SANTA
LUTGARDA DEL SAGRADO CORAZÓN
Y
SUS LETANÍAS
(Fiesta
16 de junio)
Mística
con quien el Señor intercambió su Corazón.
Entre
las místicas más notables de los siglos doce y trece, no hay otra
figura más amable que la de santa Lutgarda. Junto con Santa
Gertrudis y Santa
Matilde,
es una de las primeras propagadoras de la devoción al Costado Herido
de Nuestro Redentor. Cinco siglos antes de las revelaciones a Santa
Margarita María Alacoque,
fue la primera a quien el Señor le dio a conocer los misterios de su
Sacratísimo Corazón, llegando a pedirle que le entregase el suyo
para intercambiarlo con el de Él.
Sus
biografías fueron escritas por el dominico Tomás
de Cantimpré
(fallecido en 1270) como parte de una colección de tres o cuatro de
sus manuscritos del Acta Sanctorum, junio, vol. IV, y por su
contemporáneo Willem
von Affligem, cuya «Vita
Lutgardis»
se conserva en la Biblioteca Kongelige de Copenhagen.
INFANCIA
Y ENTRADA EN RELIGIÓN
Hija
de un ciudadano de Tongres, en Holanda, nació en 1182. A los doce
años de edad fue encomendada a las monjas benedictinas del convento
de Santa Catalina, cerca de Saint-Trond, no por piedad, sino porque
el dinero que se conservaba para su dote matrimonial había sido
perdido en un mal negocio de su padre y, sin él, era muy dudoso de
que pudiese hallar un marido conveniente. Lutgarda era una muchacha
alegre que gustaba de las diversiones inocentes, sin ninguna vocación
religiosa aparente, y en el convento vivía como una especie de
pensionista, libre para entrar y salir cuando quisiera y para recibir
las visitas de sus amistades. Sin embargo, cierto día en que
charlaba con una de ellas, tuvo una visión de Nuestro Señor
Jesucristo quien junto con mostrarle sus heridas, le pedía que lo
amase sólo a Él. Lutgarda lo aceptó al instante como su Prometido
celestial y, desde aquel momento, renunció a todas las
preocupaciones de este mundo. Algunas de las monjas que observaron su
cambio repentino y súbito fervor, vaticinaron que aquello no
duraría; pero estaban equivocadas. Su devoción aumentaba, y por
momentos llegó a sentir tan vivamente la presencia del Señor que,
al rezar, lo veía con sus ojos corporales, hablaba con Él en una
forma casi familiar y, si acaso la llamaban sus hermanas para cumplir
con algunas de las obligaciones prescriptas por la santa regla, decía
sencillamente: «Aguárdame
aquí, mi Señor; volveré tan pronto como termine esta tarea».
BENEFICIADA
POR GRACIAS MÍSTICAS
Con
frecuencia se le aparecía Nuestro Señor y una vez tuvo una visión
de santa Catalina, la patrona de su convento; en otra ocasión vio a
san Juan el Evangelista con el aspecto de un águila. A menudo,
durante sus éxtasis, se alzaba un palmo del suelo o bien irradiaba
de su cabeza una extraña luz. Tuvo la gracia de que se le permitiera
compartir, místicamente, el sufrimiento de nuestro Salvador, cuando
meditaba sobre su Pasión; en esas ocasiones, aparecían sobre su
frente y en sus cabellos minúsculas gotas de sangre. Su amor
comprendía a todos los que Cristo había venido a redimir, y sentía
como propios los dolores y penurias de cualquiera de los seres
humanos. Y en verdad, eran tan ardientes y tan apasionadas sus
intercesiones por otros, que le pedía a Dios quitarle la vida antes
que rehusar su misericordia al alma por la que suplicaba. Según la
beata María de Oignies (1177
- 1213),
Lutgarda era una intercesora sin igual por los pecadores y las almas
del purgatorio.
PERFECCIÓN
RELIGIOSA
Hacía
doce años que Lutgarda vivía en el convento de Santa Catalina,
cuando se sintió inspirada a abrazar la regla más estricta de los
cistercienses. Hubiese querido entrar a un convento donde se hablara
el alemán, pero por consejo de su confesor y de su amiga, la Beata
Cristina “La Admirable” (1150-1224), que también se hallaba en
el convento de Santa Catalina, decidió ingresar a la casa del Císter
en Aywiéres. Ahí no se hablaba más que el francés, una lengua que
Lutgarda nunca dominó, pero gracias a su ignorancia del idioma, pudo
rehusar diversos altos cargos que le ofrecieron en Aywiéres y en
otras partes. En todo momento, su humildad fue extraordinaria;
continuamente se quejaba de su impotencia para responder como era
debido a las gracias que el cielo le concedía. Cierta vez, fueron
tan vehementes las plegarias en las que ofrecía su vida a Dios que,
por el impulso de su pasión, se reventó una de sus venas y tuvo una
fuerte hemorragia. En aquel momento, le fue revelado que, en el
cielo, su efusión de sangre se aceptaba como un martirio.
A
causa de este cambio de orden religiosa es que se la representa
indistintamente con hábito negro y blanco.
