CONSAGRACIÓN
DE SÍ MISMO A JESUCRISTO, LA SABIDURÍA
ENCARNADA, POR LAS MANOS DE
MARÍA
San
Luis María Grignion de Monfort
DÍA
33
DÍA
FINAL
¡Oh
Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amabilísimo y adorable Jesús!,
verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Eterno Padre y de
María, siempre Virgen, os adoro profundamente en el seno y en los
esplendores de vuestro Padre, durante la eternidad, y en el seno
virginal de María, vuestra dignísima Madre, en el tiempo de vuestra
Encarnación.
Os
doy gracias de que os hayáis anonadado a Vos mismo, tomando la forma
de un esclavo, para sacarme de la cruel esclavitud del demonio. Os
alabo y glorifico porque os habéis dignado someteros a María,
vuestra Santísima Madre, en todas las cosas, a fin de hacerme por
Ella vuestro esclavo fiel.
Mas,
¡ay!, ingrato e infiel como soy, no he guardado los votos y las
promesas que tan solemnemente hice en mi bautismo; no he cumplido mis
obligaciones; no merezco ser llamado vuestro hijo ni vuestro esclavo;
y como en mí nada hay que no merezca vuestra repulsa y vuestra
cólera, no me atrevo por mí mismo a acercarme a vuestra santa y
augusta Majestad.
Por
eso recurro a la intercesión y a la misericordia de vuestra
Santísima Madre, que me habéis dado como mediadora Vos; y por su
intermedio espero obtener de Vos la contrición y el perdón de mis
pecados, la adquisición y la conservación de la Sabiduría.
Os
saludo, pues, ¡oh María Inmaculada!, tabernáculo viviente de la
Divinidad, donde la Sabiduría eterna escondida quiere ser adorada
por los ángeles y los hombres.
Os
saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está
sometido todo lo que está debajo de Dios.
Os
saludo, ¿oh refugio seguro de los pecadores!, cuya misericordia a
nadie ha faltado; escuchad los deseos que tengo de la divina
Sabiduría, y recibid para ello los votos y las ofrendas que mi
bajeza os presenta.
Yo,
N
…, pecador
infiel, renuevo y ratifico hoy, en vuestras manos, los votos de mi
bautismo. Renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus
obras, y me doy todo entero a Jesucristo, la Sabiduría encarnada,
para llevar mi cruz en su seguimiento todos los días de mi vida, y a
fin de que le sea mas fiel de lo que hasta aquí he sido os elijo
hoy, ¡oh María!, en presencia de toda la corte celestial, por Madre
y Dueña mía. Os entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi
cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y el valor de
mismo de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras, dejándoos
entero y pleno derecho para disponer de mí y de todo lo que me
pertenece, sin excepción, según vuestro beneplácito, y para la
mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.
Recibid,
¡oh Virgen bendita!, esta pequeña ofrenda de mi esclavitud; en
honor y unión de la sumisión que la Sabiduría eterna se ha dignado
tener a vuestra maternidad; en homenaje del poder que tenéis ambos
sobre este pequeño gusanillo y este miserable pecador, y en acción
de gracias por los privilegios con que os ha favorecido la Santísima
Trinidad.
Protesto
que en adelante quiero, como verdadero esclavo vuestro, procurar
vuestro honor y obedeceros en todas las cosas.
¡Oh
Madre admirable!, presentadme a vuestro querido Hijo, en calidad de
esclavo eterno, a fin de que, habiéndome rescatado por Vos, me
reciba por Vos.
¡Oh
Madre de misericordia!, concededme la gracia de obtener la verdadera
Sabiduría de Dios, y de contarme, por ende, en el número de los que
Vos amáis, enseñáis, conducís, alimentáis y protegéis como a
hijos y esclavos vuestros.
¡Oh
Virgen fiel!, hacedme en todas las cosas tan perfecto discípulo,
imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, vuestro
Hijo, que llegue, por vuestra intercesión, a ejemplo vuestro, a la
plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en el cielo. Amén.
Fórmula
breve de consagración, para todos los días.
¡Oh
María Inmaculada, buenísima Soberana mía, cómo me regocijo en ser
vuestro esclavo de Amor! Os entrego y consagro mi cuerpo y mi alma,
con todos mis bienes interiores y exteriores, naturales y
sobrenaturales, pasados, presente y futuros. Quiero también en este
día ganar cuantas indulgencias pueda y os las entrego. ¡Mi
queridísima Madre!, renuncio a mi propia voluntad, a mis pecados,
disposiciones e intenciones; quiero lo que Vos queréis; me arrojo en
vuestro Corazón abrazado de amor, divino molde en el que debo
formarme, y en él me escondo y me pierdo para rogar, obrar y sufrir
siempre por Vos y con Vos, a la mayor gloria de vuestro divino Hijo,
Jesús. Amén.
