Primera
Decena
Segunda parte
Excelencia
del Santísimo Rosario en su origen y en su nombre la Rosa
9)
El Rosario comprende dos cosas, a saber: la oración mental y la
oración vocal.
La
oración mental del Santo Rosario es la meditación de los
principales misterios de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de
su Santísima Madre. La oración vocal del Rosario consiste en decir
quince decenas de avemarías precedidas por un padrenuestro y
terminadas por un gloria. Se meditan y contemplan las quince virtudes
principales que Jesús y María han practica do en los quince
misterios del Santo Rosario.
En
la primera parte, que consta de cinco decenas, se honran y consideran
los cinco misterios gozosos; en la segunda, los cinco misterios
dolorosos; y en la tercera, los cinco misterios gloriosos. De este
modo, el Rosario es un compuesto sagrado de oración mental y vocal
para honrar e imitar los misterios y las virtudes de la vida, muerte,
pasión y gloria de Jesucristo y de María.
2a
Rosa
10)
El Santo Rosario, compuesto en su fondo y substancia de la oración
de Jesucristo y de la salutación angélica esto- es, el padrenuestro
y el avemaría- y la meditación de los misterios de Jesús y María,
es sin duda la primera oración y la devoción primera de los fieles,
que desde los apóstoles y los discípulos se transmitió de siglo en
siglo hasta nosotros.
11)
No obstante, el Santo Rosario, en la forma y método que lo recitamos
al presente, sólo fue inspirado a la Iglesia en 1214 por la
Santísima Virgen, que lo dio a Santo Domingo para convertir a los
herejes albigenses y a los pecadores. Ocurrió en la forma siguiente,
según cuenta el Beato Alano de la Roche en su famos o libro titulado
De Dignitate Psalterii. Viendo Santo Domingo que los crímenes de los
hombres obstaculizaban la conversión de los albigenses, entró en un
bosque próximo a Tolosa y pasó en él tres días y tres noches
en
continua oración y de penitencia, no cesando de gemir, de llorar y
de macerar su cuerpo con disciplinas para calmar la cólera de Dios;
de suerte que cayó medio muerto. La Santísima Virgen, acompañada
de tres princesas del cielo, se le apareció entonces y le dijo:
"¿Sabes
tú, mi querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima
Trinidad para reformar el mundo?" "Oh Señora, respondió
él, Vos lo sabéis mejor que yo, porque después de vuestro Hijo
Jesucristo fuisteis el principal instrumento de nuestra salvación."
Ella añadió: "Sabe que la pieza principal de la batería fue
la salutación angélica, que es el fundamento del Nuevo Testamento;
y por tanto, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos,
reza mi salterio." El Santo se levantó muy consolado y,
abrasado de celo por el bien de aquellos pueblos, entró en la
Catedral. En el mismo momento, sonaron las campanas por intervención
de los ángeles para reunir a los habitantes, y al principio de la
predicación se levantó una espantosa tormenta; la tierra tembló,
el sol se nubló, los repetidos truenos y relámpagos hicieron
estremecer y palidecer a los oyentes; y aumentó su terror al ver una
imagen de la Santísima Virgen expuesta en lugar preeminente,
levantar los brazos tres veces hacia el cielo, para pedir a Dios
venganza contra ellos si no se convertían y recurrían a la
protección de la Santa Madre de Dios.
El
cielo quería por estos prodigios aumentar la nueva devoción del
Santo Rosario y hacerla más notoria.
La
tormenta cesó al fin por las oraciones de Santo Domingo. Continuó
su discurso y explicó con tanto fervor y entusiasmo la excelencia
del Santo Rosario, que los moradores de Tolosa lo aceptaron casi
todos, renunciaron a sus errores, y en poco tiempo se vio un gran
cambio en la vida y las costumbres de la ciudad.
3a
Rosa
12)
Este milagroso establecimiento del Santo Rosario, que guarda cierta
semejanza con la manera en que Dios promulgó su ley sobre el monte
Sinaí, manifiesta evidentemente la excelencia de esta divina
práctica. Santo Domingo, inspirado por el Es píritu Santo, predicó
todo el resto de su vida el Santo Rosario con el ejemplo y la
palabra, en las ciudades y en los campos, ante los grandes y los
pequeños, ante sabios e ignorantes, ante católicos y herejes. El
Santo Rosario -que rezaba todos los días- era su preparación para
predicar y su acción de gracias de haber predicado.