COMUNIÓN
DE CORAZONES
En
ella observamos una manifestación mística sin precedentes, nunca
antes vista ni después conocida con estas características, como fue
el intercambio de corazones. Lutagarda poseía el don de curación y
por eso muchos acudían a ella; esto le impedía tener tiempo para su
oración y entonces, un día, le dijo a Jesús:
-“¿Cuál
es la ventaja de mi don de curación si hace imposible mis visitas a
Ti? Por favor tómalo, y dame en cambio algo mejor”.
El
Señor le respondió: -“¿Qué deseas?”
Lutgarda
hizo algunas peticiones a Su Señor y al final, Éste le volvió a
preguntar: -“¿Qué
más deseas?”
Lutgarda
le pidió Su Corazón. Y el Señor le respondió que Él también
anhelaba vehementemente el corazón de ella.
Lutgarda
aceptó que fuera así: -“Tu amor y el mío; que sean uno y el
mismo. Sólo entonces me sentiré a salvo”.
Luego
se produjo el intercambio de corazones.
(Acta
Sanctorum, Iun. IV (1707), 193. Trad. Debongnie 156.)
ÚLTIMOS
AÑOS Y MUERTE
Once
años antes de morir, perdió la vista y recibió esa desgracia con
evidente regocijo, como una gracia de Dios para desprenderla más del
mundo visible. Poco después de haber quedado ciega, emprendió el
último de sus prolongados ayunos. En el curso de aquella penitencia,
se le apareció Nuestro Señor para anunciarle su próxima muerte y
las tres cosas que debía hacer para prepararse a recibirla. Ante
todo, tenía que dar gracias a Dios, sin cesar, por los bienes que
había recibido; con igual insistencia, tendría que orar por la
conversión de los pecadores: y para todo, debería confiar
únicamente en Dios, en espera del momento en que habría de poseerlo
para siempre. Tal como lo había predicho, santa Lutgarda murió en
la noche del sábado posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad,
precisamente cuando comenzaba el oficio nocturno para el domingo. Era
el 16 de junio de 1246.
Venerada
en Aywières durante siglos, sus reliquias fueron exhumadas en el
siglo 16, e inscrita en el Martirologio Romano en 1584.
El
4 de diciembre de 1796, como consecuencia de la Revolución
Francesa ,
sus reliquias fueron
trasladadas a Ittre,
donde permanecen hasta hoy.
LETANÍAS
DE SANTA LUTGARDA DEL SAGRADO CORAZÓN
Señor,
Ten piedad de nosotros.
Cristo,
ten piedad de nosotros.
Señor,
ten piedad de nosotros.
Cristo,
óyenos.
Cristo,
escúchanos.
Dios
Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios
Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Espíritu
Santo, que sois Dios, Ten piedad de nosotros.
Santísima
Trinidad, que sois un sólo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa
María, ruega por nosotros.
Santa
Madre de Dios.
Santa
Virgen de vírgenes.
Santa
Lutgarda, dulce y amable virgen.
Santa
Lutgarda, simple y humilde virgen.
Santa
Lutgarda, ilustre por un sin número de milagros.
Santa
Lutgarda favorecida con del don de profecía.
Santa
Lutgarda, espejo o reflejo de piedad.
Santa
Lutgarda, lis de castidad.
Santa
Lutgarda, flor de santidad.
Santa
Lutgarda, refugio de los desdichados.
Santa
Lutgarda, modelo de almas generosas.
Santa
Lutgarda, gloria de la vida religiosa.
Santa
Lutgarda, víctima de los pecados del mundo.
Santa
Lutgarda, consuelo de las almas del Purgatorio.
Santa
Lutgarda, hija privilegiada de María.
Santa
Lutgarda, esposa escogida de Jesús.
Santa
Lutgarda, adoratriz del Sagrado Corazón.
Santa
Lutgarda, primera custodia o celadora del Sagrado Corazón.
Sednos
propicia, asístenos Santa Lutgarda.
Por
el Tan Dulce Nombre de Jesús. (asístenos Santa Lutgarda.)
Por
la inefable Bondad del Corazón de Jesús.
Por
el Amor con el cual Él la buscó.
Por
las gracias inauditas que Él te ha concedido.
Por
la Paz con que Él colmó tu alma.
Por
la Gloria con la cual Él te corona en el Cielo
Pobres
pecadores, te rogamos, óyenos.
En
la triste situación en que nos encontramos.( te rogamos, óyenos)
A
fin de que la Santa Iglesia salga victoriosa de sus adversidades.
A
fin de que sus hijos perseguidos perseveren hasta el final.
A
fin de que los poderosos de la tierra comprendan y cumplan sus
deberes.
A
fin de que la devoción del Sagrado Corazón de Jesús se propague
más y más.
A
fin de que se establezca por toda la tierra el reino de Jesucristo.
Cordero
de Dios, que quitas los pecados del mundo, óyenos Señor.
Cordero
de Dios, que borra los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero
de Dios, que borra los pecados del mundo, ten piedad de nosotros
Señor.
Ruega
por nosotros, Santa Lutgarda, a fin de que seamos dignos de las
promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Oremos
Concédenos,
Señor, por la intercesión de que Santa Lutgarda, que siempre te fue
agradable por el mérito de su castidad, la práctica de las
virtudes y obtener así Vuestra Indulgencia. Por Jesucristo tu Hijo,
Nuestro Señor, quien contigo vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.
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