jueves, 1 de octubre de 2015

DEL CREDO ARTÍCULO IX

INSTRUCCIÓN RELIGIOSA


EL CRISTIANISMO
SUS DOGMAS, ORACIONES,
MANDAMIENTOS Y SACRAMENTOS
***
PRIMERA PARTE

LO QUE SE HA DE CREER


EL CREDO


ARTÍCULO IX

LA SANTA IGLESIA CATÓLICA
LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS.


La palabra Iglesia significa sociedad o congregación.
Iglesia de Jesucristo es la sociedad visible fundada por N. S. Jesucristo.

La Iglesia de Jesucristo consta de tres partes: militante, purgante y triunfante.

Iglesia Militante: la forman los que están en este mundo.

Iglesia Purgante: la forman los que están en el Purgatorio.

Iglesia Triunfante: la forman los que están en el Cielo.

Para llegar a la Iglesia Triunfante es necesario pertenecer primero a la Iglesia Militante.
El noveno artículo del Credo se refiere especialmente a la Iglesia Militante.
Jesucristo fundó la Iglesia para que los hombres puedan hallar siempre en Ella todos los medios necesarios para su eterna salvación.

Estos medios son: la verdadera fe, el sacrificio y los sacramentos; además los mutuos auxilios espirituales, como la oración, el consejo y el ejemplo.
Para salvarse es necesario pertenecer de hecho, o a lo menos con el deseo implícito, a la verdadera Iglesia de Jesucristo.

La Iglesia de Jesucristo es: perpetua e infalible.
Perpetua significa que ha de durar hasta el fin del mundo.
Infalible significa que no puede errar.
Jesucristo dijo: Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos.

El infierno prevalecería y Jesucristo no estaría siempre con la Iglesia, si ésta errara o desapareciera.


La Iglesia Católica.


La Iglesia Católica es la sociedad de los fieles cuya cabeza es el Papa.
Para pertenecer a la Iglesia católica es necesario:
1º- Estar bautizado.
2º- Creer todas las verdades de la fe.
3º- Reconocer al Papa como cabeza de la Iglesia.
4º- No estar excomulgado.

No pertenecen a la Iglesia Católica:
Los infieles, herejes, cismáticos, apóstatas y excomulgados.
Infiel es el que no está bautizado.
Hereje es el cristiano que niega con pertinacia alguna verdad de la fe.
Cismático es el cristiano que no reconoce al Papa como cabeza de la Iglesia.
Apóstata es el que niega con acto externo la fe católica que antes profesaba.
Excomulgado es el cristiano que ha sido privado por la Iglesia de los bienes espirituales comunes a todos los fieles.

El pecado, si por él no se incurre en la excomunión, no impide el pertenecer a la Iglesia.



La verdadera Iglesia de Jesucristo.


La verdadera Iglesia Militante de Jesucristo es la Iglesia Católica.
La Iglesia Católica se llama también Romana, porque el Jefe de ella es el Sumo Pontífice de Roma.

Las notas o señales por las cuales se reconoce la verdadera Iglesia Militante de Jesucristo son: una, santa, católica y apostólica.

Una: porque Jesucristo fundó una sola.
Santa: porque Jesucristo es Santo y la fundó para santificarnos.
Católica: la palabra católica significa universal; Jesucristo fundó su Iglesia para todos los hombres hasta el fin del mundo.
Apostólica: Jesucristo confió su propagación y gobierno a los apóstoles y a sus legítimos sucesores.

Estas notas o señales las reúne solamente la Iglesia Católica.
La Iglesia Católica es una: porque siempre ha tenido y tiene en todas partes una misma fe, unos mismos sacramentos y una misma cabeza.
Es santa: porque su cabeza, Jesucristo, es el Santo de los santos, sus sacramentos son santos, su doctrina es santa y hace santos a los que la practican.

Digan sus enemigos, si hay en la doctrina católica algo que no dirija al hombre hacia Dios, fuente de toda santidad.
La religión católica prescribe una pureza de costumbres admirable.
Esta es la principal causa porque es tan odiada por los malos.
Sólo la religión católica tiene santos, esto es, personas de virtudes tan extraordinarias que el mismo Dios da testimonio de ellas con hechos sobrenaturales.

