domingo, 13 de marzo de 2016

ESCLAVITUD MARIANA - DIA 33

CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO A JESUCRISTO, LA SABIDURÍA 
ENCARNADA, POR LAS MANOS DE MARÍA


San Luis María Grignion de Monfort
DÍA 33
DÍA FINAL


¡Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amabilísimo y adorable Jesús!, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Eterno Padre y de María, siempre Virgen, os adoro profundamente en el seno y en los esplendores de vuestro Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, vuestra dignísima Madre, en el tiempo de vuestra Encarnación.
Os doy gracias de que os hayáis anonadado a Vos mismo, tomando la forma de un esclavo, para sacarme de la cruel esclavitud del demonio. Os alabo y glorifico porque os habéis dignado someteros a María, vuestra Santísima Madre, en todas las cosas, a fin de hacerme por Ella vuestro esclavo fiel.
Mas, ¡ay!, ingrato e infiel como soy, no he guardado los votos y las promesas que tan solemnemente hice en mi bautismo; no he cumplido mis obligaciones; no merezco ser llamado vuestro hijo ni vuestro esclavo; y como en mí nada hay que no merezca vuestra repulsa y vuestra cólera, no me atrevo por mí mismo a acercarme a vuestra santa y augusta Majestad.
Por eso recurro a la intercesión y a la misericordia de vuestra Santísima Madre, que me habéis dado como mediadora Vos; y por su intermedio espero obtener de Vos la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la Sabiduría.
Os saludo, pues, ¡oh María Inmaculada!, tabernáculo viviente de la Divinidad, donde la Sabiduría eterna escondida quiere ser adorada por los ángeles y los hombres.
Os saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está sometido todo lo que está debajo de Dios.
Os saludo, ¿oh refugio seguro de los pecadores!, cuya misericordia a nadie ha faltado; escuchad los deseos que tengo de la divina Sabiduría, y recibid para ello los votos y las ofrendas que mi bajeza os presenta.
Yo, N …, pecador infiel, renuevo y ratifico hoy, en vuestras manos, los votos de mi bautismo. Renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y me doy todo entero a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los días de mi vida, y a fin de que le sea mas fiel de lo que hasta aquí he sido os elijo hoy, ¡oh María!, en presencia de toda la corte celestial, por Madre y Dueña mía. Os entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y el valor de mismo de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras, dejándoos entero y pleno derecho para disponer de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, según vuestro beneplácito, y para la mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.
Recibid, ¡oh Virgen bendita!, esta pequeña ofrenda de mi esclavitud; en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría eterna se ha dignado tener a vuestra maternidad; en homenaje del poder que tenéis ambos sobre este pequeño gusanillo y este miserable pecador, y en acción de gracias por los privilegios con que os ha favorecido la Santísima Trinidad.
Protesto que en adelante quiero, como verdadero esclavo vuestro, procurar vuestro honor y obedeceros en todas las cosas.
¡Oh Madre admirable!, presentadme a vuestro querido Hijo, en calidad de esclavo eterno, a fin de que, habiéndome rescatado por Vos, me reciba por Vos.
¡Oh Madre de misericordia!, concededme la gracia de obtener la verdadera Sabiduría de Dios, y de contarme, por ende, en el número de los que Vos amáis, enseñáis, conducís, alimentáis y protegéis como a hijos y esclavos vuestros.
¡Oh Virgen fiel!, hacedme en todas las cosas tan perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, vuestro Hijo, que llegue, por vuestra intercesión, a ejemplo vuestro, a la plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en el cielo. Amén.


Fórmula breve de consagración, para todos los días.


¡Oh María Inmaculada, buenísima Soberana mía, cómo me regocijo en ser vuestro esclavo de Amor! Os entrego y consagro mi cuerpo y mi alma, con todos mis bienes interiores y exteriores, naturales y sobrenaturales, pasados, presente y futuros. Quiero también en este día ganar cuantas indulgencias pueda y os las entrego. ¡Mi queridísima Madre!, renuncio a mi propia voluntad, a mis pecados, disposiciones e intenciones; quiero lo que Vos queréis; me arrojo en vuestro Corazón abrazado de amor, divino molde en el que debo formarme, y en él me escondo y me pierdo para rogar, obrar y sufrir siempre por Vos y con Vos, a la mayor gloria de vuestro divino Hijo, Jesús. Amén.


