PREPARACIÓN
PARA LA CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO A
JESUCRISTO, LA SABIDURÍA
ENCARNADA, POR LAS MANOS DE
MARÍA.
San
Luis María Grignon de Monfort
(Nota:
La preparación dura 33 días. Las oraciones están al final de la
lectura de cada ocasión)
Día
21
(Continuación
sobre la interpretación de la historia de Jacob y cómo él es
figura de los predestinados)
194.
4º) Tenía gran confianza en su querida madre, y como no confiaba en
su propio valer, se apoyaba solamente en la solicitud y cuidados de
su madre. Imploraba su ayuda en todas las necesidades y la consultaba
en todas las dudas, por ejemplo, cuando le preguntó, si, en vez de
la bendición, recibiría, más bien, la maldición de su padre,
creyó en ella, y a ella se confió tan pronto Rebeca le contestó
que ella tomaría sobre sí esa maldición.
195.
5º) Finalmente, imitaba -según sus capacidades- las virtudes de su
madre. Y parece que una de las razones de que permaneciera sedentario
en casa era el imitar a su querida y muy virtuosa madre, y el
alejarse de las malas compañías, que corrompen las costumbres. En
esta forma, se hizo digno de recibir la doble bendición de su
querido padre.
196.
Este es el comportamiento habitual de los predestinados:
1º)
Permanecen asiduamente en casa con su madre, es decir, aman el
retiro, gustan de la vida interior, se aplican a la oración, a
ejemplo y en compañía de su Madre, la Santísima Virgen, cuya
gloria está en el interior. Ciertamente, de vez en cuando aparecen
en público, pero por obediencia a la voluntad de Dios y a la de su
querida Madre y a fin de cumplir con los deberes de su estado. Y
aunque en el exterior realicen aparentemente cosas grandes, estiman
mucho más las que adelantan en el interior de sí mismos en compañía
de la Santísima Virgen. En efecto, allí van realizando la obra
importantísima de su perfección, en comparación de la cual las
demás obras no son sino juego de niños.
Por
eso, mientras algunas veces sus hermanos y hermanas trabajan fuera
con gran empeño, habilidad y éxito, cosechando la alabanza y
aprobación del mundo, ellos conocen -por la luz del Espíritu Santo-
que se disfruta de mayor gloria, provecho y alegría en vivir
escondidos en el retiro con Jesucristo, su modelo - en total y
perfecta sumisión a su Madre- que en realizar por sí solos
maravillas de naturaleza y gracia en el mundo, a semejanza de tantos
Esaús y réprobos que hay en él. En su casa habrá riquezas y
abundancia (Sal 112 [111],3). Sí, en la casa de María se encuentra
abundancia de gloria para Dios y de riquezas para los hombres.
Señor
Jesús, ¡qué delicia es tu morada! (Sal 84 [83],1-8). El pajarillo
encontró casa para albergarse, y la tórtola nido para colocar sus
polluelos. ¡Oh! ¡Cuán dichoso el hombre que habita en la casa de
María! ¡Tú fuiste el primero en habitar en Ella! En esta morada de
predestinados, el cristiano recibe ayuda de ti solo y dispone en su
corazón las subidas y escalones de todas las virtudes para elevarse
a la perfección en este valle de lágrimas.
197.
2º) Los predestinados aman con filial afecto y honran efectivamente
a la Santísima Virgen como a su cariñosa Madre y Señora. La aman
no sólo de palabra, sino de hecho. La honran no sólo exteriormente,
sino en el fondo del corazón. Evitan, como Jacob, cuanto pueda
desagradarle y practican con fervor todo lo que creen puede
granjearles su benevolencia.
Le
llevan y entregan no ya dos cabritos, como Jacob a Rebeca, sino lo
que representaban los dos cabritos de Jacob, es decir, su cuerpo y su
alma, con todo cuanto de ellos depende, para que Ella: 1) los reciba
como cosa suya; 2) los mate y haga morir al pecado y a sí mismos,
desollándolos y despojándolos de su propia piel y egoísmo, para
agradar por este medio a su Hijo Jesús, que no acepta por amigos y
discípulos sino a los que están muertos a sí mismos; 3) los
aderece al gusto del Padre celestial y a su mayor gloria, que Ella
conoce mejor que nadie; 4) con sus cuidados e intercesión disponga
este cuerpo y esta alma, bien purificados de toda mancha, bien
muertos, desollados y aderezados, como manjar delicado, digno de la
boca y bendición del Padre celestial.
¿No
es esto, acaso, lo que harán los predestinados, que aceptarán y
vivirán la perfecta consagración a Jesucristo por manos de María,
que aquí les enseñamos, para que testifiquen a Jesús y a María un
amor intrépido y efectivo? Los réprobos protestan muchas veces que
aman a Jesús, que aman y honran a María, pero no lo demuestran con
la entrega de sí mismos (Prov 3,9), ni llegan a inmolarles el cuerpo
y el alma con sus pasiones, como los predestinados.
198.