13)
Un día de San Juan Evangelista en que estaba el Santo en Nuestra
Señora de París rezando el Santo Rosario, como preparación a la
predicación, en una capilla situada tras el altar mayor, se le
apareció la Santísima Virgen y le dijo: "Domingo, aunque lo
que tienes preparado para predicar sea bueno, he aquí, no obstante,
un sermón mucho mejor que yo te traigo." Santo Domingo recibe
de sus manos el libro donde estaba el sermón, lo lee, lo saborea, lo
comprende, da gracias por él a la Santísima Virgen. Llega la hora
del sermón, sube al púlpito y, después de no haber dicho en
alabanza de San Juan Evangelista sino que había merecido ser
custodio de la Reina del Cielo, dice a toda la concurrencia de
grandes y doctores que habían venido a oírle - habituados todos a
discursos floridos- que no les hablará con
palabras
de sabiduría humana, sino con la sencillez y la fuerza del Espíritu
Santo. Y, efectivamente, les predicó el Santo Rosario explicándoles
palabra por palabra, como a niños, la salutación angélica,
sirviéndose de comparaciones muy sencillas, que había leído en el
papel que le había dado la Santísima Virgen.
14)
He aquí las mismas palabras del sabio Cartagena, tomadas por él del
libro del Beato Alano de la Roche titulado De Dignitate Psalterii: B.
Alanus Patrem sanctum Dominicum sibi haec in revelatione dixisse
testatur: "Tu praedicas, fili, sed uti caveas ne potius laudem
humanam quaeras quam animarum fructum, audi quid mihi Parisiis
contigit. Debebam in majori ecclesia beatae Mariae praedicare, et
volebam curiose non jactantiae causa, sed propter astantium
facultatem et dignitatem. Cum igitur more meo per horam fere ante
sermonem in psalterio meo (Rosarium intelligit) quadam in capella
post altare majus orarem, subito factus in raptum, cernebam amicam
meam Dei Genitricem afferentem mihi libellum et dicentem: "Dominice,
et si bonum est quod praedicare disposuisti sermonem, tamen longe
meliorem attuli." Laetus librum capio, lego constanter, ut
dixit, reperio, gratias ago, adest hora sermonis, adest parisiensis
Universitas tota, dominorumque numerus magnus. Audiebant quippe et
videbant signa magna quae per me Dominus operabatur; itaque ambonem
ascendo. Festum erat sancti Joannis Evangelistae. De eo aliud non
dico nisi quod custos singularis esse meruit Reginae coeli. Deinde
auditores sic alloquor: Domini et Magistri praestantissimi, aures
reverentiae vestrae solitae sunt curiosos audire sermones et
auscultare. At nunc ego non in doctis humanae sapientiae verbis, sed
in ostensione spiritus et virtutis loquar." Tunc, ait Carthagena
post beatum Alanum, stans Dominicus
"Hijo
mío, tú predicas, pero, para que no busques las
alabanzas
de los hombres antes que la salvación de las almas,
escucha
lo que me sucedió en París. Debía predicar en la magnífica
iglesia
dedicada a la bienaventurada María y quería hacerlo de un
modo
ingenioso, no por orgullo, sino por la influencia y dignidad del
auditorio.
Según
mi costumbre, oraba recitando mi salterio (es decir, el
Rosario),
durante la hora que precedía a mi sermón, en cierta
capilla
tras el altar mayor, y tuve un rapto. Veía a mi amada Señora
la
Madre de Dios, que trayéndome un libro me decía: "Domingo,
aunque
el sermón que has decidido predicar es bueno, te traigo
aquí
otro mejor." Muy gozoso, cogí el libro, lo leí entero y, como
María
había dicho, comprendí bien que aquello era lo que convenía
predicar.
Le di gracias con todo mi corazón. Llegada la hora del
sermón,
tenía delante de mi la Universidad de París en masa y un
gran
número de señores. Ellos oían y veían las grandes señales
que
por mediación mía les hacía el Señor. Subo al púlpito. Era la
fiesta
de San Juan, pero de tal apóstol me contenté con decir que
mereció
ser escogido para custodio singular de la Reina del cielo; y
después
digo así a mi auditorio: Señores y Maestros ilustres, estáis
acostumbrados
a escuchar sermones elegantes y sabios; pero yo
no
quiero dirigiros las doctas palabras de la sabiduría humana, sino
mostraros
el Espíritu de Dios y su virtud." Y entonces -dice
Cartagena
siguiendo al Beato Alano-Santo Domingo explicó la
salutación
angélica por comparaciones y semejanzas familiares.
15)
El Beato Alano de la Roche, como dice el mismo Cartagena, refiere
otras varias apariciones de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen
a Santo Domingo para instarle y animarle a predicar el Santo Rosario,
a fin de combatir el pecado y convertir a pecadores y herejes, dice:
Beatus Alanus dicit sibi a beata Virgine revelatum fuisse Christum
Filium suum apparuisse post se sancto Dominico et ipsi dixisse:
"Dominice, gaudeo quod non confidas in tua sapientia, sed cum
humilitate potius affectas salvare animas quam vanis hominibus
placere. Sed multi praedicatores statim volunt contra gravissima
peccata instare, ignorantes quod ante gravem medicinam debet fieri
praeparatio, ne medicina sit inanis et vacua: quapropter prius
homines debent induci ad orationis devotionem et signanter ad
psalterium meum angelicum; quoniam, si omnes coeperint hoc orare, non
dubium est quin perseverantibus aderit pietas divinae clementiae.