Sub tumm praesidium…


Sub tuum praesidium confugimus, santa Dei Genitrix; nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus; sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, ¡oh Santa Madre de Dios! No desoigas nuestras súplicas en nuestras necesidades; antes bien, de todos los peligros líbranos siempre, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.


Oración a Jesús viviente en María


O Jesu vivens in Maria ¡Oh Jesús que vives en María!,
veni et vive in famulis tuis, ven y vive en tus siervos,
in spiritu sanctitatis tuae, con el espíritu de tu santidad,
in plenitudine virtutis tuae, con la plenitud de tu fuerza,
in perfectione viarum tuarum, con la perfección de tus caminos,
in veritate virtutum tuarum, con la verdad de tus virtudes,
in communione mysteriorum, con la comunión de tus misterios,
dominare omni adversae potestati, domina toda potestad adversa,
in Spiritu tuo ad gloriam Patris. Con tu Espíritu, para gloria del Padre.
Amén. Amén.


Oración abrasada


Para pedir, a Dios, misioneros para la Compañía de María
ACORDAOS, Señor, acordaos de vuestra Congregación que habéis poseído desde el comienzo, pensando en ella desde la eternidad; que Vos teníais en vuestra mano omnipotente, cuando, con una palabra, creábais el universo de la nada; y que aún ocultábais en vuestro corazón, cuando vuestro Hijo, muriendo en la cruz, la consagró por su madre, y la confió como depósito precioso a los cuidados de su Santísima Madre: Memor esto Congregationis tuae quam possedisti ab initio (Ps. LXXIII, 2)
Esuchad, Señor, los designios de vuestra misericordia; suscitad los hombres de vuestra diestra, tales como los habéis mostrado dando conocimientos proféticos a algunos de vuestros mas grandes servidores, un San Francisco de Paula, un San Vicente Ferrer, una Santa Catalina de Siena, y a tantas otras grandes almas en el siglo último pasado, y aún en aquel en que vivimos.
Memento: Dios Omnipotente, acordaos de esta Compañía, aplicándole la omnipotencia de vuestro brazo, que no se ha acortado, para darla a luz, y para conducirla a su perfección: Innova signa, immuta mirabilia (Eccli. XXXVI, 6: “Renovad vuestros prodigios, haced milagros nuevos”), sentiamus adjutorium brachii tui. Oh gran Dios, que de las piedras en bruto podéis hacer otros tantos hijos de Abrahán (CF. Mat. III, 9. Luc. III, 8), decid una sola palabra como Dios para enviar buenos operarios a vuestra cosecha y buenos misioneros a vuestra Iglesia.
Memento: Dios de bondad, acordaos de vuestras antiguas misericordias, y por esas mismas misericordias, acordaos de esta Congregación; acordaos de las promesas reiteradas que habéis hecho por vuestros profetas y por vuestro mismo Hijo, de escucharnos en nuestros justos ruegos. Acordaos de los ruegos que vuestros servidores y vuestras servidoras Os han dirigido con este objeto desde hace tantos siglos. ¡Que sus votos, sus suspiros, sus lágrimas y su sangre derramada lleguen a vuestra presencia para solicitar poderosamente vuestra misericordia! Pero, acordaos sobre todo de vuestro querido Hijo: Respice in faciem Christi tui (Ps. LXXXIII, 10: “Pon los ojos en el rostro de tu Cristo”). Su agonía, su confusión y su amorosa queja en el Huerto de los Olivos, cuando dijo: Quae utilitas in sanguine meo (Ps. XXIX, 10: “¿Qué utilidad acarreará mi sangre?”), su muerte cruel y su sangre derramada Os claman en alta voz misericordia, a fin de que, por medio de esta Congregación, su imperio sea establecido sobre las ruinas del imperio de sus enemigos.
