ORACIÓN
PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh María!, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio segurísimo, y en vuestro Santo Rosario un arma victoriosa contra el enemigo de nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna, con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta novena de alabanzas y peticiones. Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, "Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo! Amén.
Reinado
del Corazón de María
Dijo
la Virgen a los pastorcitos de Fátima: "Jesús quiere
establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón".
En
verdad, ¿puede haber cosa más justa y digna? Oigamos a San Antonio
María Claret: "¿Habrá quien pregunte por qué veneramos al
Corazón de María? ¿Se ha meditado bien la excelencia de este
Corazón y las perfecciones sobrehumanas y más que angélicas que lo
adornan? ¡Oh, con qué alegría contempla el Señor al Corazón de
María, al que ninguna mancha desfigura ni afea germen alguno de
pasión mala, en el que no existe sobra de defecto que pueda hacerle
indigno y cuyas afecciones son todas celestes! O por hablar con más
propiedad, ¡con qué satisfacción no se contempla a Sí mismo en
aquel espejo fiel en donde se hallan retratados todos los rasgos de
su semejanza, borrados en el resto de los hombres!". Y afirma
San Bernardino de Siena que "para ensalzar los sentimientos del
Corazón Virginal de María no bastan las lenguas de todos los
hombres, ni aún las de los ángeles". ¡Tan digno y santo es!
¡Oh
alma devota! Dios lo quiere: Dios ha honrado sobremanera al Corazón
de María: honra tú también, ama y obsequia cuanto puedas al
Corazón amantísimo de tu dulce Madre.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias. Para
alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
ORACIÓN
FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh
Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones
después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor
de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome sumamente
necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el tesoro de sus
bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois
mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en
todos mis apuros y peligros:
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando
la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la
tribulación llague mi alma,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando
el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi
eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme
perder el tesoro de la divina gracia,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En
la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques
de mis enemigos,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y
cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo
para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y
ampararla, y entonces, ahora y siempre,
¡Oh
dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas
gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi
Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía
por toda la eternidad en el cielo. Amén.
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