MEDITACION
II
San
Alfonso María de Ligorio
BONDAD DE DIOS PADRE Y DE DIOS HIJO EN LA OBRA DE LA REDENCION.
Et
incarnatus es de Spiritu Sancto ex Maria Virgine, et homo factus est.
Y
se encarnó por virtud del Espíritu Santo en el seno
de
la Virgen María, y se hizo hombre
EXPULSIÓN
DEL PARAÍSO. GUSTAVE DORÉ.
I.
Dios creó a Adán y lo enriqueció de dones; pero el hombre,
ingrato, lo ultrajó con el pecado, privándose a si y a su
descendencia de la divina gracia y del paraíso. Ved, pues, al género
humano perdido y sin remedio. El hombre había ofendido a Dios, por
lo que era incapaz de ofrendarle digna satisfacción: era preciso que
una persona divina satisficiese por él. ¿Qué hizo el Padre Eterno
para remediar tal perdida? Mandó a su propio Hijo que se hiciera
hombre y se revistiera de la misma carne pecadora, para que con la
muerte pagase a la divina justicia las deudas y facilitase el retorno
a la divina gracia.
Dios
mío, si vuestra bondad infinita no hubiese encontrado este remedio,
¿quién se hubiera jamás atrevido a pedirlo y ni aun a imaginarlo?
II.
¡Que extrañeza debió causar a los ángeles el gran amor que
Dios mostró al hombre rebelde! ¡Que dirían al ver al Verbo eterno
hecho hombre y revestido de la misma carne que tenían los pecadores,
apareciendo así ante el mundo el Verbo encarnado como uno de tantos
pecadores!
¡Cuán
obligados estamos, Jesús mío, a patentizaros nuestro amor, y yo más
que los demás, por haberos ofendido más que todos! Si no hubierais
venido a salvarme, ¿qué hubiera sido de mí por toda la eternidad?
¿Quién podría librarme de las penas por mí merecidas? Seáis
siempre bendito y alabado por tanta caridad.
III.
El hijo de Dios baja, pues, del cielo a la tierra para hacerse hombre
y vivir vida penosa; viene a morir en una cruz por amor a los
hombres, y los hombres que esto crean, ¿será posible que amen otra
cosa que a un Dios encarnado?
¡Ah,
Jesús, Salvador mío!, no quiero amar nada fuera de vos. Puesto que
vos tan solo me habéis amado, a solo vos quiero amar. Renuncio a
todos los bienes creados: solo vos me bastáis, ¡Oh inmenso e
infinito bien! Si en lo pasado os disguste, ahora me arrepiento, y
quisiera que este mi dolor me hiciese morir para compensar de alguna
manera los disgustos que os he causado. ¡Ah, no permitáis que en lo
porvenir sea ingrato al amor que me manifestasteis! No, Jesús mío,
haced que os ame y tratadme después como os plazca. ¡Oh bondad
infinita, oh amor infinito, no quiero vivir sin amaros! ¡Oh María,
Madre de misericordia, os pido me alcancéis la gracia de amar
siempre a Dios!
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