INSTRUCCIÓN
RELIGIOSA
EL
CRISTIANISMO
SUS
DOGMAS, ORACIONES,
MANDAMIENTOS
Y SACRAMENTOS
SEGUNDA
PARTE
LO
QUE SE HA DE ORAR
Ave
María.
Dios
te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita
tú eres entre todas las mujeres; y bendito es el fruto de tu
vientre: Jesús.
Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
Las
palabras de que está compuesta el Ave María pertenecen: parte el
arcángel San Gabriel, parte a Santa Isabel, y parte a la Santa Madre
Iglesia.
El
Arcángel San Gabriel, al anunciar a María que sería la Madre de
Dios, la saludó diciéndole: “Dios te salve, llena eres de gracia,
el Señor es contigo: bendita tú eres entre todas las mujeres”.
Santa
Isabel, al ser visitada por María, que era ya Madre de Dios, le
dijo:
“Bendito
es el fruto de tu vientre”.
Las
demás palabras son de la Santa Madre Iglesia.
El
Ave María se llama salutación angélica, porque empieza con las
palabras del Arcángel San Gabriel.
El
Gloria.
Después
del Padre nuestro y Ave María se suele rezar el Gloria en honor de
la Ssma. Trinidad.
Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como
era en el principio, y ahora y siempre, y por los siglos de los
siglos. Amén.
Es
muy común rezar el Gloria
en latín:
Gloria
Patri, et Fílio, et Spíritu Sancto.
Sícut
erat in princípio, et nunc, et semper, et in saécula saeculórum.
Amén.
Devoción
a la Santísima Virgen.
La
Santísima Virgen María es una gran Señora, llena de gracia y de
virtudes; es Madre de Dios y nuestra Madre y Abogada en el cielo.
Está
en el cielo en cuerpo y alma.
Es
invocada con varios títulos, tales como: Inmaculada Concepción, del
Carmen, del Rosario, Auxilio de los Cristianos, etc.
Después
de Jesús, debemos profesar a María Santísima el mayor amor.
MOTIVOS
DE LA DEVOCIÓN A MARÍA SANTÍSIMA.
I.-
María es la más privilegiada y amada de Dios entre todas las puras
criaturas.
II.-
María es Madre de Dios.
Por
consiguiente, todo el honor que tributamos a María redunda en honor
de Dios.
III.-
María es nuestra Madre y Abogada en el cielo.
Jesús
desde la cruz dijo a su discípulo Juan:
Hé ahí a tu madre,
refiriéndose a María.
San
Juan representa a todos los buenos cristianos, a quienes Jesús dio
por madre a su propia Madre.
IV.-
El ser devoto de María es señal de predestinación, según dicen
San Anselmo y otros santos.
Predestinación
significa
ser elegido para el cielo.
V.-
La Santa Iglesia nos da ejemplo de
cómo debemos ser devotos de María.
La
honra con un culto superior al de todos los Santos.
Le
dedica muchos templos muy suntuosos, e imágenes muy devotas.
Tiene
establecidas muchas festividades, oraciones y prácticas devotas en
su honor.
VI.-
Dios se complace en conceder gracias muy extraordinarias, y a veces
hasta milagrosas,
a los que con fe acuden a María.
Para
ser verdadero devoto de María se debe procurar:
1º-
Evitar el pecado e imitar sus virtudes.
Lo
que más aborrece María es el pecado.
Debemos
procurar imitar a María especialmente en la humildad, castidad y
caridad.
2º-
Comulgar
a menudo.
Causa
gran satisfacción a María el vernos unidos con Jesús en la sagrada
Comunión.
3º-
Rezar
el Santo Rosario,
llevar escapulario o medalla y practicar otras obras piadosas en su
honor.
A
más del Ave María la Santa Iglesia nos enseña a implorar la
protección de la Virgen María con la Salve.
Culto
a los Santos y a sus Reliquias.
Los
santos son los justos del cielo que practicaron la virtud en grado
heroico durante su vida mortal.
Dios
confirmó la santidad de su vida y su gloria por medio de milagros.
Sólo
la autoridad suprema de la Iglesia puede canonizar, esto es, declarar
santo a uno de sus hijos.
Cuando
muere alguna persona que ha vivido con piedad y santidad
extraordinarias, se dice que muere
en olor de santidad
y se llama Siervo
de Dios.
La
veneración e invocación públicas de los que han muerto están
prohibidas antes que el Papa declare su santidad.
Pero
si estamos convencidos de que una persona ha vivido santamente y está
en el cielo, podemos privadamente venerarla, honrar su imagen e
invocar su intercesión.
En
este caso dicho Siervo de Dios se llama:
Venerable,
cuando el Papa ha dado el decreto aprobando todas sus virtudes como
practicadas en grado heroico.
Beato,
cuando el Papa da el decreto de beatificación, declarando que el
Siervo de Dios está en el cielo.
Santo,
cuando el Papa le canoniza, esto es, agrega su nombre al catálogo de
los Santos.
A
los Beatos se les puede rendir culto público sólo en los lugares
indicados en el decreto pontificio.
A
los Santos se les puede rendir culto público en todas partes.
Es
justo y laudable venerar e invocar a los Santos. Dios los ha
colmado de gracia y de gloria y son nuestros protectores en el cielo.
El
honor que tributamos a los Santos redunda en honor del mismo Dios.
Dios
quiere que honremos a los Santos; por esto ha dispuesto concedernos
gracias especiales por su intercesión.
Dios
es quien concede las gracias; los Santos son nuestros intercesores.
La
oración a los Santos, aunque muy laudable y útil, no es
obligatoria.
Jesucristo
es el único mediador necesario ante el Padre: los Santos piden por
los méritos y en nombre de Jesucristo.
El
culto de los Santos es muy distinto del que se da a Dios.
A
Dios se da el culto de latría,
esto es, la adoración propiamente dicha, como Ser Supremo y Señor
de todo el universo.
A
los Ángeles y Santos se da el culto de dulía,
esto es, una veneración especial como siervos fidelísimos de Dios.
A
la Santísima Virgen se da el culto de hiperdulía,
esto es, una veneración superior a la de todos los Ángeles y Santos
por ser Madre de Dios.
Conviene
tener devoción especial:
1º-
a San José, Patrón de la Iglesia universal.
2º-
A los Santos Ángeles de la guarda.
3º-
A los Santos Apóstoles,
4º-
Al Santo de nuestro nombre.
5º-
A los Santos Patronos de la diócesis y parroquia, y del oficio o
profesión de cada uno.
El
modo práctico de venerar a los Santos es imitar sus virtudes y
pedirles intercedan por nosotros delante de Dios.
Las
imágenes de Jesucristo y de los Santos son para que por ellas nos
acordemos de los que están en el cielo, y en sus imágenes les
hagamos reverencia.
Un
hijo hace honor al retrato de su padre, un súbdito al de su rey; con
más razón podemos rendir honores a las imágenes de Jesús y de los
Santos.
Los
honores que tributamos a las imágenes no los dirigimos a la materia
(tela, papel, madera o metal), sino a las personas que las imágenes
representan.
Veneramos
las reliquias de los Santos, porque sus cuerpos han sido templos
vivos de Dios y han de resucitar gloriosos al fin del mundo.
Dios
ha hecho con frecuencia milagros por las reliquias de los Santos.
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