NOVENA
EN
GLORIAS DE LA
SERÁFICA
PENITENTE Y GLORIOSA
SANTA
MARÍA MAGDALENA
PARA
ALCANZAR DE DIOS
Nuestro
Señor reforma de una mala vida, aumento de virtudes, y una feliz
muerte.
Año
de 1776.
Reimpresa
en la Ermita en la Oficina de Don Antonio Sánchez Cubillas
†
PRÁCTICA DE LA NOVENA
Es
de suponer, que cualquier persona para conseguir algún favor del
Señor, ha de reconciliarse con su Majestad, mediante una verdadera
confesión, de suerte que imitando a nuestra Santa, han sus devotos
de mudarse de toda mácula de pecado, dejando verdadera y totalmente
las ocasiones de su ruina.
Para
mayor aumento de gracia, conviene frecuentar la Sacrosanta
Eucaristía, según el dictamen del Padre espiritual, siendo
comenzada esta devoción con la Comunión y acabada del mismo modo.
El
tiempo asignado para emprenderla es el día trece de julio, para dar
fin el día veintiuno, víspera de la gloriosa Santa. Y el miércoles
después de la Dominica cuarta de Cuaresma, para acabarla jueves de
la siguiente semana, víspera de los Dolores, día en que la Iglesia
celebra su felicísima conversión. Bien que en otro cualquier tiempo
se podrá hacer, con tal que no haya ocasión de pecado mortal, ni
reincidencia en el, que no agrada a la Santa.
Cada
día se dará un obsequio a la Santa además de alguna penitencia,
según el orden propuesto, y más con afectos de corazón, que con
extensos actos, que la den a conocer.
Al
comenzar el día, despertará el alma ansiosa por su amante Dueño el
Omnipotente Dios de Cielo, y tierra, y dirá algunas jaculatorias de
la novena, en unión con los continuos suspiros que exhalaba aquel
crecido amor de nuestra Santa.
Finalmente,
el fiel ha de solicitar el aumento de la devoción y afición con
nuestra Patrona, que conocido es de sus devotos la diligencia con que
asiste en aprietos espirituales y temporales, ésta Penitente, la
Válida de Dios, la Gloriosísima Santa María Magdalena.
ACTO DE CONTRICIÓN
que
se dirá todos los días.
Puesto
de rodillas ante la imagen de la Santa, se dirá con veras del
corazón, juzgándose en el Tribunal de Dios, la siguiente:
A
tus ojos tienes, Altísimo Señor, y en tu Sacrosanta presencia a
quien más que todo el universo te ha ofendido: aquí estoy con el
rostro lleno de confusión y vergüenza; puesto que no he sabido
darte gusto, desde el instante que amanecí al uso de la razón, así
como en el presente, en que abro los ojos y conozco lo errado de los
pasos en que he andado. Aquí está mi alma, Señor, la más
desagradecida que abrasa la tierra entre sus vivientes: ¿cómo has
sufrido tanta tiranía?, ¿cómo no has levantado tu diestra para
destruirme?, ¿qué palabras diré en desagravio a tus justas iras?
Oh, cómo quisiera llorar abundantes lágrimas por las fuentes de mis
ojos y verter amargas corrientes de arrepentimiento. Pero ya estoy,
Soberano Padre, a tus migajas, como huérfano mendigo de tu mesa, ya
no salgo de ti, sin ti mismo. Recibe este corazón arrepentido de su
mala vida, que no será la vez primera que así te humanes, ejemplo
me da tu amada pecadora Magdalena. Recibe, Señor en tu amistad a
quien con veras del alma se vuelve a ti; que si buscas dolor de los
pecados, a mí me pesa infinitamente haberte ofendido, tan sin
respeto a tus mismos ojos; yo te doy palabra de no volver al cieno de
mis pecados. Recibe en desagravio de ellos, aquellas arrepentidas
cuanto amorosas lágrimas de tu querida hija, y mi Patrona Santa
María Magdalena. Recibe benignamente en satisfacción de ellos todo
cuanto padeciere hasta mi muerte, la cual confío en la Sangre de tu
Hijo, y mi Hermano Nuestro Señor Jesús, será dichosa y agradable.
Amén.