Praedica ergo psalterium meum (2)."
"Domingo,
me alegro de ver que no
confías
en tu sabiduría, sino que, humildemente, prefieres salvar a
las
almas a agradar a los hombres vanos. Muchos predicadores
quieren
en seguida tronar contra los pecados más graves, olvidando
que
antes de dar una medicina penosa, es necesario que tenga
lugar
la preparación. Por eso deben antes exhortar al auditorio al
amor
a la oración, especialmente a mi angélico salterio; porque si
todos
empiezan a rezarlo no es dudoso que la divina clemencia
estará
propicia para los que perseveren. Predica, pues, mi Rosario."
16)
En otro lugar dice el Beato Alano: Omnes sermocinantes et
praedicantes christicolis exordium pro gratia impetranda a
Salutatione angelica faciunt. Hujus rei ratio sumpta est ex
revelatione facta beato Dominico cui beata Virgo dixit:
"Dominice,
fili, nil mireris quod concionando minime proficias. Enimvero aras
solum a pluvia non irrigatum. Scitoque, cum Deus renovare decrevit
mundum Salutationis angelicae pluviam praemisit; sicque ipse in
melius est reformatus. - Hortare igitur homines inconcionibus ad
Rosarii mei recitationem, et magnos animarum fructus colliges."
Quod sanctus Dominicus strenue executus uberes ex suis concionibus
animarum fructus retulit (3).
"Domingo,
hijo -le dijo-, no te sorprendas de que no tengan éxito tus
predicaciones,
porque trabajas en una tierra que no ha sido regada
por
la lluvia. Sabe que, cuando Dios quiso renovar el mundo, envió
de
antemano la lluvia de la salutación angélica, y así es como se
reformó
el mundo. Exhorta, pues, en tus sermones a rezar el
Rosario,
y recogerás grandes frutos para las almas." Y habiéndolo
hecho
así Santo Domingo con constancia obtuvieron sus
predicaciones
notable éxito.
17)
He tenido gusto en copiar palabra por palabra los pasajes latinos de
estos buenos autores en favor de los predicadores y personas
eruditas, que pudieran poner en duda la maravillosa virtud del Santo
Rosario. Mientras siguiendo a Santo Domingo se predicó la devoción
del Santo Rosario, la piedad y el fervor florecían en las órdenes
religiosas que practicaban esta devoción y en el mundo cristiano;
pero desde que no se hizo tanto aprecio de ese presente venido del
cielo, no se ve más que pecado y desórdenes por todas partes.
4a
Rosa
18)
Como todas las cosas, aun las más santas, en cu anto dependen de la
voluntad de los hombres, están sujet as a cambios, no hay porque
sorprenderse de que la Cofradía del Santo Rosario sólo subsistiese
en su primitivo fervor alrededor de cien años después de su
institución. Luego estuvo casi sumida en el olvido. Además, la
malicia y envidia del demonio han contri buido, sin duda, a la menor
estimación del Santo Rosario, para detener los torrentes de gracia
de Dios que esta devoción atraía al mundo. En efecto, la
justicia
divina afligió todos los reinos de Europa el año 1349 con la peste
más horrible que se recuerda, la cual desde L evante se extendió a
Italia, Alemania, Francia, Polonia y Hungría y desoló casi todos
estos territorios, pues de cien hombres apenas quedaba uno vivo; las
poblaciones, las villas, las aldeas y los monasterios quedaron casi
desiertos durante los tres años que duró la epidemia. Este azote de
Dios fue seguido de otros dos: la herejía de los flagelantes y un
desgraciado cisma el año 1376.
19)
Luego que, por la misericordia de Dios, cesaron estas calamidades, la
Santísima Virgen ordenó al Beato Alano de la Roche, célebre doctor
y famoso predicador de la Orden de Santo Domingo del convento de
Dinan, en Bretaña, renovar la antigua Cofradía del Santo Rosario,
para que, ya que esta Cofradía había nacido en esta provincia, un
religioso de la misma tuviese el honor de restablecerla. Este Beato
Padre empezó a trabajar en esta gran obra el año 1460, después que
Nuestro Señor Jesucristo, para determinarle a predicar el Santo
Rosario, le manifestó un día en la Sagrada Hostia, cuando el Beato
celebraba la Santa Misa: "¿Por qué me crucificas tú de
nuevo?" "¿Cómo, Señor?", le contestó el Beato
Alano enteramente sorprendido. "Son tus pecados los que me
crucifican, le respondió Jesucristo, y preferiría ser crucificado
otra vez a ver a mi Padre ofendido por los pecados que has cometido.
