sábado, 3 de octubre de 2015

EL PADRE NUESTRO

INSTRUCCIÓN RELIGIOSA


EL CRISTIANISMO
SUS DOGMAS, ORACIONES,
MANDAMIENTOS Y SACRAMENTOS


SEGUNDA PARTE

LO QUE SE HA DE ORAR

La Esperanza.

Esperanza es una virtud sobrenatural por la cual confiamos firmemente alcanzar la gloria celestial.
Fundamos nuestra esperanza en los méritos de Jesucristo y nuestras buenas obras.
Los méritos de Jesucristo y nuestras buenas obras son como dos alas para que nuestra alma pueda volar al cielo.
Los méritos de Jesucristo no nos faltarán jamás; lo que podrá faltarnos serán nuestras buenas obras.
El gran medio para asegurar estas buenas obras y la perseverancia en ellas hasta la muerte es la oración.

La Oración.


Oración es levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes.
La oración es: mental y vocal.

Oración mental es la que se hace ejercitando las potencias del alma.
Las potencias del alma son tres: memoria, entendimiento y voluntad.
En la oración mental: la memoria recuerda alguna verdad cristiana; el entendimiento reflexiona sobre ella, y la voluntad hace varios actos, como dolor de los pecados, propósito de confesarse y de mudar de vida.
El que hace bien la oración mental, aunque sea solo un cuarto de hora diariamente, conservará fácilmente la gracia de Dios.
Dice San Alfonso: “El que ora se salva; el que no ora, se condena”.

Oración vocal es la que se hace con palabras exteriores, como cuando rezamos el Padre Nuestro.
En la oración vocal se debe evitar la precipitación.
Se debe orar con atención, humildad, confianza y perseverancia.
La distracción involuntaria no quita el mérito o valor de la oración.
Es necesario orar frecuentemente, porque Dios lo manda, y de ordinario sólo por medio de la oración concede las gracias espirituales y temporales que necesitamos.
Conviene orar al levantarse o acostarse y a menudo, especialmente en las tentaciones o peligros.

La oración bien hecha, nos alcanza siempre del Señor lo que pedimos u otra cosa mejor.
Jesucristo dijo: Pedid y recibiréis.
La oración que se hace pidiendo la salvación de la propia alma, tiene un efecto infalible.
Debemos pedir ante todo e incondicionalmente el perdón de nuestros pecados, la gracia de Dios y la perseverancia en ella hasta la muerte.
Los demás bienes hemos de pedirlos condicionalmente, esto es, si son para mayor gloria de Dios y bien de nuestra alma.

Cuando Dios no nos concede lo que le pedimos, es porque oramos mal, o porque pedimos cosas no conducentes a nuestro bien espiritual.
Debemos pedir en nombre de N. S. Jesucristo, como Él nos lo enseña y lo practica la Santa Iglesia, quien termina las oraciones con estas palabras: “Por nuestro Señor Jesucristo”.

Oración jaculatoria es una oración brevísima, por ejemplo: ¡Dios mío, os amo de todo corazón! ¡Antes morir que pecar!¡Virgen Santísima, ayudadme!, etc.
Conviene hacer muy a menudo oraciones jaculatorias, pues, son de mucha utilidad y un medio muy eficaz para vencer las tentaciones.

El Padre Nuestro.


Padre Nuestro, que estás en los cielos, santificado sea el tu nombre; venga a nos el tu reino; hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación; mas líbranos del mal. Amén.

Los Apóstoles dijeron a Jesús: “Maestro, enseñadnos a orar”.
Jesús les respondió: “Cuando queráis orar, decid: Padre nuestro, etc.”.
El Padre nuestro se llama oración dominical, porque la compuso N. S. Jesucristo para enseñarnos a orar.
Por consiguiente, es la mejor de las oraciones; contiene todo cuanto debemos pedir.

En el Padre nuestro hay siete peticiones.

Empezamos diciendo: Padre nuestro.


¡Padre! ¡Qué palabra tan consoladora, tan propia para inspirarnos confianza!
Sólo porque Jesucristo nos lo ha dicho, podríamos animarnos a llamar Padre al que es el Ser Supremo, Señor del cielo y de la tierra.
Dios es nuestro Padre: El nos ha criado a su imagen, nos conserva y gobierna con su providencia, y por la gracia somos sus hijos adoptivos y herederos del cielo.
Llamamos a Dios: “Padre nuestro”, y no: “Padre mío”, porque todos somos sus hijos; por lo cual hemos de mirarnos y amarnos todos como hermanos.
Decimos: “que estás en los cielos”, para levantar nuestra mente y corazón hacia el cielo, que es el lugar donde Dios manifiesta a sus hijos el esplendor de su gloria.

Primera petición: santificado sea el tu nombre.

Pedimos que Dios sea conocido y amado de todo el mundo.
Esta es la primera petición, porque el primer deseo de nuestro corazón debe ser buscar la gloria de Dios, antes que nuestros intereses y provecho.
Buscamos la gloria de Dios, si procuramos cumplir bien su santa ley.

Segunda petición: Venga a nos el tu reino.


El reino de Dios es su gracia en esta vida y su gloria en la otra.
La Iglesia militante se llama también reino de Dios; pedimos que todos los hombres la conozcan y formen parte de ella.

Tercera petición: Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.


Pedimos la gracia de hacer siempre la voluntad de Dios; no que Dios haga la nuestra.

Cuarta petición: El pan nuestro de cada día dánosle hoy.


La palabra pan significa todo lo necesario para la vida del alma y del cuerpo.

Quinta petición: y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.


La palabra deudas significa pecados.
La palabra deudores se refiere a los que nos han ofendido.
Los que no quieren perdonar al que los ofendió, al rezar el Padre nuestro, se condenan por sí mismos, diciendo a Dios que les perdone, como ellos perdonan a su prójimo.

Sexta petición: y no nos dejes caer en la tentación.


Tentación es una incitación al pecado.
El pecado está, no en tener tentaciones, sino en consentirlas.
Dios permite que seamos tentados:
1º- Para probar nuestra fidelidad.
2º- Para darnos ocasión de perfeccionar nuestra virtud.


3º- Para que tengamos más mérito y premio.
Por esto, no pedimos que no tengamos tentaciones, sino que no caigamos en ellas.

Séptima petición: Mas líbranos del mal.


Pedimos nos libre Dios del sumo mal, que es el pecado y su castigo.
Pedimos a Dios que nos libre de los otros males, según convenga para nuestro bien espiritual.
Las penas de esta vida, lo mismo que las tentaciones, son permitidas por Dios para nuestro bien espiritual, porque:
1º- Estas penas nos hacen comprender claramente que este mundo es un destierro, un valle de lágrimas; y nos hacen concebir deseos de ir pronto al cielo.
2º-Estas penas nos hacen más semejantes a Jesucristo, que fue propiamente Varón de dolores.
Es justo le acompañemos en el sufrimiento, si queremos acompañarle en la gloria.
3º- Estas penas, sufridas con paciencia, son motivo de gran mérito y premio para el cielo.
Son tesoros preciosísimos que el Señor nos ofrece.
Si los hombres conociesen el valor de estas penas, pedirían a Dios que no se las quitase, sino que les diese más y la debida paciencia para sufrirlas.

Amén, al fin del Padre nuestro, quiere decir: Así sea, así lo espero.


El Padre nuestro debe rezarse frecuentemente, sin precipitación, como está en el catecismo, sin cambiar, añadir o quitar palabras.
Después del Padre nuestro, para alabar a la Santísima Virgen y pedir su poderosa intercesión, se suele rezar el Ave María.


















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