar mi eterna salvación. Mientras
tanto, oh Sangre Preciosísima, os rindo las más vivas gracias, y
prometo el más grato reconocimiento por los sumos bienes que, vos
mediante, se nos comunican al recibir los Sacramentos.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada cruz de mis culpas, coronado con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la lanza de mis pecados! ¡Oh Jesús de mi vida! cruz, espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas ofensas: éste es el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y amorosas lágrimas de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis; éste es el agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y vuestra Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma; esta es la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo, cuando, abrazado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi amor sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra bondad. ¡Oh Jesús de toda mi alma! Parece que hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante; Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de mí amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi miseria y perdonadme misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concediéndome benigno que esas espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas, llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor, para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente gozaros. Amén.
V. Señor nos redimisteis con vuestra sangre
P. Y nos habéis hecho un Reino para nuestro Dios
OREMOS
Dios omnipotente y eterno, que habéis constituido a vuestro Hijo único Redentor del mundo y que quisisteis ser aplacado con su Sangre; te rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra salvación, y por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la presente vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo en los cielos. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor que contigo vive y reina por los siglos de los siglos Amén.
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