Y me crucificas aún, porque tienes ciencia y cuanto es necesario
para predicar el Rosario de mi Madre y por este medio instruir y
desviar muchas almas del pecado; tú los salvarías, impidiendo
grandes males, y, no haciéndolo, eres culpable de los pecados que
ellos cometen." Estos reproches terribles resolvieron al Beato
Alano a predicar incesantemente el Rosario.
20)
La Santísima Virgen le dijo también cierto día, para animarle aún
más a predicar el Santo Rosario: "Fuiste un gran pecador en tu
juventud, pero he obtenido de mi Hijo tu conversión, he rogado por
ti y hubiese deseado, a ser posible, padecer toda clase de penas para
salvarte, pues los pecadores convertidos son mi gloria, y para
hacerte digno de predicar por todas partes mi Rosario." Santo
Domingo, describiéndole los grandes frutos que había conseguido en
los pueblos por medio de esta hermosa devoción que les predicaba
continuamente, le dijo:
"Vides
quomodo profecerim in sermone isto; id etiam facies et tu, et omnes
Mariae amatores, ut sic trahatis omnes populos ad omnem scientiam
virtutum." "Ves el fruto que he conseguido con la
predicación del Santo Rosario; haz lo mismo, tú y todos los que
amáis a María, para de ese modo atraer todos los pueblos al pleno
conocimiento de las virtudes."
Esto
es en compendio lo que la historia nos enseña del establecimiento
del Santo Rosario por Santo Domingo y de su renovación por el Beato
Alano de la Roche.
5a
Rosa
21)
No hay, hablando con propiedad, más que una Cofradía del Rosario,
compuesta de 150 avemarías; pero con relación al fervor de las
distintas personas que lo practican hay tres clases, a saber:
el
Rosario común u ordinario, el Rosario perpetuo y el Rosario
cotidiano. La Cofradía del Rosario ordinario sólo exige que se rece
una vez por semana, y la del Rosario perpetuo, una vez al año; pero
la del Rosario cotidiano exige rezarlo entero -es decir, las 150
avemarías- diariamente.
Ninguno
de estos Rosarios implica obligación bajo pecado, ni aun venial;
porque la promesa de rezarlo es completamente voluntaria y de
supererogación; pero no debe alistarse en la Cofradía quien no
tenga voluntad de cumplir esa promesa, según lo exi ge la Cofradía,
siempre que pueda sin faltar a las obligaciones de su estado. Así,
cuando el rezo del Rosario coincida con una acción que por nuestro
estado es obligatoria, debe preferirse esta acción al Rosario por
santo que sea.
Cuando
en la enfermedad no pueda rezarse en todo ni en parte sin exacerbar
el padecimiento, no obliga. Cuando por legítima obediencia, olvido
involuntario o necesidad apremiante no ha podido rezarse, no hay
ningún pecado, ni aun venial ; y no deja por eso de participarse de
las gracias y méritos de los otros hermanos y hermanas que lo rezan
en todo el mundo.
Cristianos:
si faltáis a este rezo por pura negligencia, sin ningún motivo
formal, absolutamente hablando tampoco pecái s, pero perdéis la
participación en las oraciones, buenas obras y méritos de la
Cofradía, y, por vuestra infidelidad en cosas pequeñas y de
supererogación, caeréis insensiblemente en la infidelidad a las
cosas grandes y de obligación esencial; porque: "Qui spernit
modica paulatim decidet" (4).
Quien
desprecia lo pequeño, poco a poco se precipita»
6a
Rosa
22)
Desde que Santo Domingo estableció esta devoción hasta el año
1460, en que el Beato Alano de la Roche la renovó por orden del
cielo, se le llama el salterio de Jesús y de la Santísima Virgen,
porque contiene tantas salutaciones angélicas como salmos contiene
el salterio de David, y los sencillos e ignorantes, que no pueden
rezar el salterio de David, encuentran en el Rosario un fruto igual y
aun mayor que el que se consigue con el rezo de los salmos de David:
1) Porque el salterio evangélico tiene un fruto más noble, a saber:
el Verbo encarnado, mientras que el salterio de David no hace más
que predecirle; 2) Como la verdad sobrepasa a la figura y el cuerpo a
la sombra, del mismo modo el salterio de la Santísima Virgen
sobrepasa al salterio de David, que sólo fue sombra de aquél; 3)
Porque la Santísima Trinidad es la que ha compuesto el salterio de
la Santísima Virgen o Rosario, que se integra de padrenuestros y
avemarías.