3º) Estos viven sumisos y obedientes a la Santísima Virgen como a
su cariñosa Madre, a ejemplo de Jesucristo, quien de treinta y tres
años que vivió sobre la tierra, empleó treinta en glorificar a
Dios, su Padre, mediante una perfecta y total sumisión a su
santísima Madre. La obedecen, siguiendo exactamente sus consejos,
como el humilde Jacob los de Rebeca cuando le dijo: Escucha
lo que te digo
(Gén 27,8), o como la Santísima Virgen: Hagan
lo que El les diga
(Jn 2,5). Jacob, por haber obedecido a su madre, recibió –como de
milagro– la bendición, aunque, naturalmente, no podía recibirla.
Los servidores de las bodas de Caná, por haber seguido el consejo de
la Santísima Virgen, fueron honrados con el primer milagro de
Jesucristo, que convirtió el agua en vino a petición de su
santísima Madre. Asimismo, todos los que hasta el fin de los siglos
reciban la bendición del Padre celestial y sean honrados con las
maravillas de Dios, sólo recibirán estas gracias como consecuencia
de su perfecta obediencia a María. Los Esaús, al contrario, pierden
su bendición por falta de sumisión a la Santísima Virgen.
199.
4º) Los predestinados tienen gran confianza en la bondad y poder de
María, su bondadosa Madre. Reclaman sin cesar su socorro. La miran
como su estrella polar, para llegar a buen puerto. Le manifiestan sus
penas y necesidades con toda la sinceridad del corazón.
Se
acogen a los pechos de su misericordia y dulzura para obtener por su
intercesión el perdón de sus pecados o saborear, en medio de las
penas y sequedades, sus dulzuras maternales. Se arrojan, esconden y
pierden de manera maravillosa en su seno amoroso y virginal, para ser
allí inflamados en amor puro, ser allí purificados de las menores
manchas y encontrar allí plenamente a Jesucristo, que reside en
María como en su trono más glorioso.
¡Oh!
¡Qué felicidad! “No creas –dice el abad Guerrico– que es
mayor felicidad habitar en el seno de Abrahán que en el de María,
dado que el Señor puso en éste su trono”.
Los
réprobos, por el contrario, ponen toda su confianza en sí mismos.
Al igual que el hijo pródigo, se alimentan solamente de lo que comen
los cerdos, se nutren solamente de tierra, a semejanza de los sapos,
y, a la par que los mundanos, sólo aman las cosas visibles y
exteriores. No pueden gustar del seno de María ni experimentar el
apoyo y la confianza que sienten los predestinados en la Santísima
Virgen, su bondadosa Madre. Quieren hambrear miserablemente por las
cosas de fuera –dice San Gregorio –, porque no quieren saborear
la dulzura preparada dentro de sí mismos y en el interior de Jesús
y de María.
200.
5º) Finalmente, los predestinados siguen el ejemplo de la Santísima
Virgen, su tierna Madre. Es decir, la imitan, y por esto son
verdaderamente dichosos y devotos y llevan la señal infalible de su
predestinación, como se lo anuncia su cariñosa Madre: Dichosos los
que siguen mis caminos (Prov 8,32), es decir, quienes con el auxilio
de la gracia divina practican mis virtudes y caminan sobre las
huellas de mi vida. Sí, dichosos durante su vida terrena, por la
abundancia de gracias y dulzuras que les comunico de mi plenitud, y
más abundantemente que a aquellos que no me imitan tan de cerca.
Dichosos en su muerte, que es dulce y tranquila, y a la que
ordinariamente asisto para conducirlos personalmente a los goces de
la eternidad. Dichosos, finalmente, en la eternidad, porque jamás se
ha perdido ninguno de mis fieles servidores que haya imitado mis
virtudes durante su vida.
Los
réprobos, por el contrario, son desgraciados durante su vida, en la
muerte y por la eternidad, porque no imitan las virtudes de la
Santísima Virgen, y se contentan con ingresar, a veces, en sus
cofradías, rezar en su honor algunas oraciones o practicar otra
devoción exterior.
¡Oh
Virgen Santísima! ¡Bondadosa Madre mía! ¡Cuán felices son -lo
repito en el arrebato de mi corazón-, cuán felices son quienes, sin
dejarse seducir por una falsa devoción, siguen fielmente tus
caminos, observando tus consejos y mandatos! Pero ¡desgraciados y
malditos los que, abusando de tu devoción, no guardan los
mandamientos de tu Hijo! Malditos
los que se apartan de tus mandatos
(Sal 119 [118],21).
Segunda
Semana
Empleada
en adquirir el conocimiento de la Santísima Virgen
Prácticas
Espirituales:
Se
dedicarán en sus oraciones y obras de cada día a conocer a la
Santísima Virgen, pidiendo éste conocimiento al Espíritu Santo.
Podrán leer y meditar sobre lo que esto hemos dicho ya y rezarán,
como en la primera semana, las Letanías al Espíritu Santo y el Ave
Maris Stella, y además un Rosario todos los días, o al menos cinco
misterios con esa intención.
Oraciones
de la Segunda Semana:
LETANÍAS
DEL ESPÍRITU SANTO
Señor,
ten piedad de nosotros.
Cristo,
ten piedad de nosotros.