Sub
tumm praesidium…
Sub
tuum praesidium confugimus,
santa Dei Genitrix; nostras deprecationes ne despicias in
necessitatibus; sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo
gloriosa et benedicta. Amén.
Bajo
tu amparo nos acogemos, ¡oh Santa Madre de Dios! No desoigas
nuestras súplicas en nuestras necesidades; antes bien, de todos los
peligros líbranos siempre, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.
Oración
a Jesús viviente en María
O
Jesu vivens in Maria ¡Oh Jesús que vives en María!,
veni
et vive in famulis tuis, ven y vive en tus siervos,
in
spiritu sanctitatis tuae, con el espíritu de tu santidad,
in
plenitudine virtutis tuae, con la plenitud de tu fuerza,
in
perfectione viarum tuarum, con la perfección de tus caminos,
in
veritate virtutum tuarum, con la verdad de tus virtudes,
in
communione mysteriorum, con la comunión de tus misterios,
dominare
omni adversae potestati, domina toda potestad adversa,
in
Spiritu tuo ad gloriam Patris. Con tu Espíritu, para gloria del
Padre.
Amén. Amén.
Oración
abrasada
Para
pedir, a Dios, misioneros para la Compañía de María
ACORDAOS,
Señor, acordaos de vuestra Congregación que habéis poseído desde
el comienzo, pensando en ella desde la eternidad; que Vos teníais en
vuestra mano omnipotente, cuando, con una palabra, creábais el
universo de la nada; y que aún ocultábais en vuestro corazón,
cuando vuestro Hijo, muriendo en la cruz, la consagró por su madre,
y la confió como depósito precioso a los cuidados de su Santísima
Madre: Memor
esto Congregationis tuae quam possedisti ab initio (Ps.
LXXIII, 2)
Esuchad,
Señor, los designios de vuestra misericordia; suscitad los hombres
de vuestra diestra, tales como los habéis mostrado dando
conocimientos proféticos a algunos de vuestros mas grandes
servidores, un San Francisco de Paula, un San Vicente Ferrer, una
Santa Catalina de Siena, y a tantas otras grandes almas en el siglo
último pasado, y aún en aquel en que vivimos.
Memento:
Dios
Omnipotente, acordaos de esta Compañía, aplicándole la
omnipotencia de vuestro brazo, que no se ha acortado, para darla a
luz, y para conducirla a su perfección: Innova
signa, immuta mirabilia (Eccli.
XXXVI, 6: “Renovad vuestros prodigios, haced milagros nuevos”),
sentiamus
adjutorium brachii tui. Oh
gran Dios, que de las piedras en bruto podéis hacer otros tantos
hijos de Abrahán (CF. Mat. III, 9. Luc. III, 8), decid una sola
palabra como Dios para enviar buenos operarios a vuestra cosecha y
buenos misioneros a vuestra Iglesia.
Memento:
Dios de bondad, acordaos de vuestras antiguas misericordias, y por
esas mismas misericordias, acordaos de esta Congregación; acordaos
de las promesas reiteradas que habéis hecho por vuestros profetas y
por vuestro mismo Hijo, de escucharnos en nuestros justos ruegos.
Acordaos de los ruegos que vuestros servidores y vuestras servidoras
Os han dirigido con este objeto desde hace tantos siglos. ¡Que sus
votos, sus suspiros, sus lágrimas y su sangre derramada lleguen a
vuestra presencia para solicitar poderosamente vuestra misericordia!
Pero, acordaos sobre todo de vuestro querido Hijo: Respice
in faciem Christi tui (Ps.
LXXXIII, 10: “Pon los ojos en el rostro de tu Cristo”). Su
agonía, su confusión y su amorosa queja en el Huerto de los Olivos,
cuando dijo: Quae
utilitas in sanguine meo (Ps.
XXIX, 10: “¿Qué utilidad acarreará mi sangre?”), su muerte
cruel y su sangre derramada Os claman en alta voz misericordia, a fin
de que, por medio de esta Congregación, su imperio sea establecido
sobre las ruinas del imperio de sus enemigos.
Memento:
Acordaos,
Señor, de esta Comunidad en los efectos de vuestra justicia. Tempus
faciendi, Domine, dissipaverunt legem tuam (Ps.