El
sabio Cartagena refiere al respecto: Sapientissimus Aquensis, libro
ejus de Rosacea Corona ad Imperatorem Maximilianum conscripto, dicit:
"Salutandae Mariae ritus novitiis inventis haud quaquam
adscribitur. Si quidem cum ipsa pene ecclesia pullulavit; nam cum
inter ipsa nascentis ecclesiae primordia, perfectiores quoque fideles
tribus illis Davidicorum psalmorum quinquagenis, divinas laudes
assidue celebrarent, ad rudiores quoque qui modo arctius divinis
vacabant piis moris aemulatio est derivata... rati id quod erat,
cuncta illorum sacramenta psalmorum in coelesti hoc elogio
delitescere, si quidem eum quem psalmi venturum concinunt,
hunc
jam adesse, haec formula nuntiavit; sicque trinas salutationum
quinquagenas "Mariae Psalterium" appellare coeperunt,
oratione utique dominica in singulas decades ubique praeposita prout
a psalmidicis observari ante adverterunt (5)."
"No puede
afirmarse que la salutación mariana sea una invención
reciente.
Se extendió con la Iglesia misma.
Efectivamente,
desde los orígenes de la Iglesia, los fieles más
instruidos
celebraban las alabanzas divinas con la triple cincuentena
de
salmos davídicos. Entre los más humildes, que encontraban
serias
dificultades en el rezo del oficio divino, surgió una santa
emulación...
Pensaron, y con razón, que en el celestial elogio -el
Rosario-se
incluyen todos los secretos divinos de los salmos. Sobre
todo
porque los salmos cantaban al que debía venir, mientras que
esta
fórmula se dirige al que ha venido ya. Por eso comenzaron a
llamar
"Salterio de María" a las tres series de cincuenta
oraciones,
anteponiendo
a cada decena la oración dominical, como habían
visto
hacer a quienes recitaban los salmos."
23)
El salterio o Rosario de la Santísima Virgen está dividido en tres
Rosarios de cinco decenas cada uno: 1) Para honrar a las tres
personas de la Santísima Trinidad; 2) Para honrar la vida, muerte y
gloria de Jesucristo; 3) Para imitar a la Iglesia Triunfante, ayudar
a la militante y aliviar a la padeciente; 4) Para imitar las tres
partes de los salmos, cuya primera parte es para la vía purgativa,
la segunda para la vía iluminativa y la tercera para la unitiva; 5)
Para colmarnos de gracia durante la vida, de paz en la muerte y de
gloria en la eternidad.
7a
Rosa
24)
Desde que el Beato Alano de la Roche renovó esta devoción, la voz
pública, que es la voz de Dios, le ha dado el nombre de Rosario, que
significa corona de rosas.
Es
decir, que cuantas veces se reza como es debido el Rosario se coloca
sobre la cabeza de Jesús y de María una coro na compuesta
de
153 rosas blancas y 16 rosas encarnadas del paraíso que jamás
perderán su hermosura ni su brillo. La Santísima Vi rgen aprobó y
confirmó este nombre de Rosario, revelando a varios que le
presentaban tantas rosas agradables cuantas avemarías rezaban en su
honor y tantas coronas de rosas como Rosarios.
25)
El Hermano Alfonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús, rezaba el
Rosario con tanto ardor, que veía con frecuencia a cada padrenuestro
salir de su boca una rosa encarnada, y a cada avemaría, una blanca,
igual en hermosura y buen aroma y solamente distinta en el color.
Las
crónicas de San Francisco cuentan que un joven religioso tenía la
buena costumbre de rezar todos los días antes de la comida la corona
de la Santísima Virgen. Un día, no se sabe por qué, faltó a ella,
y estando servida la cena rogó a su superior que le permitiese
rezarla antes de ir a la mesa. Con este permiso se retiró a su
habitación; pero como tardaba mucho, el superior envió un religioso
a llamarle.
Éste
le encontró iluminado con celestes resplandore y a la Santísima
Virgen con dos ángeles cerca de él. Cada vez que decía un
avemaría, una rosa salía de su boca, y los ángel es cogían las
rosas una tras otra y las colocaban sobre la cabeza de la Santísima
Virgen, que les testimoniaba su consentimiento. Otros dos religiosos,
enviados para saber la causa del retraso de sus compañeros, vieron
este misterio, y no desapareció la Santísima Virgen hasta que
terminó el rezo de la corona.
El
Rosario es, pues, una gran corona, y el de cinco decenas, una
guirnalda de flores o coronilla de rosas celestes que se coloca sobre
las cabezas de Jesús y María. La rosa es la reina d e las flores, y
del mismo modo el Rosario es la rosa y la primera de las devociones.
8a
Rosa
26)
No es posible expresar cuánto estima la Santísi ma Virgen el
Rosario sobre todas las devociones y cuán magnánima es al
recompensar a quienes trabajan para predicarlo, establecerlo y
cultivarlo y cuán terrible es, por el contrario, co n aquellos que
quieren hacerle oposición.
Santo
Domingo en nada puso durante su vida tanto entusiasmo como en alabar
a la Santísima Virgen, predicar sus grandezas y animar a todos a
honrarla por medio del Rosario. Esta poderosa Reina del Cielo, a su
vez, no cesó de derramar sobre Santo Domingo bendiciones a manos
llenas; coronó sus trabajos con mil prodigios y milagros, nada pidió
éste a Dios que no obtuviera por intercesión de la Santísima
Virgen, y -para colmo de favores- Ella le sacó victorioso de la
herejía de los albigenses y le hizo padre y patriarca de una gran
Orden.