Nada prueba contra la santidad de la Iglesia que haya católicos, y aún ministros del altar, que observen mala conducta.
La Santa Iglesia católica condena la mala conducta de toda persona, sea quien fuere.
El que es malo, lo es precisamente porque no cumple con lo que prescribe la santa Iglesia Católica.

Es católica por razón de la doctrina, del tiempo y del lugar.
Por razón de la doctrina. La doctrina de la Iglesia Católica ha sido siempre la misma, sin cambio alguno.
Al declarar la Iglesia que una verdad es de fe, no establece una nueva doctrina; solamente obliga en conciencia a creer aquella verdad, como revelada por Dios.
En materia de disciplina la Iglesia puede cambiar sus leyes según las exigencias de los tiempos y lugares.

Por razón del tiempo. La Iglesia Católica existe desde que la fundó Jesucristo.
El fundador de la Iglesia Católica es Jesucristo; si hubiera sido otro, sabríamos quién fue.

Las demás religiones, que se llaman cristianas, cuentan su existencia desde varios años y aún siglos después de Jesucristo.
Sabemos quiénes fueron los fundadores de esas religiones; casi todos fueron católicos que se rebelaron contra la Santa Madre Iglesia.

El protestantismo empezó a existir quince siglos después de N. S. Jesucristo.
Afirmar que el protestantismo es la verdadera religión cristiana es admitir que la verdadera religión cristiana empezó a existir 1500 años después de N. S. Jesucristo.
Los mismos fundadores del protestantismo fueron católicos y después protestantes.
El protestantismo no fue, pues, fundado por N. S. Jesucristo, y por consiguiente, no es la verdadera religión cristiana.

Por razón de los lugares. La Iglesia católica es para todos los hombres y está extendida en toda la tierra.
La catolicidad es tan propia de la Iglesia Romana, que en todas partes es llamada católica, y católicos son llamados sus hijos.

Es apostólica, porque viene de los apóstoles y tiene la misma doctrina que ellos enseñaron.


Los milagros.

Sólo la Iglesia católica tiene el sello divino que es el milagro.
Milagro es un hecho sensible, superior a todas las fuerzas y leyes de la naturaleza.
Por consiguiente, el milagro sólo puede venir de Dios.
N. S. Jesucristo probó con milagros su divinidad.


También los muchos milagros habidos a favor de la religión católica prueban que es la verdadera religión.
Ninguna otra religión puede citar milagro alguno auténtico en su favor.

El Papa.


La Iglesia católica es la verdadera Iglesia de Jesucristo, porque en ella está el Papa.
El Papa es el Romano Pontífice, sucesor de San Pedro, Vicario de Cristo en la tierra.
Jesucristo dijo a San Pedro:
Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.
Y a ti te daré las llaves de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra, ligado será en los cielos y todo lo que desatares en la tierra será también desatado en los cielos”. (SAN MATEO, XVI, 18 y 19).

Con estas palabras Jesucristo constituye a Pedro cimiento y jefe supremo de su Iglesia.
La Iglesia debe existir hasta el fin del mundo; luego las prerrogativas de Pedro han de pasar a sus sucesores hasta el fin del mundo.
La Iglesia no puede estar fuera de su cimiento.
El cimiento de la Iglesia es Pedro y sus sucesores.
Luego donde están Pedro y sus sucesores allí está la Iglesia.


Legítimos Pastores de la Iglesia.

Los legítimos Pastores de la Iglesia son el Papa y los Obispos unidos a él.
El Papa es el obispo de Roma, sucesor de San Pedro.
Los Obispos son los sucesores de los Apóstoles.
Jesucristo es el jefe principal o cabeza invisible de la Iglesia. Mas la Iglesia, como sociedad perfecta y visible, debe tener un jefe visible.
El jefe visible en toda la Iglesia es el Papa quien representa a Jesucristo en la tierra.
El Obispo, con dependencia del Papa, es el jefe de su diócesis.
El Obispo en la cura de almas se ayuda de los sacerdotes, y principalmente de los párrocos.
El Párroco con dependencia del obispo, es el jefe de su parroquia.



La Iglesia docente.