CXVIII, 126: “Tiempo es de obrar, Señor, conculcaron tu ley”):
es tiempo de hacer lo que habéis prometido hacer. Vuestra divina ley
transgredida; vuestro Evangelio abandonado; los torrentes de
iniquidad inundan toda la tierra y hasta arrastran a vuestros
servidores; toda la tierra está desolada (Jer. XII, 11); la impiedad
está sobre el trono; vuestro santuario es profanado, y la
abominación está hasta en el lugar santo (Cf. Mat. XXIV, 13).
¿Dejaréis todo, así, en el abandono, justo Señor, Dios de las
venganzas? ¿Llegará a ser todo, al fin, como Sodoma y Gomorra? ¿Os
callaréis siempre? ¿No es preciso que vuestra voluntad se haga en
la tierra como en el cielo, y que venga vuestro reino? ¿No habéis
mostrado de antemano a algunos de vuestros amigos una futura
renovación de vuestra Iglesia? ¿No deben los judíos convertirse a
la verdad? ¿No es eso lo que la Iglesia espera? ¿No Os claman
justicia todos los santos del cielo: vindica?
(Fest. SS. Inocentium, Ant. 5) ¿No Os dicen todos los justos de la
tierra: Amen,
veni Domine?
(Apoc. XXII, 20: “Así sea. ¡Ven Señor!) Todas las criaturas,
hasta las mas insensibles, gimen bajo el peso de los innumerables
pecados de Babilonia, y piden vuestra venida para restablecer todas
las cosas. Omnis
creatura ingemiscit, etc…
(Rom. VIII, 22).
Señor
Jesús, memento
Congregationis tuae. Acordaos
de dar vuestra Madre una nueva Compañía, para renovar por ella
todas las cosas, y para terminar por María los años de la gracia,
como por Ella los comenzasteis.
Da
matri tuae liberos, alioquin moriar (El
Santo hace suya la palabra de ardiente súplica de Raquel. (Gén.
XXX, 1)): dad hijos y servidores a vuestra Madre; de otro modo, ¡que
yo muera!
Da
matria tuae. Por
vuestra Madre os ruego. Acordaos de sus entrañas y de sus pechos, y
no me rechacéis; acordaos de quién sois Hijo, y escuchadme;
acordaos de lo que Ella Os es y de lo que Vos le sois, y satisfaced
mis votos.
¿Qué
es lo que yo Os pido?, nada en mi favor, todo para vuestra gloria.
¿Qué es lo que yo Os pido?, lo que Vos podéis, y aún, oso
decirlo, lo que Vos debéis acordarme como Dios verdadero que sois, a
quien todo poder ha sido dado en el cielo y en la tierra (Marc.
XXVIII, 18), y como el mejor de todos los hijos, que amáis
infinitamente a vuestra Madre.
¿Qué
es lo que yo Os pido?, Liberos:
sacerdotes
libres de vuestra libertad, desapegados de todo, sin padre, sin
madre, sin hermanos, sin hermanas, sin parientes según la carne, sin
amigos según el mundo, sin bienes, sin trabas, sin cuidados y aun
sin propia voluntad.
Liberos:
esclavos
de vuestro amor y de vuestra voluntad; hombres según vuestro
corazón, que, sin propia voluntad que los manche y los detenga,
hagan vuestras voluntades y derriben a todos vuestros enemigos,
comootros tantos nuevos Davides, con el báculo de la Cruz y la honda
del santo Rosario en las manos: In
baculo Cruce et in virge Virgine (San
Pedro Damián, Sermo
in Assumpt., cit.
S. A. VI, 422).
Liberos:
nubes elevadas de la tierra y llenas de rocío celestial, que sin
impedimento vuelan por todos lados según el soplo del Espíritu
Santo. Son ellos, en parte, de quienes vuestros profetas tuvieron
conocimiento, cuando preguntaban: Qui
sunt isti qui ut nubes volant (Is.
LX, 8. “¿Quiénes son éstos que vuelan como nubes?” – Ubi
erat impetus sipiritus, illuc gradiebantur (Ez.
I, 12. “Iban allí donde el Espíritu los impelía”).
Liberos:
Gente siempre en vuestra mano, siempre prestos a obedeceros, a la voz
de sus superiores, como Samuel: Praesto
sum (I
Reg. III, 16. “Presto estoy”), siempre prestos para correr y
sufrir todo con Vos y para Vos, como los Apóstoles: Eamus
et nos, ut moriamur cum eo (Juan
IX, 16. “Vamos también nosotros, y muramos con El”).