La
Santísima Virgen le honró varias veces con su visita para
instruirle sobre los medios de conseguir su salvación, hacerse buen
sacerdote, perfecto religioso e imitador de Jesucristo.
Durante
las tentaciones y persecuciones horribles de los demonios, que le
reducían a una extremada tristeza y casi a la desesperación, le
consolaba y disipaba con su dulce presencia todas estas nubes y
tinieblas. Ella le ensenó el modo de rezar el Rosario, sus
excelencias y sus frutos, le favoreció con la gloriosa calidad de
nuevo esposo y, como arras de sus castos amores, le puso un anillo en
el dedo, un collar hecho con su pelo al cuello, y le dio un Rosario.
El Abad Tritemio, el docto Cartagena, y el sabio Martín Navarro y
otros hablan de él con elogio.
Después
de haber atraido a la Cofradía del Rosario más de cien mil almas,
murió en Zunolle, Flandes, el 8 de septiembre del año 1475.
28)
Envidioso el demonio de los grandes frutos que el Beato Tomás de San
Juan, célebre predicador del Santo Rosario, conseguía con esta
práctica, le redujo por medio de duros tratos a estado de una larga
y penosa enfermedad, en la que fue desahuciado por los médicos. Una
noche en que él se creía infaliblemente a punto de morir se le
apareció el demonio en espantosa figura; pero, elevando él
devotamente los ojos y el corazón hacia una imagen de la Santísima
Virgen que había cerca de su cama, gritó con todas sus fuerzas:
"¡Ayudadme, socorredme, dulcísima Madre mía!" Apenas
hubo acabado estas palabras, la imagen le tendió la mano y le
apretó
el brazo, diciéndole: "No temas Tomás, hijo mío, yo te
auxilio: levántate y continúa predicando la devoció n de mi
Rosario como habías empezado.
Yo
te defenderé contra todos tus enemigos." A estas palabras de la
Santísima Virgen, huyó el demonio. Se levantó el enfermo en
perfecta salud, dió gracias a su buena Madre con un torrente de
lágrimas, y continuó predicando el Rosario con éxito maravilloso.
29)
La Santísima Virgen no favorece solamente a los predicadores del
Rosario, también recompensa gloriosamente a aquellos que, por su
ejemplo, atraen a otros a esta devoción.
A
Alfonso, rey de León y Galicia, que deseaba que todos sus criados
honrasen a la Santísima Virgen con el Santo Rosario, se le ocurrió,
para animarles con su ejemplo, llevar ostensiblemente un gran
Rosario, aunque sin rezarlo, lo que bastó a obligar a todos sus
cortesanos a que lo rezaran devotamente.
El
rey cayó gravemente enfermo y cuando le creían muerto fue
transportado en espíritu al tribunal de Jesucristo, vio allí a los
demonios, que le acusaban de todos los crímenes que había cometido,
y cuando iba a ser condenado a las penas eternas, se presentó a su
favor la Santísima Virgen delante de su divino Hijo; se trajo
entonces una balanza, se colocaron todos los pecados del rey en un
platillo, y la Santísima Virgen colocó en el otro el gran Rosario
que él había llevado en su honor, juntamente con los que, gracias a
su ejemplo, habían rezado otras personas, y esto pesaba más que
todos sus pecados. Y después, mirándole con ojos co mpasivos, le
dijo: "He obtenido de mi Hijo, como recompensa del pequeño
servicio
que me hiciste llevando el Rosario, la prolongación de tu vida por
algunos años. Empléalos bien y haz penitencia." El rey, vuelto
en sí de este éxtasis, exclamó: "¡Oh benditoRosario de la
Santísima Virgen, por el que fui librado de la condenación eterna!"
Después que recobró la salud pasó el resto de su vida con gran
devoción al Santo Rosario y lo rezó todos los días.
Que
los devotos de la Santísima Virgen procuren ganar cuantos fieles
puedan para la Cofradía del Santo Rosario, a ejemplo de estos santos
y de este rey; conseguirán en la tierra la protección de Nuestra
Señora y luego la vida eterna. "Qui elucidant me vitam aeternam
habebunt" (6).
9a
Rosa
30)
Pero veamos ahora qué injusticia es impedir los progresos de la
Cofradía del Santo Rosario y cuáles son los castigo s de Dios para
los desgraciados que la han despreciado y quisieron destruirla.
