ORACIÓN
PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh María!, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio segurísimo, y en vuestro Santo Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna, con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta novena de alabanzas y peticiones. Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, "Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo! Amén.
Desagravio
al Inmaculado Corazón de María
La
Virgen pidió en Fátima a los tres pastorcitos ofrecieran
sacrificios en reparación de las ofensas que se infieren a su
Inmaculado Corazón. Solicitó en particular la comunión reparadora
de los primeros sábados.
Lo
que sostiene a este mundo pecador es el espíritu de reparación, que
llega a su valor más alto en el Santo Sacrificio de la Misa, donde
Jesús encabeza las reparaciones y desagravios de la Iglesia toda a
su Eterno Padre.
Se
ofende a Dios, y se ofende mucho también a su amadísima Madre, cuyo
Corazón gime atravesado por una espada de dolor. "Ese vaso de
santidad -exclama San Buenaventura- ¿cómo se ha trocado en mar de
penalidades?" La Virgen Madre puede responder: "Hijos he
criado y exaltado, mas ellos me despreciaron". ¡Penitencia! nos
dice Nuestra Señora en Fátima como en Lourdes. Sí: Fátima es un
pregón de penitencia para esta época en que el hombre se niega a
reconocer la gravedad del pecado, se glorifica en el sensualismo y se
jacta de gozar de esta vida. No volver a pecar: esto es lo primero en
el verdadero penitente. Y luego, mortificarse y sufrir por amos a
Dios.
Oigamos,
pues, el clamor de Nuestra Señora: ofrezcamos oraciones, buenas
obras y sacrificios en desagravio a su afligido y Purísimo Corazón.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias. Para
alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
ORACIÓN
FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh
Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones
después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor
de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome sumamente
necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el tesoro de sus
bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois
mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en
todos mis apuros y peligros:
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando
la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la
tribulación llague mi alma,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando
el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme
perder el tesoro de la divina gracia,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En
la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques
de mis enemigos,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y
cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y
ampararla, y entonces, ahora y siempre,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas
gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía
por toda la eternidad en el cielo. Amén.
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