Memento: Acordaos, Señor, de esta Comunidad en los efectos de vuestra justicia. Tempus faciendi, Domine, dissipaverunt legem tuam (Ps. CXVIII, 126: “Tiempo es de obrar, Señor, conculcaron tu ley”): es tiempo de hacer lo que habéis prometido hacer. Vuestra divina ley transgredida; vuestro Evangelio abandonado; los torrentes de iniquidad inundan toda la tierra y hasta arrastran a vuestros servidores; toda la tierra está desolada (Jer. XII, 11); la impiedad está sobre el trono; vuestro santuario es profanado, y la abominación está hasta en el lugar santo (Cf. Mat. XXIV, 13). ¿Dejaréis todo, así, en el abandono, justo Señor, Dios de las venganzas? ¿Llegará a ser todo, al fin, como Sodoma y Gomorra? ¿Os callaréis siempre? ¿No es preciso que vuestra voluntad se haga en la tierra como en el cielo, y que venga vuestro reino? ¿No habéis mostrado de antemano a algunos de vuestros amigos una futura renovación de vuestra Iglesia? ¿No deben los judíos convertirse a la verdad? ¿No es eso lo que la Iglesia espera? ¿No Os claman justicia todos los santos del cielo: vindica? (Fest. SS. Inocentium, Ant. 5) ¿No Os dicen todos los justos de la tierra: Amen, veni Domine? (Apoc. XXII, 20: “Así sea. ¡Ven Señor!) Todas las criaturas, hasta las mas insensibles, gimen bajo el peso de los innumerables pecados de Babilonia, y piden vuestra venida para restablecer todas las cosas. Omnis creatura ingemiscit, etc… (Rom. VIII, 22).
Señor Jesús, memento Congregationis tuae. Acordaos de dar vuestra Madre una nueva Compañía, para renovar por ella todas las cosas, y para terminar por María los años de la gracia, como por Ella los comenzasteis.
Da matri tuae liberos, alioquin moriar (El Santo hace suya la palabra de ardiente súplica de Raquel. (Gén. XXX, 1)): dad hijos y servidores a vuestra Madre; de otro modo, ¡que yo muera!
Da matria tuae. Por vuestra Madre os ruego. Acordaos de sus entrañas y de sus pechos, y no me rechacéis; acordaos de quién sois Hijo, y escuchadme; acordaos de lo que Ella Os es y de lo que Vos le sois, y satisfaced mis votos.
¿Qué es lo que yo Os pido?, nada en mi favor, todo para vuestra gloria. ¿Qué es lo que yo Os pido?, lo que Vos podéis, y aún, oso decirlo, lo que Vos debéis acordarme como Dios verdadero que sois, a quien todo poder ha sido dado en el cielo y en la tierra (Marc. XXVIII, 18), y como el mejor de todos los hijos, que amáis infinitamente a vuestra Madre.
¿Qué es lo que yo Os pido?, Liberos: sacerdotes libres de vuestra libertad, desapegados de todo, sin padre, sin madre, sin hermanos, sin hermanas, sin parientes según la carne, sin amigos según el mundo, sin bienes, sin trabas, sin cuidados y aun sin propia voluntad.
Liberos: esclavos de vuestro amor y de vuestra voluntad; hombres según vuestro corazón, que, sin propia voluntad que los manche y los detenga, hagan vuestras voluntades y derriben a todos vuestros enemigos, comootros tantos nuevos Davides, con el báculo de la Cruz y la honda del santo Rosario en las manos: In baculo Cruce et in virge Virgine (San Pedro Damián, Sermo in Assumpt., cit. S. A. VI, 422).
Liberos: nubes elevadas de la tierra y llenas de rocío celestial, que sin impedimento vuelan por todos lados según el soplo del Espíritu Santo. Son ellos, en parte, de quienes vuestros profetas tuvieron conocimiento, cuando preguntaban: Qui sunt isti qui ut nubes volant (Is. LX, 8. “¿Quiénes son éstos que vuelan como nubes?” – Ubi erat impetus sipiritus, illuc gradiebantur (Ez. I, 12. “Iban allí donde el Espíritu los impelía”).
Liberos: Gente siempre en vuestra mano, siempre prestos a obedeceros, a la voz de sus superiores, como Samuel: Praesto sum (I Reg. III, 16. “Presto estoy”), siempre prestos para correr y sufrir todo con Vos y para Vos, como los Apóstoles: Eamus et nos, ut moriamur cum eo (Juan IX, 16. “Vamos también nosotros, y muramos con El”).
