lunes, 12 de octubre de 2015

VIDA DE LA BIENAVENTURADA MARGARITA MARÍA VIII

Día 8

Mientras tanto que se construía este querido Santuario a la gloria del corazón adorable, se le dedicó un pequeño oratorio cerca del noviciado. La hermana de Escures se constituyó sacristana, y desempeñaba con tanto amor ese empleo, que la Bienaventurada fuera de sí, escribía hablando de esta primera capilla: “La adorna tan preciosamente que es una verdadera alhajita”.
Este 1686, año consolador entre todos para Margarita María, no se termino sin ver estrechar más aún la cadena que ligaba ya a esta alma escogida al Corazón de su Soberano Maestro. El 31 de Octubre, la Bienaventurada hacia votos de los más perfectos, para así consagrarse e inmolarse más estrecha y absolutamente al Corazón de Jesús.
Algunos días antes, Nuestro Señor le había, por su parte, manifestado toda la solicitud de su amor hacia ella, dándole como guía y conductor especial al Seráfico san Francisco de Asís. Estaba reservado a este gran Santo, sabio en la ciencia del amor Crucificado, el ayudar a Margarita María a reproducir en sí los últimos rasgos que debían completar su semejanza con el Dios del Calvario.
A partir de esta época, Margarita María recogía diariamente con alegría y reconocimiento lo que había sembrado en las pruebas y el dolor.
Una gracia insigne debía regocijarla todavía hacia mediados del año 1688. El día de la Visitación se le apareció el Sagrado Corazón, acompañado de la Santísima Virgen, de San Francisco de Sales, y del Venerable Padre de la Colombière. En esta celebre visión la Madre de Misericordias le revelÓ los designios de predilección del Corazón de Jesús sobre la Órden de la Visitación (que Él amaba “como su querido Benjamín”), así como sobre la Santa Compañía de Jesús alistada ya bajo la bandera del Sagrado Corazón y pronta a propagar por todas partes su culto.
El 7 de septiembre tuvo lugar la bendición solemne de la capilla proyectada en 1686. La bienaventurada asistió a ella con toda la alegría de su alma, pero verdaderamente puede decirse que lo presencio más bien desde el cielo que en la tierra, pues mientras se hacia la piadosa ceremonia, tuvo un éxtasis que se prolongó cerca de tres horas.
El nuevo Santuario llegó a ser un lugar de constantes peregrinaciones para la Comunidad, que tenía gusto en ir procesionalmente los primeros viernes de mes, cantando las letanías del Sagrado Corazón y renovando cada vez un acto de desagravio y de consagración. Hasta las mismas personas seglares eran atraídas hacia esta santa capilla, pero no pudiendo entrar en razón a la clausura, se ponían de rodillas en la parte exterior de la cerca, impelidas por un doble sentimiento de reverencia y confianza.1
Sería preciso leer las cartas de la Bienaventurada, para seguir las huellas de los innumerables trabajos que tomo a fin de procurar se grabasen las estampas del Sagrado Corazón, para que se conociese en todas partes esta devoción saludable. Frecuentemente recurría para que le ayudase en esta empresa a la Madre de Saumaise, entonces en Dijon, la cual se consideraba dichosa en secundar el celo de su antigua hija, mientras que la madre Greyfié, Superiora entonces de Semur, tenía también la felicidad de satisfacer sus deseos. Esta buena Madre envió a Margarita María, al principio de 1686, una pintura bastante fina representado el Sagrado Corazón de Jesús, cuya posesión fue un tesoro para la sierva de Dios. Por esa miniatura (desgraciadamente perdida cuando la revolución) la Madre de Saumaise hizo pintar un gran cuadro para la capilla del jardín de Paray. Al verlo la bienaventurada (dice ella) no pudo contener los dulces transportes de su alegría, ni cansarse de mirarlo; ¡tan hermoso lo encontraba!



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1 Este ejemplo fue imitado un siglo después por el más admirable peregrino de Paray-le. Monial: San Benito José Labre.



Cuando Margarita María sabía que el Sagrado Corazón le suscitaba por Sí mismo nuevos servidores y nuevos amigos en la persona de celosos Sacerdotes o simples fieles, daba a este Corazón Divino mil y mil bendiciones. El reinado del Sagrado Corazón había ya ciertamente comenzado sobre la tierra. Para la Bienaventurada eso era el cielo anticipado. Así, su refrán más querido se componía de palabras semejantes a estas: “Sería para mí un dulce placer el ser anonadada para hacerlo reinar”.
Pero antes de dejar la tierra, el apóstol del Corazón de Jesús tenía una última misión que desempeñar.


En los meses de Junio y de Agosto de 1689, Nuestro Señor se digno dar a la Bienaventurada un nuevo mandato, encargándola hiciese saber al hijo primogénito de su Sagrado Corazón – así llamaba al Rey de Francia – que Él quería establecer el reino de su Divino Corazón en el de este gran monarca y en su palacio,… estar pintado en sus banderas y grabado en sus armas para hacerlas victoriosas… en fin, quería que el Rey le erigiese un templo donde la imagen de su Sagrado Corazón fuese expuesta a los homenajes del Rey y de toda su corte…
Margarita María agotó todos los medios humanos para hacer llegar el mensaje hasta Luis XIV… ¿fueron infieles los medianeros, o no tuvo valor el rey para obedecer la orden del Cielo?... eso es el secreto de Dios… solo sabemos que no llego a efectuarse…
Pero a dos siglos de distancia, la Francia se ha acordado de 1689 y de los deseos del Rey de los reyes… ¡ella se ha consagrado al Sagrado Corazón! Le ha levantado un templo y en la amargura y sinceridad de su arrepentimiento se proclama a la faz del cielo, la nación penitente y a Él consagrada.
En este último período de su vida a que hemos llegado, había cambiando ya mucho las cosas de la sierva de Dios. Ella, en otro tiempo tan calumniada, perseguida y humillada se veía hecha el objeto de una verdadera veneración.
Muchos años, ya se sabe, la Comunidad le había sido contraria, sirviendo así de instrumento ciego a los designios de santificación que tenia Dios sobre esta alma heroica, cuyos caminos extraordinarios (preciso es confesarlo) eran muy propios para hacerla sospechosa. 














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