domingo, 9 de julio de 2017

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO - Día 10


DÍA DÉCIMO



Autor: Un Misionero. Traducido del italiano por O. M. Presbítero. Santiago de Chile, 1919.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.


La sangre de Jesús sirve de salvación a quien se vale de ella, y de condenación a quien la desprecia.
I. Jesús derramó su Sangre para la salvación de todos; sin embargo, el santo anciano Simeón predijo que ella habría de servir de salud para muchos y de ruina para otros; y que ello sucedería cuando el alma de la Madre divina fuera traspasada por la espada del dolor (San Lucas, II, 34, 35). En el calvario María fue por esta atravesada, mientras Jesús derramaba su Sangre en la cruz. Por tanto Jesús crucificado servirá de salvación a quien quiera aprovecharse de la efusión de su Sangre, y servirá de ruina a quien rehúse valerse de ella.
II. Un ladrón crucificado junto a Jesús, despreció obstinadamente su Sangre, y se condenó. Judas traicionó esta Sangre, y desesperado se quitó la vida ahorcándose. Los judíos al pedir la muerte de Jesús, gritaron: “Caiga su Sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos (San Mateo, XXVII, 25)”; y he aquí que pocos años más tarde, el mal que habían imprecado, descendió sobre sus cabezas. Pues muchísimos de ellos fueron muertos, otros hechos cautivos y Jerusalén totalmente destruida, como el mismo Jesús lo había anunciado (San Lucas, XIX, 44). ¡Qué tremendos castigos tiene Dios aparejados a los conculcadores de su Sangre!
III. Si en el tiempo pasado hemos despreciado la Sangre de Jesús, haciéndonos sordos a las divinas inspiraciones, viviendo obstinados en la culpa, y no cooperando a las gracias que Dios nos ha dado; no suceda así en lo futuro, para no atraer sobre nosotros la más terrible venganza del cielo.  La voz de la Preciosa Sangre sirve de misericordia a quien la escucha, pero de condenación a quien la desprecia.
Ejemplo: San Francisco de Borja, llamado al lecho de un moribundo que pertinazmente rehusaba confesarse, con el crucifijo en una mano y palabras de fuego en los labios, hizo poderíos para hacerlo arrepentirse. Más despreciando aquel impío las palabras de Francisco, el crucifijo comenzó a gotear viva Sangre de sus llagas, y con amorosos acentos, dijo: “Mira cuánto he padecido y cuánta Sangre he derramado por ti: ¿por qué, entonces, no te entregas? Ah! Confiésate arrepentido, que te perdono”. Pero aún a vista de tan gran prodigio, permaneció aquél siempre obstinado, y Jesús desclavo una mano y llenándola de Sangre, la arrojó al rostro del pérfido, diciéndole: “Si no la quieres para salvarte, sírvate de condenación”. El desgraciado, blasfemando, murió presa de la más aterradora desesperación (Colección de las Obras del Santo, y su vida, por su sobrino nieto, Francisco Borja). ¡Terrible ejemplo para quien deprecia las divinas gracias que Jesús nos ha merecido con la efusión de su Sangre!
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
Obsequio. Haced el acto de contrición con el firme propósito de valeros siempre de la Sangre Preciosa.


Jaculatoria
Haced que sea,
Caro Señor,
La Sangre vuestra
Mi salvación.


ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¡Qué locura, oh Señor, ha sido hasta ahora la mía de resistir a vuestras gracias! Me habéis ofrecido el perdón y yo lo he rehusado; me habéis extendido vuestros brazos para apretarme al seno, y yo os he vuelto las espaldas y me he escapado; me habéis mostrado la Sangre derramada para salvarme, y yo la he pisoteado cometiendo nuevos pecados! ¡Desgraciado de mí, que no merezco más perdón! Pero ¡ea! Por esta misma Sangre, no me rechacéis, ahora que arrepentido me vuelvo a vos, Sangre Preciosa, con vuestra voz omnipotente, perorad en favor mío; ya que en lo futuro no sólo no quiero jamás pisotearos, sino vivir siempre como vuestro verdadero amante.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada cruz de mis culpas, coronado con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la lanza de mis pecados! ¡Oh Jesús de mi vida! cruz, espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas ofensas: éste es el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y amorosas lágrimas de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis; éste es el agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y vuestra Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma; esta es la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo, cuando, abrazado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi amor sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra bondad. ¡Oh Jesús de toda mi alma! Parece que hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante; Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de mí amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi miseria y perdonadme misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concediéndome benigno que esas espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas, llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor, para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente gozaros. Amén.
V. Señor nos redimisteis con vuestra sangre
P. Y nos habéis hecho un Reino para nuestro Dios

OREMOS

Dios omnipotente y eterno, que habéis constituido a vuestro Hijo único Redentor del mundo y que quisisteis ser aplacado con su Sangre; te rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra salvación, y por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la presente vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo en los cielos. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor que contigo vive y reina por los siglos de los siglos Amén.











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