Liberos: Verdaderos hijos de María, vuestra Santísima Madre, que sean engendrados y concebidos por su caridad, llevados en su seno, puestos a sus pechos, alimentados con su leche, educados con sus cuidados, sostenidos con su brazo y enriquecidos con sus gracias.
Liberos: Verdaderos servidores de la Santísima Virgen, que, como otros tantos santos Domingos, vayan por doquiera, con la antorcha luciente y ardiente del Santo Evangelio en la boca, y el Santo Rosario en la mano, para ladrar como canes, quemar como fuegos, e iluminar las tinieblas del mundo como soles; y que, por medio de una verdadera devoción a María, es decir, interior sin hipocresía, exterior sin crítica, prudente sin ignorancia, constante sin ligereza, y santa sin presunción, aplasten por todas partes por donde vayan, la cabeza de la antigua serpiente (Apoc. XX, 2. “…serpentem antiquum, qui est diabolus, et Santanas…”), a fin de que la maldición que le habéis dado sea cumplida enteramente. Inimicitias ponam inter te et mulierem, et semen tuum et semen illius; ipsa conteret caput tuum (Gén. III, 15. “Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, y tu linaje y el de ella; y ella aplastará tu cabeza”).
Verdad es, gran Dios, que el demonio pondrá, como Vos lo habéis predicho, grandes asechanzas al talón de esta misteriosa mujer, es decir, a esta pequeña Compañía de sus hijos que vendrán al fin del mundo; y que habrá grandes enemistades entre esta bienaventurada posteridad de María y la raza maldita de Satanás; pero es una enemistad totalmente divina, y la sola de que seais autor: Inimicitias ponam.
Mas, esos combates y esas persecuciones, que los hijos de la raza de Belial librarán contra la raza de vuestra Santísima Madre, no servirán sino para hacer brillar mas el poder de vuestra gracia, el valor de su virtud y la autoridad de vuestra Madre: puesto que Vos le habéis, desde el comienzo del mundo, encomendado la misión de aplastar a ese orgulloso, por la humildad de su corazón y de su talón: Ipsa conteret caput tuum.
Alioquin moriar. ¿No es preferible para mí morir, que veros, Dios mío, todos los días tan cruel y tan impunemente ofendido, y de verme todos los días cada vez mas en el peligro de ser arrastrado por los torrentes de iniquidad que crecen? ¡Mil muertes me serían mas tolerables! O enviadme socorro del cielo o tomad mi alma. Si no tuviera la esperanza de que tarde o temprano escuhcaréis a este pobre pecador, en los intereses de vuestra gloria, como ya habéis escuchado a tantos otros: Iste pauper clamavit et Dominus exaudivit eum (Ps. XXXIII, 7: “Este pobre clamó y el Señor lo escuchó”), yo Os rogaría absolutamente con un profeta: Tolle animam meam (111 Reg. XIX, 4: “Toma mi alma (quítame la vida)”. Pero la confianza que tengo en vuestra misericordia me hace decir, con otro profeta: Non moriar, sed vivam et narrabo opera Domini (Ps. CXVII, 17: “No moriré, sino que viviré y narraré las obras del Señor”); hasta que pueda decir, con Simeón: Nunc dimittis servum tuum, Domine… in pace, quia viderunt oculi mei, etc. (Luc. II, 29-30: “Ahora deja, Señor, a tu siervo se vaya en paz, según tu palabra. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, que preparaste a la vista de todos los pueblos: Luz para la revelación de las naciones, y gloria de tu pueblo de Israel”).