El Papa y los Obispos unidos a él, constituyen la Iglesia docente.
La Iglesia docente ha recibido de Jesucristo la misión de enseñar las verdades y las leyes divinas a todos los hombres.
Los hombres reciben solamente de la Iglesia docente el conocimiento pleno y seguro de todo lo que es necesario saber para vivir cristianamente.
La Iglesia docente, al enseñarnos las verdades reveladas por Dios, no puede errar.

El Papa solo, sin los Obispos, es infalible, cuando, como Maestro de todos los cristianos, define doctrinas acerca de la fe y costumbres.
En todas las demás cosas el Papa no es infalible ni impecable.
La infalibilidad del Papa no consiste en una revelación particular, ni en una inspiración profética, sino en una asistencia divina que preserva al Papa de todo error, cuando define las verdades reveladas.
Sin la autoridad infalible del Jefe de la Iglesia, hubiera sido imposible la unidad de fe y creencias.

Después que Jesús subió a los cielos, cada cristiano hubiera entendido la religión de Jesucristo a su modo, y no se sabría quién tendría la razón.
Todos vemos la diferencia de opiniones que hay sobre asuntos relativos al orden natural.
Más grande sería la diferencia de opiniones en las cosas referentes al orden sobrenatural.

El cuerpo y alma de la Iglesia.

En la Iglesia de Jesucristo se debe distinguir el cuerpo y el alma.
El cuerpo de la Iglesia consiste en lo que tiene de visible y externo.
El alma de la Iglesia consiste en lo interno y espiritual, especialmente en la gracia de Dios.

Miembros vivos de la Iglesia son todos los fieles que están en gracia de Dios.
Miembros muertos de la Iglesia son los fieles que están en pecado mortal.
Toda persona que está en gracia de Dios pertenece al alma de la verdadera Iglesia de Jesucristo.
Los fieles católicos que están en pecado mortal pertenecen al cuerpo de la Iglesia católica, pero no al alma.

Los que no son católicos externamente, sin culpa suya, por no conocer la religión católica, pero aman a Dios y le sirven como saben y pueden, tienen la gracia de Dios, y pertenecen al alma de la Iglesia católica.
Nadie puede salvarse fuera de la Iglesia católica, esto es, no hay salvación para quien muere sin pertenecer al alma de la Iglesia católica.

Importancia del noveno artículo del Credo.

Este artículo del Credo es en cierta manera el más importante de todos.
La autoridad infalible de la Iglesia es la que nos asegura que las Sagradas Escrituras, el Evangelio y las verdades contenidas en el símbolo mismo, son reveladas por Dios.

Además, la Sagrada Escritura puede ser entendida de maneras muy diversas. De ahí la necesidad de que haya una autoridad infalible que las interprete rectamente.
Creemos a la Iglesia católica, porque ella tiene todos los caracteres necesarios que demuestran su divina institución.
Por consiguiente, ella es nuestra maestra y guía para que podamos alcanzar la eterna salvación.

Debemos, pues, obedecer a la Iglesia.
Nuestro Señor Jesucristo dijo a sus Apóstoles:
El que a vosotros oye, a Mí me oye; el que a vosotros desprecia, a Mí me desprecia.
El que no oye a la Iglesia, sea tenido como gentil y publicano”.


La comunión de los Santos.


La Comunión de los Santos es la comunicación de bienes espirituales entre los fieles que están en gracia de Dios.
La palabra comunión significa comunicación.
La palabra santos significa los fieles que están en gracia de Dios.
Bienes espirituales son la gracia, oraciones y demás buenas obras.
Los fieles que están en gracia de Dios son miembros vivos de un mismo Cuerpo Místico, del cual es cabeza N. S. Jesucristo.
En un cuerpo la cabeza deja sentir su influencia en todos los miembros, y los bienes de uno son bienes de los demás.

La Comunión de los Santos se extiende también a las Iglesias Triunfante y Purgante.
Nosotros nos encomendamos a los Santos del Cielo y podemos aliviar a las almas del Purgatorio.
Los Santos del Cielo ruegan a Dios por nosotros y por las almas del Purgatorio.
Los que están en pecado mortal participan solamente de los bienes externos del culto y de las plegarias de los justos para obtener el perdón.
Tesoro de la Iglesia.

El tesoro de la Iglesia está formado por la parte propiciatoria, impetratoria y satisfactoria de las obras buenas hechas por los justos.
Toda obra buena hecha en gracia de Dios es meritoria, propiciatoria, impetratoria y satisfactoria.