Liberos:
Verdaderos hijos de María, vuestra Santísima Madre, que sean
engendrados y concebidos por su caridad, llevados en su seno, puestos
a sus pechos, alimentados con su leche, educados con sus cuidados,
sostenidos con su brazo y enriquecidos con sus gracias.
Liberos:
Verdaderos servidores de la Santísima Virgen, que, como otros tantos
santos Domingos, vayan por doquiera, con la antorcha luciente y
ardiente del Santo Evangelio en la boca, y el Santo Rosario en la
mano, para ladrar como canes, quemar como fuegos, e iluminar las
tinieblas del mundo como soles; y que, por medio de una verdadera
devoción
a María, es decir, interior sin hipocresía, exterior sin crítica,
prudente sin ignorancia, constante sin ligereza, y santa sin
presunción, aplasten por todas partes por donde vayan, la cabeza de
la antigua
serpiente (Apoc.
XX, 2. “…serpentem
antiquum, qui est diabolus, et Santanas…”),
a fin de que la maldición que le habéis dado sea cumplida
enteramente. Inimicitias
ponam inter te et mulierem, et semen tuum et semen illius; ipsa
conteret caput tuum (Gén.
III, 15. “Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, y tu linaje y
el de ella; y ella aplastará tu cabeza”).
Verdad
es, gran Dios, que el demonio pondrá, como Vos lo habéis predicho,
grandes asechanzas al talón de esta misteriosa mujer, es decir, a
esta pequeña Compañía de sus hijos que vendrán al fin del mundo;
y que habrá grandes enemistades entre esta bienaventurada posteridad
de María y la raza maldita de Satanás; pero es una enemistad
totalmente divina, y la sola de que seais autor: Inimicitias
ponam.
Mas,
esos combates y esas persecuciones, que los hijos de la raza de
Belial librarán contra la raza de vuestra Santísima Madre, no
servirán sino para hacer brillar mas el poder de vuestra gracia, el
valor de su virtud y la autoridad de vuestra Madre: puesto que Vos le
habéis, desde el comienzo del mundo, encomendado la misión de
aplastar a ese orgulloso, por la humildad de su corazón y de su
talón: Ipsa
conteret caput tuum.
Alioquin
moriar. ¿No
es preferible para mí morir, que veros, Dios mío, todos los días
tan cruel y tan impunemente ofendido, y de verme todos los días cada
vez mas en el peligro de ser arrastrado por los torrentes de
iniquidad que crecen? ¡Mil muertes me serían mas tolerables! O
enviadme socorro del cielo o tomad mi alma. Si no tuviera la
esperanza de que tarde o temprano escuhcaréis a este pobre pecador,
en los intereses de vuestra gloria, como ya habéis escuchado a
tantos otros: Iste
pauper clamavit et Dominus exaudivit eum (Ps.
XXXIII, 7: “Este pobre clamó y el Señor lo escuchó”), yo Os
rogaría absolutamente con un profeta: Tolle
animam meam (111
Reg. XIX, 4: “Toma mi alma (quítame la vida)”. Pero la confianza
que tengo en vuestra misericordia me hace decir, con otro profeta:
Non
moriar, sed vivam et narrabo opera Domini (Ps.
CXVII, 17: “No moriré, sino que viviré y narraré las obras del
Señor”); hasta que pueda decir, con Simeón: Nunc
dimittis servum tuum, Domine… in pace, quia viderunt oculi mei,
etc.
(Luc. II, 29-30: “Ahora deja, Señor, a tu siervo se vaya en paz,
según tu palabra. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, que
preparaste a la vista de todos los pueblos: Luz para la revelación
de las naciones, y gloria de tu pueblo de Israel”).
Memento:
Espíritu
Santo, acordaos de producir y formar hijos de Dios, con vuestra
divina y fiel Esposa María. Vos habéis formado la Cabeza de los
predestinados con Ella y en Ella; con Ella y en Ella debéis formar
todos sus miembros. Vos no engendráis ninguna divina Persona en la
Divinidad; en cambio solo Vos formáis todas las personas divinas
fuera de la Divinidad; y todos los santos, que han sido y serán
hasta el fin del mundo, son otras tantas obras de vuestro amor unido
a María. El reinado especial de Dios Padre ha durado hasta el
Diluvio, y ha sido terminado por un diluvio de agua; el reinado de
Jesucristo ha sido terminado por un diluvio de sangre; pero vuestro
reinado, Espíritu del Padre y del Hijo, continua al presente y será
terminado por un diluvio de fuego, de amor y de justicia.
