JESUCRISTO, LA SABIDURÍA
ENCARNADA,
POR
LAS MANOS DE MARÍA
San
Luis María Grignon de Monfort
DÍA
9
Consideración
del Tratado de la Verdadera Devoción
Artículo
IV
Tenemos
Necesidad de un Mediador para con el Mediador Nuestro, Jesucristo.
83
Cuarta
verdad.
Es más perfecto, porque es más humilde, no acercarnos a Dios por
nosotros mismos, sin tomar un mediador. Nuestro fondo, como acabo de
mostrar, está tan corrompido, que si nos apoyamos en nuestros
propios trabajos, industrias y preparaciones para llegar a Dios y
agradarle, es cierto que todas nuestras justicias estarán manchadas
o serán de poco peso delante de Dios para obligarle a unirse a
nosotros y escucharnos.
Pues
no sin razón nos ha dado Dios mediadores ante Su Majestad: ha visto
nuestra indignidad e incapacidad, ha tenido piedad de nosotros, y,
para darnos acceso a sus misericordias nos ha provisto de
intercesores poderosos para ante Su Grandeza; de suerte que descuidar
tales mediadores y acercarse directamente a Su Santidad sin
recomendación alguna, es carecer de humildad, es carecer de respeto
hacia un Dios tan alto y tan santo; es hacer menos caso de este Rey
de reyes que el que se haría de un rey o de príncipe de la tierra,
a quienes no nos querríamos acercar sin algún amigo que hablase por
nosotros.
84.
Nuestro Señor es nuestro abogado y nuestro mediador de redención
junto a Dios Padre; por Él debemos rogar con toda la Iglesia
triunfante y militante; por Él tenemos acceso junto a Su Majestad, y
nunca debemos presentarnos delante de Él sino apoyados y revestidos
de sus méritos, como el pequeño Jacob con las pieles de cabrito
delante de su padre Isaac, para recibir su bendición.
85.
Pero, ¿no tenemos necesidad de un mediador ante el Mediador mismo?
¿Nuestra pureza es bastante grande a unirnos a Él, y por nosotros
mismos? ¿No es Dios, en todo igual a su Padre, y por consiguiente el
Santo de los Santos, tan digno de respeto como su Padre? Si, por su
caridad infinita, Él se ha hecho nuestra caución y Mediador ante
Dios, su Padre, para aplacarle y pagarle lo que le debemos, ¿será
menester, por esto, que tengamos menos respeto y temor para con su
majestad y su santidad?
Digamos,
pues, sin más, con San Bernardo (Serm.
In
Domin. Infra octav. Assumptionis, n. 2: Opus est enim mediatore ad
Mediatorem istum, nec alter nobis utilior quam Maria.
Todo
este párrafo del santo está tomado del mismo Sermón de San
Bernardo), que tenemos necesidad de un mediador ante el Mediador
mismo y que la divina María es la más capaz de desempeñar este
caritativo oficio; por Ella nos ha venido Jesucristo, por Ella
debemos ir a Él. Si tememos ir directamente a Jesucristo-Dios, o a
causa de su infinita grandeza, o a causa de nuestra bajeza, o a causa
de nuestros pecados, imploremos animosamente la ayuda y la
intercesión María, nuestra Madre, es buena y tierna; nada de
austero hay en ella, ni que rechace; nada demasiado sublime, ni
demasiado brillante: viéndola, vemos nuestra pura naturaleza. No es
el sol, que, por la vivacidad de sus rayos, podría deslumbrarnos a
causa de nuestra debilidad; sino que es bella dulce como la luna
(Cant.
VI,9),
que recibe su luz del sol y la atempera para hacerla conforme a
nuestra pequeña capacidad. Es tan caritativa que a nadie rechaza de
aquellos que piden su intercesión, por más pecadores que sean, pues
como dicen los santos, jamás
se ha oído decir, desde que el mundo es mundo, que alguien haya
recurrido a la Santísima Virgen con confianza y perseverancia, y
haya sido rechazado
(aquí termina la cita de San Bernardo. La frase siguiente está
traducida de San Buenaventura, Sermo
2 in B.V.M).
Es tan poderosa que jamás ha sido desoída en sus pedidos; no tiene
sino que mostrarse ante su Hijo para rogarle: Él de inmediato
concede, de inmediato recibe; es siempre vencido amorosamente por los
pechos y las entrañas y los ruegos de su queridísima Madre.
86.
Todo esto está tomado de San Bernardo y de San Buenaventura. Según
ellos, para llegar a Dios tenemos que subir tres escalones: el
primero, más cercano y adaptado a nuestra posibilidades, es María;
el segundo, es Jesucristo y; el tercero es Dios Padre.
Para
llegar a Jesucristo hay que ir a María nuestra Mediadora de
intercesión. Para llegar hasta el Padre hay que ir al Hijo, que es
nuestro Mediador de Redención.
Este
es precisamente el orden que se observa en la forma de devoción de
la que hablaré más adelante.
87.