Memento: Espíritu Santo, acordaos de producir y formar hijos de Dios, con vuestra divina y fiel Esposa María. Vos habéis formado la Cabeza de los predestinados con Ella y en Ella; con Ella y en Ella debéis formar todos sus miembros. Vos no engendráis ninguna divina Persona en la Divinidad; en cambio solo Vos formáis todas las personas divinas fuera de la Divinidad; y todos los santos, que han sido y serán hasta el fin del mundo, son otras tantas obras de vuestro amor unido a María. El reinado especial de Dios Padre ha durado hasta el Diluvio, y ha sido terminado por un diluvio de agua; el reinado de Jesucristo ha sido terminado por un diluvio de sangre; pero vuestro reinado, Espíritu del Padre y del Hijo, continua al presente y será terminado por un diluvio de fuego, de amor y de justicia.
¿Cuándo será que vendrá este diluvio de fuego de puro amor, que debéis encender sobre toda la tierra de una manera tan dulce y tan vehemente, que todas las naciones, los turcos, los idólatras, los judíos mismos arderán en él y se convertirán? Non est qui se abscondat a calore ejus (Ps. XVIII, 7: “No hay quien se esconda de su calor”). Accendatur (¡Que se encienda!): que ese divino fuego, que Jesucristo ha venido a traer a la tierra, se encienda antes de que encendáis el de vuestra cólera, que reducirá a cenizas toda la tierra. ¡Emitte Spiritum tuum, et creabuntur, et renovabis faciem terrae! … (Versículo de la oración al Espíritu Santo (Cf. Ps. CIII, 30): “Enviad a vuestro Espíritu y las cosas serán creadas, y renovaréis la faz de la tierra”) Enviad este Espíritu todo de fuego a la tierra, para crear en ella sacerdotes de fuego, por cuyo ministerio sea renovada la faz de la tierra, y vuestra Iglesis reformada.
Memento Congregationis tuae: Es una congregación, es una asamblea, es una elección, es una tría de predestinados que debéis hacer en el mundo y del mundo: Ego elegi vos de mundo (Juan XV, 19: “Os he elegido de en medio del mundo”). Es un rebaño de corderos apacibles que debéis juntar entre tantos lobos; una compañía de castas palomas y de águilas reales entre tantos cuervos; un enjambre de abejas entre tantos zánganos; una manada de ágiles ciervos entre tantas tortugas; un batallón de valerosos leones entre tantas tímidas liebres. ¡Ah, Señor: Congrega nos de nationibus! (Ps. CV, 47: “Congréganos de (todas) las naciones”) Reúnenos, únenos, a fin de que se dé toda la gloria a vuestro nombre santo y poderoso (Cf. Ps. CXIII, 9: “Non nobis, Domine, non nobis; Sed nomini tuo da gloriam”).
Vos habéis predicho esta ilustre compañía a vuestro profeta, que explícasela en términos muy oscuros y muy secretos, pero del todo divinos: 1. Pluviam voluntariam segregabis, Deus, haereditati tuae, et infirmata est, tu vero perfecisti eam. 2. Animalia tua habitabunt in ea. Parasti in dulcedine tua pauperi, Deus. 3. Dominus dabit verbum evangelizantibus virtute multa. 4. Rex virtutum dilecti dilecti, et speciei domus dividere spolia. 5. Si dormiatis inter medios cleros, pennae columbae deargentatae, et posteriora dorsi ejus in pallori auri. 6. Dunt discernit coelestis reges super eam, nive dealbabuntur in Selmon. Mons Dei, mons pinguis; 7. mons coagulatus, mons pinguis; ut quid suspicamini montes coagulatos? 8. Mons in quo beneplacitum est Deo habitare in eo, etenim Dominus habitabit in finem (Ps. LXVII, 10-17: “Habéis segregado una lluvia voluntaria, oh Dios, para vuestra heredad; y cuando se debilitó, Vos la habéis reconfortado. Vuestros animales habitarán en ella. Preparasteis en vuestra dulzura, oh Dios, alimento par ael pobre. El Señor hará la palabra a sus evangelizadores, con gran fuerza. El Rey de las virtudes, el Bienamado, dará a la que es la hermosura de la casa el que reparta los despojos. Cuando dormís en medio de vuestra heredad, las alas de la paloma son plateadas y la extremidad de su dorso tiene el pálido brillo del oro. Cuando el Altísimo dispersa a los reyes en sus países, blanquea la nieve en el Selmon: monte de Dios, monte pingüe; monte cuajado, monte pingüe. ¿Por qué miras hacia arriba los montes cuajados? Monte en el cual Dios se complació en habitar, y el Señor habitará en él perpetuamente”)