Como
la devoción del Santo Rosario ha sido autorizada por el cielo con
varios prodigios y aprobada por la Iglesia en varias bulas de los
Papas, sólo los libertinos, impíos y espíritus fuertes de estos
tiempos se atreven a difamar la Cofradía del Santo Rosario o alejar
de ella a los fieles. En verdad que sus lenguas están infectadas con
el veneno del infierno y que son movidas por el espíritu maligno;
porque nadie puede desaprobar la devoción del Santo Rosario sin
condenar
lo más piadoso que hay en la Religión Cristiana, a saber: la
oración dominical, la salutación angélica y los misterios de la
vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre.
Estos
espíritus fuertes, que no pueden sufrir que se rece el Rosario, caen
con frecuencia en el criterio, reprobado, de los herejes, que tienen
horror al Rosario.
Aborrecer
las cofradías es alejarse de Dios y de la piedad, puesto que
Jesucristo nos asegura que se encuentra en medio de los que se reúnen
en su nombre. No es ser buen católico despreciar tantas y tan
grandes indulgencias como la Iglesia concede a las cofradías.
Disuadir a los fieles de que pertenezcan a la del Santo Rosario es
ser enemigo de la salvación de las almas, que por este medio dejan
el partido del pecado para abrazar la piedad. San Buenaventura dijo
con razón que morirá en pecado y se condenará quien haya
despreciado a la Santísima Virgen:
"Qui
negligerit illam morietur in peccatis suis." ¡Qué castigos
aguardan a los que apartan a otros de la devoción a Nuestra Señora!
10a
Rosa
31)
En ocasión en que Santo Domingo predicaba esta devoción en
Carcasona, un hereje se dedicó a poner en ridículo los milagros y
los quince misterios del Santo Rosario, lo que impedía la conversión
de los herejes. Dios permitió, para castigar a este impío, que
15.000 demonios entrasen en su cuerpo; sus parientes le llevaron al
bienaventurado Padre (Santo Domingo) para librarle de los espíritus
malignos.
Aquél
se puso en oración y exhortó a todos los presentes a rezar con él
el Rosario en alta voz, y he aquí que a cada avemaría la Santísima
Virgen hacía salir cien demonios del cuerpo de este hereje en forma
de carbones encendidos. Después que fue curado, abjuró de todos sus
errores, se convirtió y se inscribió en la Cofradía del Rosario,
con otros muchos compañeros arrepentidos con este castigo y con la
virtud del Rosario.
32)
El docto Cartagena, de la Orden de San Francisco, y otros varios
autores refieren que el año 1482, cuando el venerable Padre Diego
Sprenger y sus religiosos trabajaban con gran celo para restablecer
la devoción y la Cofradía del Santo Rosario en la ciudad de
Colonia, dos famosos predicadores, envidiosos de los grandes frutos
que los primeros obtenían con esta práctica, trataron de
desacreditarla en sus sermones, y como tenían talento y predicamento
grandes, disuadieron a muchas personas de inscribirse. Uno de estos
predicadores, para mejor conseguir su pernicioso intento, preparó
expresamente un sermón en domingo. Llegó la hora y el predicador no
aparecía: se le esperó, se le buscó y al fin se le encontró
muerto, sin haber sido auxiliado por nadie. Persuadido el otro
predicador de que este accidente era natural, resolvió suplirle para
abolir la Cofradía del Rosario. El día y hora del sermón llegaron,
y Dios castigó al predicador con una parálisis que le quitó el
movimiento y la palabra. Entonces reconoció su falta y la
de
su compañero, recurrió con el corazón a la Santísima Virgen,
prometiéndole predicar por todas partes el Rosario con tanto brío
como lo había combatido y rogándole que le devolvie se para esto la
salud y la palabra, lo alcanzó de la Santísima Virgen, y,
encontrándose súbitamente curado, se levantó como o tro Saulo,
cambiado de perseguidor en defensor del Santo Rosario. Hizo pública
reparación de su falta y predicó con mucho celo y elocuencia las
excelencias del Santo Rosario.
33)
No dudo de que los espíritus fuertes y críticos de nuestros días,
cuando lean las historias de este librito, las pondrán en duda, como
han hecho siempre, aunque yo no he hecho sino transcribirlas de muy
buenos autores contemporáneos, y en parte de un libro compuesto
recientemente por el R. P. Antonino Thomas, de la Orden de
Predicadores, titulado El Rosal Místico.
Todos
saben que hay tres clases de fe para las diferentes historias. A las
historias de la Sagrada Escritura, les debemos una fe divina; a las
historias profanas que no repugnan a la razón y están escritas por
buenos autores, una fe humana; a las historias piadosas referidas por
buenos autores y en modo alguno contrarias a la razón, a la fe y a
las buenas costumbres, aunque a veces sean extraordinarias, una fe
piadosa. Reconozco que no hay que ser ni muy crédulo ni muy crítico,
y que debemos quedarnos siempre en el medio para encontrar el punto
de verdad y de virtud; pero también sé que así como la caridad
cree fácilmente todo aqu ello que no es contrario a la fe ni a las
buenas costumbres, "Caritas omnia credit" (7), del mismo
modo el orgullo conduce a negar casi todas las historias bien
justificadas con el pretexto de que no están en la Sagrada
Escritura.
