martes, 12 de julio de 2016

SANTA MARÍA MAGDALENA - Día 3

NOVENA EN GLORIAS DE LA

SERÁFICA PENITENTE Y GLORIOSA

SANTA MARÍA MAGDALENA


PARA ALCANZAR DE DIOS
Nuestro Señor reforma de una mala vida, aumento de virtudes, y una feliz muerte.
Año de 1776.
Reimpresa en la Ermita en la Oficina de Don Antonio Sánchez Cubillas






PRÁCTICA DE LA NOVENA

Es de suponer, que cualquier persona para conseguir algún favor del Señor, ha de reconciliarse con su Majestad, mediante una verdadera confesión, de suerte que imitando a nuestra Santa, han sus devotos de mudarse de toda mácula de pecado, dejando verdadera y totalmente las ocasiones de su ruina.

Para mayor aumento de gracia, conviene frecuentar la Sacrosanta Eucaristía, según el dictamen del Padre espiritual, siendo comenzada esta devoción con la Comunión y acabada del mismo modo.

El tiempo asignado para emprenderla es el día trece de julio, para dar fin el día veintiuno, víspera de la gloriosa Santa. Y el miércoles después de la Dominica cuarta de Cuaresma, para acabarla jueves de la siguiente semana, víspera de los Dolores, día en que la Iglesia celebra su felicísima conversión. Bien que en otro cualquier tiempo se podrá hacer, con tal que no haya ocasión de pecado mortal, ni reincidencia en el, que no agrada a la Santa.

Cada día se dará un obsequio a la Santa además de alguna penitencia, según el orden propuesto, y más con afectos de corazón, que con extensos actos, que la den a conocer.

Al comenzar el día, despertará el alma ansiosa por su amante Dueño el Omnipotente Dios de Cielo, y tierra, y dirá algunas jaculatorias de la novena, en unión con los continuos suspiros que exhalaba aquel crecido amor de nuestra Santa.

Finalmente, el fiel ha de solicitar el aumento de la devoción y afición con nuestra Patrona, que conocido es de sus devotos la diligencia con que asiste en aprietos espirituales y temporales, ésta Penitente, la Válida de Dios, la Gloriosísima Santa María Magdalena.


ACTO DE CONTRICIÓN
que se dirá todos los días.

Puesto de rodillas ante la imagen de la Santa, se dirá con veras del corazón, juzgándose en el Tribunal de Dios, la siguiente:

A tus ojos tienes, Altísimo Señor, y en tu Sacrosanta presencia a quien más que todo el universo te ha ofendido: aquí estoy con el rostro lleno de confusión y vergüenza; puesto que no he sabido darte gusto, desde el instante que amanecí al uso de la razón, así como en el presente, en que abro los ojos y conozco lo errado de los pasos en que he andado. Aquí está mi alma, Señor, la más desagradecida que abrasa la tierra entre sus vivientes: ¿cómo has sufrido tanta tiranía?, ¿cómo no has levantado tu diestra para destruirme?, ¿qué palabras diré en desagravio a tus justas iras? Oh, cómo quisiera llorar abundantes lágrimas por las fuentes de mis ojos y verter amargas corrientes de arrepentimiento. Pero ya estoy, Soberano Padre, a tus migajas, como huérfano mendigo de tu mesa, ya no salgo de ti, sin ti mismo. Recibe este corazón arrepentido de su mala vida, que no será la vez primera que así te humanes, ejemplo me da tu amada pecadora Magdalena. Recibe, Señor en tu amistad a quien con veras del alma se vuelve a ti; que si buscas dolor de los pecados, a mí me pesa infinitamente haberte ofendido, tan sin respeto a tus mismos ojos; yo te doy palabra de no volver al cieno de mis pecados. Recibe en desagravio de ellos, aquellas arrepentidas cuanto amorosas lágrimas de tu querida hija, y mi Patrona Santa María Magdalena. Recibe benignamente en satisfacción de ellos todo cuanto padeciere hasta mi muerte, la cual confío en la Sangre de tu Hijo, y mi Hermano Nuestro Señor Jesús, será dichosa y agradable. Amén.