¿Cuál es, Señor, esta lluvia voluntaria que habéis preparado y escogido para vuestra heredad debilitada, sino esos santos misioneros, hijos de María, vuestra Esposa, que debéis reunir y separar de entre el común, para el bien de vuestra Iglesia, tan debilitada y tan manchada por los crímenes de sus hijos?
¿Qué son esos animales y esos pobres que morarán en vuestra heredad, y que en ella serán alimentados con dulzura divina que Vos les habéis preparado, sino esos pobres misioneros abandonados a la Providencia, que rebosarán de vuestras divinas delicias; sino esos animales misteriosos de Ezequiel, que tendrán la humanidad del hombre, por su desinteresada y bienhechora caridad para con el prójimo; la bravura del león, por su santa cólera y su ardiente y prudente celo contra los demonios, los hijos de Babilonia; la fuerza del buey, por sus trabajos apostólicos y su mortificación contra su carne; y, en fin, la agilidad del águila por su contemplación en Dios? (Cf. Ez. I, 10) Tales serán los misioneros que Vos queréis enviar en vuestra Iglesia. Tendrán ojo de hombre para el prójimo, ojo de león contra vuestros enemigos, ojo de buey contra sí mismos y ojo de águila para Vos.
Estos imitadores de los Apóstoles predicarán virtute multa, virtute magna, con gran fuerza y virtud, y tan grande y tan esplendente, que renovarán todos los espíritus y los corazones de los lugares donde predicarán. A ellos es a quienes daréis vuestra palabra: Dabit verbum; vuestra boca misma y vuestra sabiduría: Dabo vobis os et sapientiam, cui non poterunt resistere omnes adversarii vestri (Luc. XXI, 15), a la cual no podrá resistir ninguno de vuestros enemigos.
Entre estos bienamados es donde Vos, en calidad de Rey de las virtudes de Jesucristo el Bienamado, tendréis vuestras complacencias, puesto que no perseguirán otra finalidad, en todas sus misiones, que daros toda la gloria de los despojos que obtendrán sobre sus enemigos: Rex virtutum dilecti dilecti, et speciei domus dividere spolia.
Por su abandono a la Providencia y su devoción a María, tendrán las alas plateadas de la paloma: inter medios cleros, pennae columbae deargentatae, es decir, la pureza de la doctrina y de las costumbres; y su espalda dorada: et posteriora dorse ejus in pallore auri, es decir, una perfecta caridad para con el prójimo para soportar sus defectos, y un gran amor por Jesucristo, para llevar su Cruz.
Vos solo, como Rey de los cielos y Rey de reyes (Apoc. XVII, 14 y I Tim. VI, 15), separaréis de entre el común a esos misioneros, como otros tantos reyes, para tornarlos mas blancos que la nieve sobre el monte Selmon, monte de Dios, monte abundante y fértil, monte fuerte y cuajado, monte en el cual Dios maravillosamnete se complace y en el cual mora y morará hasta el fin.
¿Qué es, Señor, Dios de verdad, esta misteriosa montaña de la que nos decís tantas maravillas, sino María, vuestra querida Esposa, de la que habéis puesto los cimientos sobre las cimas de las mas altas montañas? Fundamenta ejus in montibus sanctis (Ps. LXXXVI, 1. Gradual de la misa víspera del 8 de diciembre), Mons in vertice montium (Miqueas IV, 1-3. Ex. XVII, 8-18).