La
caridad todo lo cree» (1 Cor 13,7)
Es
el lazo de Satanás, en que han caído los herejes que niegan la
tradición y donde los críticos de hoy caen insensiblemente, no
creyendo porque no comprenden o cuando no les agrada, sin otra razón
que el orgullo y su propia suficiencia.
NOTAS
(1)
El Beato Alano afirma que Santo Domingo le dijo un día en una
revelación: "Hijo mío, tú predicas, pero, para que no busques
las alabanzas de los hombres antes que la salvación de las almas,
escucha lo que me sucedió en París. Debía predicar en la magnífica
iglesia dedicada a la bienaventurada María y quería hacerlo de un
modo ingenioso, no por orgullo, sino por la influencia y dignidad del
auditorio.
Según
mi costumbre, oraba recitando mi salterio (es decir, el Rosario),
durante la hora que precedía a mi sermón, en cierta capilla tras el
altar mayor, y tuve un rapto. Veía a mi amada Señora la Madre de
Dios, que trayéndome un libro me decía: "Domingo, aunque el
sermón que has decidido predicar es bueno, te traigo aquí otro
mejor." Muy gozoso, cogí el libro, lo leí entero y, como María
había dicho, comprendí bien que aquello era lo que convenía
predicar. Le di gracias con todo mi corazón. Llegada la hora del
sermón, tenía delante de mi la Universidad de París en masa y un
gran número de señores. Ellos oían y veían las grandes señales
que por mediación mía les hacía el Señor. Subo al úlpito. Era la
fiesta de San Juan, pero de tal apóstol me contenté con decir que
mereció ser escogido para custodio singular de la Reina del cielo; y
después digo así a mi auditorio: Señores y Maestrosilustres,
estáis acostumbrados a escuchar sermones elegantes y sabios; pero yo
no quiero dirigiros las doctas palabras de la sabiduría humana, sino
mostraros el Espíritu de Dios y su virtud." Y entonces -dice
Cartagena siguiendo al Beato Alano-Santo Domingo explicó la
salutación angélica por comparaciones y semejanzas familiares.
(2)
El Beato Alano dice que la Santísima Virgen le reveló que
Jesucristo su Hijo se había aparecido después de Ella a Santo
Domingo y le había dicho: "Domingo, me alegro de ver que no
confías en tu sabiduría, sino que, humildemente, prefieres salvar a
las almas a agradar a los hombres vanos. Muchos predicadores quieren
en seguida tronar contra los pecados más gr aves, olvidando que
antes de dar una medicina penosa, es necesario que tenga lugar la
preparación. Por eso deben antes exhortar al auditorio al amor a la
oración, especialmente a mi angélico salterio; porque si todos
empiezan a rezarlo no es dudoso que la divina clemencia estará
propicia para los que perseveren. Predica, p ues, mi Rosario."
(3)
Todos los predicadores hacen decir a los cristianos la salutación
angélica, al principio de sus sermones, para obtener la gracia
divina. La razón de ello se encuentra en una revelación hecha a
Santo Domingo por la bienaventurada Virgen.
"Domingo,
hijo -le dijo-, no te sorprendas de que no tengan éxito tus
predicaciones, porque trabajas en una tierra que no ha sido regada
por la lluvia. Sabe que, cuando Dios quiso renovar el mundo, envió
de antemano la lluvia de la salutación angélica, y así es como se
reformó el mundo. Exhorta, pues, en tus sermones a rezar el Rosario,
y recogerás grandes frutos para las almas. " Y habiéndolo
hecho así Santo Domingo con constancia obtuvieron sus predicaciones
notable éxito.
(4)
Si 19,1.
(5)
El sapientísimo de Aix-la-Chapelle -J. Bessel-, en su libro La
Corona de Rosas, dedicado al emperador Maximiliano, dice: "No
puede afirmarse que la salutación mariana sea una invención
reciente. Se extendió con la Iglesia misma.
Efectivamente,
desde los orígenes de la Iglesia, los fieles más instruidos
celebraban las alabanzas divinas con la triple cincuentena de salmos
davídicos. Entre los más humildes, que encontraban serias
dificultades en el rezo del oficio divino, surgió una santa
emulación... Pensaron, y con razón, que en el celestial elogio -el
Rosario-se incluyen todos los secretos divinos de los salmos. Sobre
todo porque los salmos cantaban al que debía venir, mientras que
esta fórmula se dirige al que ha venido ya. Por eso comenzaron a
llamar "Salterio de María" a las tres series de cincuenta
oraciones, anteponiendo a cada decena la oración dominical, como
habían visto hacer a quienes recitaban los salmos."
(6)
Si 24,31.
(7)
1 Cor 13,7.
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