martes, 11 de julio de 2017

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO - Día 11

DÍA DECIMOPRIMERO




Autor: Un Misionero. Traducido del italiano por O. M. Presbítero. Santiago de Chile, 1919.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS


¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.



Para gozar de los saludables frutos de la Sangre de Jesús se requiere nuestra cooperación


El árbol que no produce fruto, será arrancado y echado al fuego: y el cristiano que no hace buenas obras, será arrojado al infierno. Por esto dice San Pedro: vivid santamente, acordándoos que habéis sido redimidos con la Sangre Preciosa: porque no se puede participar de la redención que esta Sangre nos ha dado, sin nuestra cooperación. Si Dios nos ha creado sin mérito nuestro, no quiere decir que sin méritos nos salvemos.

Dios abrió un camino en el Mar Rojo (figura de la Sangre de Jesús) para librar de sus enemigos a los hebreos; pero fue necesario que estos anduvieran sobre él, para obtener su salvación. Además para que fueran curados de las mordeduras de las serpientes venenosas con que Dios los castigaba, no fue bastante que Moisés, según el mandato divino, alzase la serpiente de bronce (figura de Jesús alzado en la cruz), sino que hubo necesidad de que fijaran la vista en ella. Así también nosotros, para aprovechar de la salvación que nos ha procurado la Preciosa Sangre, hemos de concurrir con buenas obras.

Jesús, subiendo al calvario, quiso ser ayudado del Cireneo a llevar la cruz, para darnos a conocer, dice San Alfonso, que no basta su Sangre sin nuestra cooperación. El hizo cuanto era necesario para satisfacer a la divina justicia, derramando su propia Sangre; pero como no quiere salvarnos a la fuerza, debemos cooperar también nosotros a nuestra salvación. Los santos en el cielo no solo visten túnicas lavadas en la Sangre de Jesús, sino que también en sus manos llevan palmas, en señal de haber combatido ellos también. Cooperemos, pues, a la Sangre divina, y nos salvaremos.

Ejemplo: La sierva de Dios, Clara de Bugni, después de mucho rezar por la salvación de las almas, presa de gran fervor, empezó a decir: “En remisión de mis pecados, ¡Oh Jesús! Dame tu Sangre” y luego vio delante una ampolleta con la Sangre Preciosa; y Jesús, apareciéndosele, le mostró las llagas de donde había brotado. Para participar de la Preciosa Sangre, se acercaba a menudo a la comunión; pero un día, no atreviéndose a comulgar por humildad, se le apareció Jesús en la cruz y la animó a recibirlo sacramentado. Habiendo vivido siempre devota de la Preciosa Sangre y ejercitada en todas las buenas obras, murió asistida de Jesús y de María, y a su muerte desapareció aquella Sangre Preciosa. Imitemos a esta sierva de Dios en la verdadera devoción a la Sangre de Jesús, que consiste en amarlo y hacer el bien, y así nos salvaremos también nosotros.


Se medita y se pide lo que se desea conseguir.

Obsequio: Al salir y entrar en casa, decid:  Sea siempre bendecido y alabado Jesús, que con su Sangre nos ha salvado.


Jaculatoria

Sangre Preciosa
De mi Señor,
Yo quiero amarte
Con sumo ardor.


Oración para este día


¡Oh Jesús mío! Habéis cumplido cuanto se requería para mi salvación eterna, derramando vuestra Sangre hasta la última gota; ¿y yo nada haré por salvarme? ¡Querría el paraíso, sin hacer buenas obras; la recompensa, sin el trabajo; la corona, sin el combate, ni la victoria! ¡Loco de mí! ¿Dónde estaría entonces la justicia? Jesús mío, ya que tanto habéis padecido y derramado tanta Sangre por mi salvación, quiero yo también procurármela con mis buenas obras, ayudado de la gracia que vuestra Sangre me ha obtenido.


ORACIÓN FINAL


¡Oh Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada cruz de mis culpas, coronado con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la lanza de mis pecados! ¡Oh Jesús de mi vida! cruz, espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas ofensas: éste es el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y amorosas lágrimas de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis; éste es el agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y vuestra Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma; esta es la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo, cuando, abrazado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi amor sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra bondad. ¡Oh Jesús de toda mi alma! Parece que hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante; Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de mí amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi, misericordia y perdonadme misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concededme benigno que esas espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas, llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor, para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente gozaros. Amén.




ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS


¡Oh Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada cruz de mis culpas, coronado con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la lanza de mis pecados! ¡Oh Jesús de mi vida! cruz, espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas ofensas: éste es el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y amorosas lágrimas de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis; éste es el agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y vuestra Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma; esta es la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo, cuando, abrazado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi amor sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra bondad. ¡Oh Jesús de toda mi alma! Parece que hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante; Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de mí amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi miseria y perdonadme misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concediéndome benigno que esas espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas, llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor, para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente gozaros. Amén.
V. Señor nos redimisteis con vuestra sangre
P. Y nos habéis hecho un Reino para nuestro Dios


OREMOS




Dios omnipotente y eterno, que habéis constituido a vuestro Hijo único Redentor del mundo y que quisisteis ser aplacado con su Sangre; te rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra salvación, y por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la presente vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo en los cielos. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor que contigo vive y reina por los siglos de los siglos Amén.


















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