INSTRUCCIÓN
RELIGIOSA
EL
CRISTIANISMO
SUS
DOGMAS, ORACIONES,
MANDAMIENTOS
Y SACRAMENTOS
***
PRIMERA
PARTE
LO
QUE SE HA DE CREER
EL
CREDO
ARTÍCULO
IV
PADECIÓ
DEBAJO DEL PODER DE PONCIO
PILATO,
FUE
CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO.
Jesús
por todas partes donde pasaba hacía el bien.
No
obstante, tenía grandes enemigos.
Como
hay ahora, había entonces tres clases de gente: buenos, malos no
obstinados y malos obstinados.
Los
buenos amaban a Jesús.
Los
malos no obstinados, al oír su divina palabra, se convertían.
Pero
los malos obstinados aborrecían mucho a Jesús y querían darle
muerte.
En
una ocasión los judíos tomaron piedras para arrojarlas contra
Jesús, quien les dijo:
“Muchas
obras buenas os he hecho; ¿por cuál de ellas me queréis matar?
Varias
veces trataron de quitar la vida a Jesús, y Él desaparecía.
Mas
llegó el momento en que Jesús permitió le tomasen preso.
Jesús
fue azotado, coronado de espinas y clavado en la cruz.
Poncio
Pilato fue el juez malvado que dictó la sentencia de muerte contra
Jesús.
Él
conocía que Jesús era inocente; no obstante, para complacer a los
judíos, pronunció la más injusta de las sentencias.
Jesús
fue clavado en la Cruz al mediodía y murió a las tres de la tarde,
el Viernes antes de Pascua.
Jesús
murió en la Cruz para salvarnos.
Al
morir Jesús, el sol se oscureció, la tierra tembló, las piedras se
partieron y muchos cuerpos de santos, que habían muerto,
resucitaron.
Jesús
padeció y murió realmente como hombre.
Como
Dios, no podía padecer ni morir.
Jesús
desde la Cruz nos enseñó a aborrecer el pecado y su causa.
La
causa del pecado es el amor desordenado a los honores, riquezas y
placeres.
No
necesitaba Jesús sufrir tanto para salvarnos.
Cualquier
acto de Jesús era de un valor infinito y era suficiente para salvar
al mundo entero y aún a mil mundos.
Jesús
quiso sufrir tanto para que comprendiéramos:
1º-
Cuán grave mal es el pecado;
2º-
El amor inmenso que nos tiene;
3º-
Cuánto vale nuestra alma, pues para salvarla quiso Jesús derramar
toda su sangre y dar su vida en medio de los más atroces tormentos.
Cada
uno debe pensar: Jesús
ha muerto para salvarme a mí. ¿Qué no debo hacer yo para
corresponder al amor de Jesús y salvar mi alma?
Jesús
murió para salvar a todos los hombres; pero de tal manera murió por
todos, como si muriera por uno solo.
Como
la luz del sol lo mismo aprovecha a todos que a uno solo.
Los
méritos de la pasión y muerte de Jesucristo no aprovechan a todos,
porque muchos no hacen lo necesario para la aplicación de estos
méritos.
Dice
San Agustín: El
que te crió sin ti, no te salvará sin ti;
esto es, sin tu cooperación.
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