ORACIÓN
PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh María!, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio segurísimo, y en vuestro Santo Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna, con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta novena de alabanzas y peticiones. Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, "Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo! Amén.
La
Gran Promesa de Nuestra Señora
Esta
promesa será sin duda lo que más perpetúe el nombre de Fátima a
través de los siglos y traiga más frutos de salvación. "Prometo
-dijo la Virgen- asistir
en la hora de muerte con las gracias necesarias para la salvación a
los que en cinco primeros sábados de mes seguidos comulguen y recen
el rosario meditado".
Ante estas palabras de misericordia del Corazón de María, el mundo se ha conmovido. El mismo soberano Pontífice Pío XII puso al principio de la Santa Misa del Corazón de María aquella invitación: "Vayamos con confianza a ese Trono de gracia". Y cada uno de los fieles ganoso de asegurar lo que más importa, el porvenir eterno, tiene cuenta con sus cinco primeros sábados, evita el interrumpirlos, se alegra de coronarlos y se complace en repetirlos.
Ante estas palabras de misericordia del Corazón de María, el mundo se ha conmovido. El mismo soberano Pontífice Pío XII puso al principio de la Santa Misa del Corazón de María aquella invitación: "Vayamos con confianza a ese Trono de gracia". Y cada uno de los fieles ganoso de asegurar lo que más importa, el porvenir eterno, tiene cuenta con sus cinco primeros sábados, evita el interrumpirlos, se alegra de coronarlos y se complace en repetirlos.
Es
interesante el dato evangélico: Jesús otorgaba sus favores y
prodigios preferentemente en sábado. E interrogaba a sus
detractores: ¿Es lícito curar en sábado? Su Madre divina parece
responder: los sábados son los días de mi predilección a favor de
mis devotos en la tierra y en el purgatorio.
¡Oh alma! reza el rosario y comulga en dichos días, con gratitud, con fervor, en espíritu de reparación, y no lo dudes: albergada en ese Corazón, que es, según San Buenaventura, "deliciosísimo paraíso de Dios", pasarás al paraíso eterno.
¡Oh alma! reza el rosario y comulga en dichos días, con gratitud, con fervor, en espíritu de reparación, y no lo dudes: albergada en ese Corazón, que es, según San Buenaventura, "deliciosísimo paraíso de Dios", pasarás al paraíso eterno.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias. Para
alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
ORACIÓN
FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh
Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones
después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor
de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome sumamente
necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el tesoro de sus
bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois
mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en
todos mis apuros y peligros:
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando
la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la
tribulación llague mi alma,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando
el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme
perder el tesoro de la divina gracia,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En
la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques
de mis enemigos,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y
cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y
ampararla, y entonces, ahora y siempre,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
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