Señor,
ten piedad de nosotros.
Cristo,
óyenos.
Cristo,
escúchanos.
Dios,
Padre celestial,
Dios,
Hijo, Redentor del mundo,
Dios,
Espíritu Santo,
Trinidad
Santa, un solo Dios,
Espíritu,
que procede del Padre y del Hijo,
Espíritu
del Señor, que al comienzo
de
la creación planeando sobre las aguas,
las
fecundaste
Espíritu
por inspiración del cual han
hablado
los santos hombres de Dios,
Espíritu
cuya unción nos enseña
todas
las cosas
Espíritu,
que das testimonio de Cristo,
Espíritu
de verdad que nos instruís sobre
todas
las cosas
Espíritu
que sobreviene a María,
Espíritu
del Señor que llena todo el orbe,
Espíritu
de Dios que habita en nosotros,
Espíritu
de sabiduría y de entendimiento,
Espíritu
de consejo y de fortaleza,
Espíritu
de ciencia y de piedad,
Espíritu
de temor del Señor,
Espíritu
de gracia y de misericordia,
Espíritu
de fuerza, de dilección y de sobriedad,
Espíritu
de fe, de esperanza, de amor y de
paz
Espíritu
de humildad y de castidad,
Espíritu
de benignidad y de mansedumbre,
Espíritu
de multiforme gracia,
Espíritu
que escrutas hasta los secretos de Dios
Espíritu
que ruegas por nosotros con gemidos
inenarrables
Espíritu
que descendiste sobre Cristo en
forma
de paloma
Espíritu
en el cual renacemos,
Espíritu
por el cual se difunde la caridad en
nuestros
corazones
Espíritu
de adopción de los hijos de Dios,
Espíritu
que en lenguas de fuego sobre los
Discípulos
apareciste.
Espíritu
con el cual fueron los Apóstoles henchidos
Espíritu
que distribuyes (vuestros dones)
a
cada uno como quieres,
Sednos
propicio, perdónanos, Señor.
Sednos
propicio, escúchanos, Señor.
De
todo mal,
De
todo pecado,
De
las tentaciones e insidias del diablo,
De
toda presunción y desesperación,
De
la resistencia a la verdad conocida,
De
la obstinación y de la impenitencia,
De
la impureza de la mente y del cuerpo,
Del
espíritu de fornicación,
De
todo espíritu malo,
Por
tu eterna procesión del Padre y del Hijo,
Por
la Concepción de Jesucristo, hecha por
operación.
Por
tu descenso sobre Cristo, en el Jordán.
Por
tu advenimiento sobre los Discípulos.
En
el día del juicio,
Pecadores,
te rogamos, óyenos.
Para
que, así como vivimos por el espíritu,
obremos
también por el espíritu,
Para
que, recordando que somos templo
del
Espíritu Santo, no lo profanemos,
Para
que, viviendo según el espíritu, no
cumplamos
los deseos de la carne,
A
fin de que por el espíritu mortifiquemos
las
obras de la carne,
Para
que no te contristemos a ti, Espíritu
Santo
de Dios,
Para
que seamos solícitos en guardar la
unidad
de espíritu en el vínculo de la paz,
Para
que no creamos a todo espíritu,
te
rogamos, óyenos.
Para
que probemos a los espíritus si son de
Dios,
te rogamos, óyenos.
Para
que te dignes renovar en nosotros el
espíritu
de rectitud, re rogamos...
Para
que nos confirmes por tu espíritu
soberano,
te rogamos, óyenos.
Cordero
de Dios que quitas los pecados del
mundo,
perdónanos, Señor.
Cordero
de Dios que quitas los pecados del
mundo,
escúchanos, Señor.
Cordero
de Dios que quitas los pecados del
mundo,ten
piedad de nosotros.
Oremos
Asístanos,
te pedimos, Señor, la virtud del
Espíritu
Santo, que purifique clementemente
nuestros
corazones y nos preserve de todo
mal.Por
Jesucristo Nuestro Señor.
Así
sea.
AVE
ESTRELLA DE LA MAR
Ave
estrella de la mar,
Augusta
Madre de Dios,
Permanentemente
Virgen,
Puerta
del cielo, feliz.
Recibiendo
Tú aquel Ave
Por
la boca de Gabriel,
Ciméntanos
en la paz,
Mudando
el nombre de Eva.
Desata
el lazo al culpable,
Muestra
la luz a los ciegos,
Líbranos
de todo mal,
Consíguenos
todo bien.
Que
eres Madre muéstranos;
Reciba
por Ti las preces
Quien,
nacido por nosotros,
Quiso
ser el fruto tuyo.
Virgen
única, sin par,
Entre
todas la más dulce,
Líbranos
de nuestras culpas,
Haz
que seamos mansos, castos.
Concédenos
vida pura,
Vía
segura prepara:
Para
que, viendo a Jesús,
Siempre
juntos nos gocemos.
Se
alabanza a Dios Padre,
Al
sumo Cristo esplendor,
con
el Espíritu Santo,
a
los Tres un solo honor.
Amén.
Un Rosario, o al menos cinco misterios.
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