Felices y mil veces felices los sacerdotes que Vos habéis tan bien escogido y predestinado para morar con Vos sobre esta abundante y divina montaña, a fin de llegar a ser, en Ella, reyes de la eternidad, por su desprecio de la tierra y su elevación en Dios; a fin de llegar a ser, en Ella, mas blancos que la nieve por su unión a María, vuestra Esposa toda bella, toda pura y toda inmaculada (Cant. IV, 7. Gradual de la misa de la Inmaculada Concepción); a fin de enriquecer, en Ella, del rocío del cielo y de la grosura de la tierra, de todas las bendiciones temporales y eternas de que María está llena.
De lo alto de esta montaña es de donde, como Moisés, por sus ardientes plegarias, lanzarán venablos contra sus enemigos, para abatirlos o convertirlos. Sobre esta montaña es donde aprenderán de la boca misma de Jesucristo que en Ella siempre mora, la inteligencia de las ocho bienaventuranzas (Reveladas por el Salvador al comienzo de su “Sermón de la Montaña” (Mat. V)).
Sobre esta montaña de Dios es donde serán con El transfigurados como sobre el Tabor, y donde morirán con El como sobre el Calvario, y de donde subirán al cielo con El como sobre el monte de los Olivos.
Memento congragationis tuae. Os corresponde a Vos solo hacer por vuestra gracia esta reunión; si el hombre pone en ella primero su mano, nada se hará; si mezcla en ella lo suyo con Vos, echará a todo a perder, trastocará todo. Tuae congregationis: es vuestra obra, gran Dios; Opus tuum fac: haced vuestra obra totalmente divina; juntad, llamad, reunid de todos los lugares de vuestra dominación a vuestros elegidos para hacer con ellos un cuerpo de ejército contra vuestros enemigos.
¡Ved, Señor, Dios de los ejércitos, a los capitanes que forman las compañías completas, a los potentados que alistan ejércitos numerosos, a los navegantes que forman flotas enteras, a los comerciantes que se congregan en gran número en mercados y ferias! ¡Cuántos ladrones, impíos, ebrios y libertinos se unen en muchedumbre contra Vos todos los días, y tan fácilmente y tan prontamente! Un silvido que se da, un tambor que se bate, una punta de espada embotada que se muestra, una rama seca de laurel que se promete, un pedazo de tierra amarilla o blanca que se ofrece; en tres palabras, un humo de honor, un interés de nada, y un mezquino placer de bestia que se tiene en vista, reúne en un instante a los ladrones, amontona a los soldados, junta a los batallones, congrega a los mercaderes, llena las casas y los mercados, y cubre la tierra y el mar de una multitud innumerable de réprobos, que, aunque totalmente divididos unos de otros, o por el alejamiento de los lugares, o por la diferencia de los humores o su propio interés, se unen sin embargo todos juntos hasta la muerte, para haceros la guerra bajo el estandarte y la conducción del demonio.
¡Y Vos, Gran Dios!, ¿aunque haya tanta gloria, dulzura y provecho en serviros, casi nadie se dedicará por vuestro partido? ¿Casi ningún soldado se alineará bajo vuestros estandartes? ¿Casi ningún San Miguel exclamará, de en medio de sus hermanos, celando vuestra gloria: Quis ut Deus? (“¿Quién como Dios?” Etimología del nombre de San Miguel, dada por San Gregorio (Homil. 35 in Evang.; Ver: Brev. Rom. 29 sept., lect. V, in fine: “Michael namque, Quis ut Deus?”). Cf. Apoc. XII, 7-9) ¡Ah! Permitidme gritar por todas partes; ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Fuego en la casa de Dios! ¡Fuego en las almas! ¡Fuego hasta en el santuario! ¡Socorro a nuestro hermano que asesinan! ¡Socorro a nuestros hijos que degüellan! ¡Socorro a nuestro buen padre que apuñalan!