Meritoria: hace ganar méritos y premios para el Cielo.
Propiciatoria: aplaca la divina justicia.
Impetratoria: consigue gracias del Señor.
Satisfactoria: satisface la pena temporal debida por los pecados.
La parte meritoria es del que practica la obra buena: no se puede ceder.
Las otras partes se pueden ceder: con ellas se forma el tesoro de la Iglesia.
Mérito de las obras buenas.


Las obras buenas por razón del mérito pueden ser vivas, muertas y mortificadas.

Vivas, son las que se hacen en gracia de Dios.
Mientras dura la gracia de Dios son dignas de mérito y de premio eterno.
Muertas, son las que se hacen en pecado mortal.
Nunca tendrán mérito ni premio.
¡Cuán triste cosa es vivir en pecado mortal! En tal estado, aunque se hagan obras muy buenas, no se conseguirá por ellas premio alguno en la eternidad.
No obstante, cuantas más buenas obras hace un pecador, más fácil es que consiga la gracia de la conversión.
Mortificadas, son las obras buenas hechas en gracia de Dios, si sobreviene el pecado mortal.
Mientras dura el pecado mortal son como muertas; pero, si se recobra la gracia de Dios, son de nuevo vivas.

Para que las obras buenas sean meritorias, deben hacerse con la recta intención de agradar a Dios.
Las obras buenas no tienen todas el mismo mérito, sino que unas son mucho más meritorias que otras; y aún puede suceder que una sola tenga más mérito que muchas otras juntas.

Las obras buenas pueden ser obligatorias y no obligatorias o supererogatorias.

Obligatorias, son las que están mandadas bajo pena de culpa, como oír Misa en los días festivos.
Supererogatorias, las que no son de obligación, como el oír Misa diariamente.

Las obras buenas más recomendadas por Dios en la Sagrada Escritura son:
1º- la oración, o sea los actos relativos al culto divino, como la Santa Misa, etc.
2º- el ayuno o las obras de mortificación.
3º- la limosna, o las obras de caridad y misericordia.

Las verdaderas riquezas son las obras buenas hechas en gracia de Dios.
La magnitud del galardón debe excitarnos a practicar muchas buenas obras.
Una buena obra y el menor acto de virtud es cosa más grande y gloriosa que todas las hazañas de los más célebres conquistadores, que las negociaciones más importantes y que la conquista o el gobierno de un imperio.

La fe nos lo enseña y la razón misma lo convence, porque todo esto no es más que la gloria de la criatura, mientras que las buenas obras y los actos de virtud procuran la gloria del Criador.
De aquí es menester inferir que no hay ninguna comparación, ninguna proporción entre lo uno y lo otro.

Esta verdad bien comprendida ¡qué alientos infunde en las almas buenas para practicar todas aquellas obras que pueden contribuir a la gloria de Dios! ¡Qué fervor en todos los ejercicios de piedad! ¡Qué desprecio de todo lo que no es Dios, ni dice relación de su gloria!
Cuando leo en el Evangelio que no quedará sin premio un vaso de agua fría dado a un pobre, digo para mí: pues ¿qué será de otras infinitas buenas obras de más importancia que me son fáciles, si las hago por Dios, el cual me promete en recompensa un bien infinito por una eternidad?

Peso despacio estas tres cosas: un bien infinito, una eternidad y una acción de un instante que tan fácil me es, y quedo sorprendido al ver mi ceguedad: ¿no debería dedicarme sin tregua a aprovechar cuidadosamente todos los instantes de mi vida para emplearlos en buenas obras? ¡Un bien infinito por tan poca cosa! ¡Una bienaventuranza eterna por un momento tan breve de trabajo!
Poco después de haber muerto una persona muy piadosa, se apareció radiante de gloria a otra, y le dijo:

Soy sumamente feliz; pero, si algo pudiera desear, sería el volver a la vida y padecer mucho, a fin de merecer más gloria”; añadiendo, que quisiera padecer hasta el día del juicio todos los dolores que había padecido durante su última enfermedad, para lograr solamente la gloria que corresponde al mérito de una sola Ave María.


















No hay comentarios.:

Publicar un comentario