Día 8
Mientras
tanto que se construía este querido Santuario a la gloria del
corazón adorable, se le dedicó un pequeño oratorio cerca del
noviciado. La hermana de Escures se constituyó sacristana, y
desempeñaba con tanto amor ese empleo, que la Bienaventurada fuera
de sí, escribía hablando de esta primera capilla: “La adorna tan
preciosamente que es una verdadera alhajita”.
Este
1686, año consolador entre todos para Margarita María, no se
termino sin ver estrechar más aún
la cadena que ligaba ya a esta alma escogida al Corazón de su
Soberano Maestro. El 31 de Octubre, la Bienaventurada hacia votos
de
los más perfectos,
para así consagrarse
e inmolarse más estrecha y absolutamente al Corazón de Jesús.
Algunos
días antes, Nuestro Señor le había, por su parte, manifestado toda
la solicitud de su amor hacia ella, dándole como guía y conductor
especial al Seráfico san Francisco de Asís. Estaba reservado a este
gran Santo, sabio en la ciencia del amor Crucificado, el ayudar a
Margarita María
a reproducir en sí
los últimos rasgos que debían completar su semejanza con el Dios
del Calvario.
A
partir de esta época, Margarita María recogía diariamente con
alegría y reconocimiento lo que había sembrado en las pruebas y el
dolor.
Una
gracia insigne debía regocijarla todavía hacia mediados del año
1688. El día de la Visitación se le apareció el Sagrado Corazón,
acompañado de la Santísima Virgen, de San Francisco de Sales, y del
Venerable Padre de la Colombière. En esta celebre visión la Madre
de Misericordias le revelÓ los designios de predilección del Corazón
de Jesús sobre la
Órden
de la Visitación (que Él amaba “como su querido Benjamín”), así
como sobre la Santa Compañía de Jesús alistada ya bajo la bandera
del Sagrado
Corazón y pronta a propagar por todas partes su culto.
El
7 de septiembre tuvo lugar la bendición solemne de la capilla
proyectada en 1686. La bienaventurada asistió a ella con toda la
alegría de su alma, pero verdaderamente puede decirse que lo
presencio más bien desde el cielo que en la tierra, pues mientras se
hacia la piadosa ceremonia, tuvo un éxtasis que se prolongó cerca de
tres horas.
El
nuevo Santuario
llegó a ser un lugar de constantes peregrinaciones para la Comunidad,
que tenía gusto en
ir procesionalmente los primeros viernes de mes, cantando las
letanías del Sagrado Corazón
y renovando cada vez un acto de desagravio y de consagración. Hasta
las mismas personas seglares eran atraídas hacia esta santa capilla,
pero no pudiendo entrar en razón a la clausura, se ponían de
rodillas en la parte exterior de la cerca, impelidas por un doble
sentimiento de reverencia y confianza.1
Sería
preciso leer las cartas
de
la Bienaventurada, para seguir las
huellas
de los innumerables trabajos que tomo a fin de procurar se grabasen
las
estampas
del Sagrado Corazón, para que se conociese en todas partes esta
devoción saludable. Frecuentemente recurría para que le ayudase en
esta empresa a la Madre de Saumaise, entonces en Dijon, la cual se
consideraba dichosa en
secundar el celo de su antigua hija, mientras que la madre Greyfié,
Superiora
entonces de Semur, tenía también la felicidad de satisfacer sus
deseos. Esta buena Madre
envió a Margarita María, al principio de 1686, una pintura bastante
fina representado el Sagrado Corazón de Jesús, cuya posesión fue
un tesoro para la sierva de Dios. Por esa
miniatura (desgraciadamente perdida cuando la revolución) la Madre
de Saumaise hizo pintar un gran cuadro para la capilla del jardín de
Paray. Al verlo la bienaventurada (dice ella) no pudo contener los
dulces transportes de su alegría, ni cansarse de mirarlo; ¡tan
hermoso lo encontraba!
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1 Este
ejemplo fue imitado un siglo después por el más admirable
peregrino de Paray-le. Monial: San Benito José Labre.
Cuando
Margarita María sabía que el Sagrado Corazón le
suscitaba por Sí
mismo nuevos servidores y nuevos amigos en la persona de celosos
Sacerdotes
o simples fieles, daba a este Corazón
Divino
mil y mil bendiciones. El reinado del Sagrado Corazón había ya
ciertamente comenzado sobre la tierra. Para la Bienaventurada eso era
el cielo anticipado. Así, su refrán más querido se componía de
palabras semejantes a estas: “Sería para mí un dulce placer el ser
anonadada para hacerlo reinar”.
Pero
antes de dejar la tierra, el apóstol del Corazón de Jesús tenía
una última misión que desempeñar.
En
los meses de Junio y de Agosto de 1689, Nuestro Señor se digno dar a
la Bienaventurada un nuevo mandato, encargándola hiciese saber al
hijo primogénito de su Sagrado Corazón – así llamaba al Rey de
Francia – que Él
quería establecer el reino de su Divino Corazón en el de este gran
monarca y en su palacio,… estar pintado en sus banderas y grabado
en sus armas para hacerlas victoriosas… en fin, quería que el Rey
le erigiese un templo donde la imagen de su Sagrado Corazón fuese
expuesta a los homenajes del Rey y de toda su corte…
Margarita
María agotó todos los medios humanos para hacer llegar el mensaje
hasta Luis XIV… ¿fueron infieles los medianeros, o no tuvo valor el
rey para obedecer la orden del Cielo?... eso es el secreto de Dios…
solo sabemos que no llego a efectuarse…
Pero
a dos siglos de distancia, la Francia se ha acordado de 1689 y de los
deseos del Rey de los reyes… ¡ella
se ha consagrado al Sagrado Corazón! Le ha levantado un templo y en
la amargura y sinceridad de su arrepentimiento se proclama a la faz
del cielo, la nación penitente
y a Él
consagrada.
En
este último período de su vida a que hemos llegado, había
cambiando ya mucho las cosas de la sierva de Dios. Ella, en otro
tiempo tan calumniada, perseguida y humillada se veía hecha el
objeto de una verdadera veneración.
Muchos
años, ya se sabe, la Comunidad le
había sido contraria, sirviendo así de instrumento ciego a los
designios de santificación que tenia Dios sobre esta alma heroica,
cuyos caminos extraordinarios (preciso es confesarlo) eran muy
propios para hacerla sospechosa.
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