QUINTO DÍA
Bendita
Magdalena, no tienen mis sentidos expresiones para dar gracias al
Señor por haberte dotado de tal afecto para con su Majestad, pues
durante su Pasión no apartaste tu mirada ante la tempestad de
ultrajes que padecía, antes olvidada del temor solo te vestías de
la gala del amor. Porque si había persecuciones, allí te hallabas;
había verdugos, caminabas valerosa; había armas, por ellas mismas
te abrías paso; había Cruz, al pie de ella te acercabas a hermosear
tu rostro con los zafiros de las gotas de Sangre que del Cuerpo de
Jesús manaban. Allí estuviste sin morir muriendo con tu Dueño; si
había sepulcro, a él te arrojabas en busca de Jesús; había
tinieblas pues ellas no te horrorizaban; antes si adelantándote a la
Aurora, salías a recrearte al Sepulcro del Sol, que buscabas, con
una amor tan grande que competía con el de los Ángeles, que nada
quiere, nada teme; y sólo busca al que llena todas las cosas, que es
Dios. Por este amor tan fino, te suplico, no te apartes de mi
corazón; ya en medio de mis miserias; ya entre las fatigas de este
mudo; ya entre los dolores de las enfermedades; ya entre las agonías
de la muerte; intercede siempre en mi favor, para que logre no caer
en pecado mortal, y vivir siempre creciendo en las virtudes, y muera
confesando al Señor, que me dio tu Patrocinio. Amén.
Aquí
se rezan siete Padre nuestros, y siete Ave Marías con la siguiente:
ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA
¡Oh
Bondad sin término! ¡Oh Sabiduría sin límite! ¡Oh Misericordia
sin fin! infinitas veces alabo, Señor, vuestro altísimos juicios y
agradezco a vuestra benignidad nos diese tan seguras esperanzas del
remedio eterno mediante la verdadera contrición. Y para mayor realce
de tanto amor, nos ponéis a vista el crédito de él en nuestra
querida Patrona Santa María Magdalena: haciendo en la blanda cera de
su Corazón, la más bella imagen de humildad que podía lucir en
vuestra presencia.
Ofrezco,
Dios mío, a vos mismo; en agradecimiento de las muchas
prerrogativas, que a vuestra querida Magdalena tenéis concedidas. Y
ya que mis muchas culpas me dan la audacia de pediros cara a cara, os
presento aquella tan verdadera contrición suya, aquel quereros sin
límite; aquel acompañaros padeciendo: aquel lloraros ausente; aquel
encontraros resucitado. Y juntamente os ofrezco aquella penitencia
tan áspera; aquella soledad tan rigurosa; aquel continuo cilicio;
aquel ayuno perpetuo; aquel llorar arrepentido; todo tan perfecto a
vuestros ojos: que puedo decir que sus alabanzas complacían a tu
Corazón: pues siete veces cada día enviabais muchos Ángeles, que
os la llevasen para regalaros con su vista; y por todos esos favores
vuestros, y amores de mi querida Santa, os pido me tengáis de
vuestra mano; me ayudéis para no ofenderos; y si mi suma miseria en
algo me deslizare, me deis los auxilios que a vuestra Penitente
disteis, y me concedáis lo que en esta novena os pido, si es de
vuestro agrado. Amén.
Para
meditar durante el día: Hoy
se considera la santísima Providencia de Dios y su grandísima
misericordia pues cada uno acude en medio de sus trabajos,
felicidades, hallándose presente al pobre, que padece, al justo que
le sirve, y al malo, que le ofende; pero, ¡oh, horror! como se
hallará Dios delante de ti, cuando le estás haciendo traición;
tiemble de su ira quien en su presencia peca.
Obsequio:
Hoy se dará a nuestra Santa un farol para que la acompañe a Nuestro
Señor así en la noche de la prisión y tormentos, como en las
tinieblas, cuando le buscaba difunto. Se formará con los actos de
fe, esperanza y caridad.
Jaculatoria: ¿Tú
conmigo, Dios mío? ¿Y yo por mis pecados tan lejos de ti? Ay de mí,
desdichado, si te pierdo.
Acto
de Fe
Creo
firmemente, Dios mío, todo cuanto vos habéis revelado y la Santa
Iglesia nos enseña. Señor, aumentad mi fe.
Acto
de Esperanza
Espero,
Dios mío, me daréis el Paraíso por los méritos de N. S.
Jesucristo y las buenas obras, que practicare, ayudado de vuestra
divina gracia. Señor, no sea yo confundido eternamente.
Acto
de Caridad
Os
amo, Dios mío, con todo mi corazón y sobre todas las cosas, porque
Vos sois infinitamente bueno; y, por vuestro amor, amo también al
prójimo como a mí mismo. Señor, haced que yo os ame cada día más
y más.
Los
miércoles durante el año encenderán una candela a la Santa
impetrando su presencia a la hora de su muerte.
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