Quinta verdad. Es muy difícil, dada nuestra pequeñez y fragilidad,
conservar las gracias y tesoros de Dios, porque:
1°
llevamos este tesoro, más valioso que el cielo y la tierra, en vasos
de barro, en un cuerpo corruptible, en un alma débil e inconstante,
que por nada se turba y abate.
88.
2° los demonios, ladrones muy astutos, quieren sorprendernos de
improviso para robarnos. Espían día y noche el momento favorable
para ello. Nos rondan incesantemente para devorarnos y arrebatarnos
en un momento por un solo pecado todas las gracias y méritos
logrados en muchos años. Su malicia, su pericia, su astucia y número
deben hacernos temer infinitamente esta desgracia, ya que personas
más llenas de gracias, más ricas en virtudes, más experimentadas y
elevadas en santidad que nosotros, han sido sorprendidas, robadas y
saqueadas desgraciadamente. ¡Ah! ¡Cuántos cedros del Líbano y
estrellas del firmamento cayeron miserablemente y perdieron en poco
tiempo su elevación y claridad! Y, ¿cuál es la causa? No fue la
falta de gracia, que Dios a nadie la niega, sino la falta de
humildad. Se creyeron más fuertes y suficientes de lo que eran. Se
consideraron capaces de conservar sus tesoros. Se fiaron de sí
mismos y se apoyaron en sus propias fuerzas. Creyeron bastante segura
su casa y suficientemente fuertes sus cofres para guardar el precioso
tesoro de la gracia y, por este apoyo imperceptible que tenían en sí
mismos, aunque les parecía que se apoyaban solamente en la gracia de
Dios, el Señor, que es la justicia misma, permitió que fueran
robados, abandonándolos a sí mismos. ¡Ay! Si hubieran conocido la
devoción admirable que a continuación voy a exponer, habrían
confiado su tesoro a una Virgen fiel y poderosa, y Ella se los habría
guardado como bien propio y hasta se hubiera hecho de ello un deber
de justicia.
89.
3° Es difícil perseverar en gracia, a causa de la espantosa
corrupción del mundo, corrupción tal, que se hace prácticamente
imposible que los corazones no se manchen, si no con su lodo, al
menos, con su polvo, de suerte que es una especie de milagro el que
una persona se conserve firme en medio de este torrente impetuoso,
sin ser arrastrada por él; en medio de este mar tempestuoso, sin ser
sumergida o saqueada por los piratas y corsarios; en medio de esta
atmósfera viciada, sin ser perjudicado. Es la Virgen fiel, contra
quien nada pudo la serpiente, quien ha hecho este milagro respecto de
aquellos que la sirven de la mejor manera.
12
DÍAS PRELIMINARES
Empleados
en vaciarse del espíritu del mundo
Prácticas
Espirituales
Quienes
deseen abrazar esta devoción particular emplearán doce días por lo
menos en vaciarse del espíritu del mundo contrario al de Jesucristo
y para ello rezarán las siguientes oraciones:
VEN
ESPÍRITU CREADOR
Ven
Espíritu Creador,
Visita
el alma de los tuyos,
Llena
de suprema gracia
Los
corazones que creaste.
Tú,
llamado: Consolador,
Don
de Dios Altísimo,
Fuente
viva, fuego, caridad,
Y
espiritual unción.
Tú,
regalo de siete dones,
Dedo
de la diestra Paterna,
Tú,
prometido formal del Padre,
Que
enriqueces con elocuencia
Nuestros
labios.
Enciende
luz a los sentidos,
Infunde
amor a los corazones,
Con
tu fuerza perpetua
Sostén
nuestra debilidad.
Arroja
muy lejos al enemigo,
Y
danos pronto la paz;
Ante
nosotros marcha como guía,
Para
que evitemos todo mal.
Sepamos
por Ti del Padre,
Y
conozcamos al Hijo,
Y
a Ti, Espíritu de ambos,
Creamos
en todo tiempo.
¡Gloria
a Dios Padre,
Y
al Hijo, que resucitó de entre
los
muertos,
Y
al Paráclito,
Por
los siglos de los siglos.
Amén
AVE
ESTRELLA DE LA MAR
Ave
estrella de la mar,
Augusta
Madre de Dios,
Permanentemente
Virgen,
Puerta
del cielo, feliz.
Recibiendo
Tú aquel Ave
Por
la boca de Gabriel,
Ciméntanos
en la paz,
Mudando
el nombre de Eva.
Desata
el lazo al culpable,
Muestra
la luz a los ciegos,
Líbranos
de todo mal,
Consíguenos
todo bien.
Que
eres Madre muéstranos;
Reciba
por Ti las preces
Quien,
nacido por nosotros,
Quiso
ser el fruto tuyo.
Virgen
única, sin par,
Entre
todas la más dulce,
Líbranos
de nuestras culpas,
Haz
que seamos mansos, castos.
Concédenos
vida pura,
Vía
segura prepara:
Para
que, viendo a Jesús,
Siempre
juntos nos gocemos.
Se
alabanza a Dios Padre,
Al
sumo Cristo esplendor,
con
el Espíritu Santo,
a
los Tres un solo honor.
Amén.
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