Si quis est Domini, jungatur mihi (Ex. XXXII, 26: “Quien sea del Señor únase a mí”): que todos los buenos sacerdotes que están diseminados en el mundo cristiano, sea que estén actualmente en el combate o que estén actualmente en el combate o que estén retirados de la refriega en desiertos o soledades, que esos buenos sacerdotes vengan y se nos unan: Vis unita fit fortior (Fuerza unida hácese mas fuerte), a fin de que hagamos, bajo el estandarte de la Cruz, un ejército bien alineado en orden de batalla y bien reglado, para atacar de consumo a los enemigos de Dios que ya tocaron a rebato: Sonuerunt, frenduerunt, fremuerunt, multiplicati sunt (Expresiones bíblicas aplicadas a los pecadores: “Resonaron y se alborotaron” (Ps. XLV, 4): “Rechinaron sus dientes” (Ps. XXXIV, 16): “Bramaron” (Ps. II, 1); “Se multiplicaron” (Ps. III, 2; XXIV, 19; XXXVII, 20; LXVIII, 5).
Dirumpamus vincula oerum et projiciamus a nobis jugum ipsorum. Qui habitat in coelis irridebit eos” (Ps. II, 3-4: “Rompamos sus cadenas y sacudamos de nosotros su yugo. El que habita en los cielos se reirá de ellos”).
Exsurgat Deus, et dissipentur inimici ejus (Ps. LXVII, 2: “Surja Dios y sean dispersados sus enemigos”).
Exsurge, Domine, quare obdormis? Exsurge (Ps. XLIII, 23: “Surge, Señor, ¿por qué duermes? ¡Surge!).
¡Señor! ¡Surge! ¿Por qué pareces dormir? Surge en vuestra omnipotencia, vuestra misericordia y vuestra justicia, para formaros una compañía escogida de guardias de corps, para guardar vuestra casa, para defender vuestra casa, para defender vuestra gloria y salvar vuestras almas, a fin de que no haya sino un solo rebaño y un solo pastor, y que todos Os tributen gloria en vuestro templo: Et in templo ejus omnes dicent gloriam (Ps. XXVIII, 9).
Amen.
Dios solo
(Terminamos este Apéndicecon parte de una nota colocada en el Secreto de María, resumen del Tratado, hecho por el mismo Santo, en la que se dice lo siguiente:
“… la experiencia nos ha enseñado que hay personas de muy poca
instrucción que entienden este libro y sabios que no lo entienden:
pecadores que se convierten con su lectura y personas piadosas
que no se dan cuenta de su importancia: muchos a quienes no
les entra este libro la primera vez que lo leen y les mueve mucho
la segunda o la tercera. Aconsejamos, pues, a los que no hayan
sacado notable fruto de esta lectura, que la repasen despacio des-
pués de pedir luz a la Santísima Virgen.
Las palabras DIOS SOLO con que se cierra este y otros escritos
de San Luis María de Monfort, no son sino lema, semejante al
de San Ignacio de Loyola: A la Mayor Gloria de Dios (A. M.
D. G.). (Edic. Sal Terrae – Santander, 1925). (Véase final del nº 265 del Tratado).


Día de la Consagración
PRÁCTICAS ESPIRITUALES
Al concluir las tres semanas, se confesarán y comulgarán con la intención de darse a Jesucristo, en calidad de esclavos de amor, por las manos de María. Y después de la Comunión que procurarán hacer según el método expuesto (Nº 219) recitarán la fórmula de consagración, que hallarán mas adelante. Es conveniente que la escriban o hagan escribir, si no está impresa, y la firmen el mismo día.

Es conveniente también que paguen ese día algún tributo a Jesucristo y a su Santísima Madre ya como penitencia por su infidelidad pasada a las promesas del bautismo, ya para protestarles su dependencia del dominio de Jesús y de María. Este tributo, naturalmente, dependerá de la devoción y capacidad de cada uno, como ejemplo un ayuno, una mortificación, una limosna o un cirio. Pues, aun cuando solo dieran, en homenaje, un alfiler, con tal que lo den de todo corazón, sería bastante para Jesús, que solo mira la voluntad.










No hay comentarios.:

Publicar un comentario