sábado, 29 de agosto de 2015

TRIDUO A NUESTRA SEÑORA DE FATIMA Dia segundo

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh María!, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio segurísimo, y en vuestro Santo Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna, con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta novena de alabanzas y peticiones. Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, "Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo! Amén.


Desagravio al Inmaculado Corazón de María


La Virgen pidió en Fátima a los tres pastorcitos ofrecieran sacrificios en reparación de las ofensas que se infieren a su Inmaculado Corazón. Solicitó en particular la comunión reparadora de los primeros sábados.
Lo que sostiene a este mundo pecador es el espíritu de reparación, que llega a su valor más alto en el Santo Sacrificio de la Misa, donde Jesús encabeza las reparaciones y desagravios de la Iglesia toda a su Eterno Padre.
Se ofende a Dios, y se ofende mucho también a su amadísima Madre, cuyo Corazón gime atravesado por una espada de dolor. "Ese vaso de santidad -exclama San Buenaventura- ¿cómo se ha trocado en mar de penalidades?" La Virgen Madre puede responder: "Hijos he criado y exaltado, mas ellos me despreciaron". ¡Penitencia! nos dice Nuestra Señora en Fátima como en Lourdes. Sí: Fátima es un pregón de penitencia para esta época en que el hombre se niega a reconocer la gravedad del pecado, se glorifica en el sensualismo y se jacta de gozar de esta vida. No volver a pecar: esto es lo primero en el verdadero penitente. Y luego, mortificarse y sufrir por amos a Dios.
Oigamos, pues, el clamor de Nuestra Señora: ofrezcamos oraciones, buenas obras y sacrificios en desagravio a su afligido y Purísimo Corazón.


Después de la meditación propia del día pídanse las gracias. Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.


ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS


¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!


Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!


Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!


En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!


Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!



Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.

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