TERCERO DÍA

Oh Seráfica y penitente Magdalena, que pasando los límites de tu amor humano, amaste de tal modo a tu Divino Maestro, que mereció lo mucho de tu caridad fuese el mismo Cristo predicador de tus arrepentimientos; declarando a voces que eras tú la que sí mucho habías pecado, mucho más habías amado. ¿Quién, Magdalena Santa, te enseñó tan breve y tan extraordinario amar? No otro que quien te supo querer con tanto extremo. Por esta perseverancia tuya, te ruego, me enciendas en el fuego del divino amor, enseñándome a aborrecer todo lo que da disgusto a tu querido Esposo. Lleva mi corazón a un perpetuo agradecimiento a Sus beneficios. No olvides, Santa gloriosa, a los que están fuera del gremio de la Religión Cristiana, y en particular a los que humildemente te ruegan, y se valen de tu Patrocinio, dando a todos conocimiento del valor de la gracia, y de la miseria del pecado mortal, de cual espero, me librará tu intercesión. Amén.


Aquí se rezan siete Padre nuestros, y siete Ave Marías con la siguiente:

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA

¡Oh Bondad sin término! ¡Oh Sabiduría sin límite! ¡Oh Misericordia sin fin! infinitas veces alabo, Señor, vuestro altísimos juicios y agradezco a vuestra benignidad nos diese tan seguras esperanzas del remedio eterno mediante la verdadera contrición. Y para mayor realce de tanto amor, nos ponéis a vista el crédito de él en nuestra querida Patrona Santa María Magdalena: haciendo en la blanda cera de su Corazón, la más bella imagen de humildad que podía lucir en vuestra presencia.
Ofrezco, Dios mío, a vos mismo; en agradecimiento de las muchas prerrogativas, que a vuestra querida Magdalena tenéis concedidas. Y ya que mis muchas culpas me dan la audacia de pediros cara a cara, os presento aquella tan verdadera contrición suya, aquel quereros sin límite; aquel acompañaros padeciendo: aquel lloraros ausente; aquel encontraros resucitado. Y juntamente os ofrezco aquella penitencia tan áspera; aquella soledad tan rigurosa; aquel continuo cilicio; aquel ayuno perpetuo; aquel llorar arrepentido; todo tan perfecto a vuestros ojos: que puedo decir que sus alabanzas complacían a tu Corazón: pues siete veces cada día enviabais muchos Ángeles, que os la llevasen para regalaros con su vista; y por todos esos favores vuestros, y amores de mi querida Santa, os pido me tengáis de vuestra mano; me ayudéis para no ofenderos; y si mi suma miseria en algo me deslizare, me deis los auxilios que a vuestra Penitente disteis, y me concedáis lo que en esta novena os pido, si es de vuestro agrado. Amén.

Para meditar durante el día: Entre día se trae a la memoria el inmenso amor de Dios a las criaturas, pues de tal suerte los ama, que no escaseó el dar a su Unigénito Hijo, para las afrentas, y muerte tan penosa, solo por conquistarlas para su Reino.

Obsequio: Hoy se presenta a nuestra Santa un libro de memoria, para que se escriba en él lo mucho que hemos de amar a Dios, y los servicios, que se han de hacer a la Santa. Éste se fabricará de tres exámenes de conciencia al día, se prepara con una cubierta de tela hecha de una profunda humildad, y conocimiento propio de nuestra flaqueza. Si cómodamente se pudiera ayunar, y no siendo Domingo.

Jaculatoria: ¿Te perderé mi Dios para siempre? ¿Te gozaré mi bien una eternidad? ¡Oh, mi Dios, por ti muero!

Los miércoles durante el año encenderán una candela a la Santa impetrando su presencia a la hora de su muerte.












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