miércoles, 1 de junio de 2016

MEDITACIÓN DE ADVIENTO - DIA IV

MEDITACION IV
FELICIDAD DE HABER NACIDO DESPUÉS DE LA REDENCIÓN
Y EN EL SENO DE LA VERDADERA IGLESIA
Ubi venit plenitudo temporis, misit Deus Filium Suum…,
ut eos, qui sub lege erant, redimeret.
Cuando vino la plenitud del tiempo, envió Dios desde
el cielo, de cabe si, a su propio Hijo… para rescatar a los
que estaban sometidos a la sanción de la ley.
ADVIENTO 4
AGNUS DEI, ATRIO DE LA BASÍLICA DE SAN EUFRASIO, POREC, CROACIA
I. ¡Cuánto debemos agradecer a Dios el habernos hecho nacer después de verificada la obra excelsa de la redención humana! Esto significa la expresión plenitudo temporis, el tiempo feliz por la plenitud de la gracia, que nos obtiene Jesucristo con su venida. ¡Pobres de nosotros sí, reos de tanto pecado cometido, hubiéramos vivido en la tierra antes de la venida de Jesucristo!
II. ¡En que miserable estado se hallaban los hombres antes de la venida del Mesías! El verdadero Dios apenas si era conocido en la Judea, al paso que en el resto del mundo reinaba la idolatría, de suerte que nuestros antepasados adoraban piedras, leños y demonios. Adoraban multitud de dioses, y el verdadero Dios no era por ellos amado ni conocido. Aun hoy en día, ¡cuántos países hay de escaso número de católicos, entre tanto y tanto infiel y hereje como ciertamente se pierden! ¡Cuán obligados estamos a Dios por habernos hecho nacer no tan solo después de la venida de Cristo, sino además en países donde reina la verdadera fe!
Gracias, Señor, por tan extraordinario beneficio. ¡Desgraciado de mi si, después de haber cometido tantos pecados, tuviere que vivir entre infieles y herejes! Reconozco, Dios mío, que me queréis salvar, y, a pesar de ello, ¡Cuantas veces me quise perder, al perder vuestra gracia! Tened compasión de mi alma, que tanto os costo, Redentor mío.
III. Envió Dios desde el cielo, de cabe si, a su propio Hijo, para rescatar a los que estaban sometidos a la sanción de la ley.- Peca, pues, el esclavo y con el pecado cae en poder del demonio, y acude su mismo Señor a rescatarlo con su muerte… ¡Oh amor inmenso, amor infinito de Dios para con el hombre! Por lo tanto, divino Redentor mío, si vos no me hubierais redimido con vuestra muerte, ¿qué habría sido de mi, que tantas veces merecí el infierno con mis pecados? Si vos, Jesús mío, no hubierais muerto por mí, os habría perdido para siempre, sin esperanza de recobrar ya mas vuestra gracia ni esperanza de ver un día en el cielo vuestro hermoso rostro.
Gracias, pues, querido Salvador mío, y un día, en el cielo espero agradecéroslo por toda la eternidad. Me arrepiento sobre todo otro mal de haberos despreciado en lo pasado; en adelante estoy resuelto a sufrir todas las penas y muertes antes que ofenderos; pero, como os traicione en lo pasado, puedo traicionaros también en lo por venir. ¡Ah, Jesús mío, no permitáis me separe de vos! Os amo, bondad infinita, y quiero amaros siempre en esta vida y por toda la eternidad. ¡Oh Reina y Abogada mía, María, tenedme siempre bajo vuestro amparo y libradme del pecado!

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