¿Cuándo
será que vendrá este diluvio de fuego de puro amor, que debéis
encender sobre toda la tierra de una manera tan dulce y tan
vehemente, que todas las naciones, los turcos, los idólatras, los
judíos mismos arderán en él y se convertirán?
Non
est qui se abscondat a calore ejus (Ps.
XVIII, 7: “No hay quien se esconda de su calor”). Accendatur
(¡Que
se encienda!): que ese divino fuego, que Jesucristo ha venido a traer
a la tierra, se encienda antes de que encendáis el de vuestra
cólera, que reducirá a cenizas toda la tierra. ¡Emitte
Spiritum tuum, et creabuntur, et renovabis faciem terrae! …
(Versículo
de la oración al Espíritu Santo (Cf. Ps. CIII, 30): “Enviad a
vuestro Espíritu y las cosas serán creadas, y renovaréis la faz de
la tierra”) Enviad este Espíritu todo de fuego a la tierra, para
crear en ella sacerdotes de fuego, por cuyo ministerio sea renovada
la faz de la tierra, y vuestra Iglesis reformada.
Memento
Congregationis tuae: Es
una congregación, es una asamblea, es una elección, es una tría de
predestinados que debéis hacer en el mundo y del mundo: Ego
elegi vos de mundo (Juan
XV, 19: “Os he elegido de en medio del mundo”). Es un rebaño de
corderos apacibles que debéis juntar entre tantos lobos; una
compañía de castas palomas y de águilas reales entre tantos
cuervos; un enjambre de abejas entre tantos zánganos; una manada de
ágiles ciervos entre tantas tortugas; un batallón de valerosos
leones entre tantas tímidas liebres. ¡Ah, Señor: Congrega
nos de nationibus! (Ps.
CV, 47: “Congréganos de (todas) las naciones”) Reúnenos,
únenos, a fin de que se dé toda la gloria a vuestro nombre santo y
poderoso (Cf. Ps. CXIII, 9: “Non
nobis, Domine, non nobis; Sed nomini tuo da gloriam”).
Vos
habéis predicho esta ilustre compañía a vuestro profeta, que
explícasela en términos muy oscuros y muy secretos, pero del todo
divinos:
1.
Pluviam voluntariam segregabis, Deus, haereditati tuae, et infirmata
est, tu vero perfecisti eam. 2. Animalia tua habitabunt in ea.
Parasti in dulcedine tua pauperi, Deus. 3. Dominus dabit verbum
evangelizantibus virtute multa. 4. Rex virtutum dilecti dilecti, et
speciei domus dividere spolia. 5. Si dormiatis inter medios cleros,
pennae columbae deargentatae, et posteriora dorsi ejus in pallori
auri. 6. Dunt discernit coelestis reges super eam, nive dealbabuntur
in Selmon. Mons Dei, mons pinguis; 7. mons coagulatus, mons pinguis;
ut quid suspicamini montes coagulatos? 8. Mons in quo beneplacitum
est Deo habitare in eo, etenim Dominus habitabit in finem (Ps.
LXVII, 10-17: “Habéis segregado una lluvia voluntaria, oh Dios,
para vuestra heredad; y cuando se debilitó, Vos la habéis
reconfortado. Vuestros animales habitarán en ella. Preparasteis en
vuestra dulzura, oh Dios, alimento par ael pobre. El Señor hará la
palabra a sus evangelizadores, con gran fuerza. El Rey de las
virtudes, el Bienamado, dará a la que es la hermosura de la casa el
que reparta los despojos. Cuando dormís en medio de vuestra heredad,
las alas de la paloma son plateadas y la extremidad de su dorso tiene
el pálido brillo del oro. Cuando el Altísimo dispersa a los reyes
en sus países, blanquea la nieve en el Selmon: monte de Dios, monte
pingüe; monte cuajado, monte pingüe. ¿Por qué miras hacia arriba
los montes cuajados? Monte en el cual Dios se complació en habitar,
y el Señor habitará en él perpetuamente”)
¿Cuál
es, Señor, esta lluvia voluntaria que habéis preparado y escogido
para vuestra heredad debilitada, sino esos santos misioneros, hijos
de María, vuestra Esposa, que debéis reunir y separar de entre el
común, para el bien de vuestra Iglesia, tan debilitada y tan
manchada por los crímenes de sus hijos?
¿Qué
son esos animales y esos pobres que morarán en vuestra heredad, y
que en ella serán alimentados con dulzura divina que Vos les habéis
preparado, sino esos pobres misioneros abandonados a la Providencia,
que rebosarán de vuestras divinas delicias; sino esos animales
misteriosos de Ezequiel, que tendrán la humanidad del hombre, por su
desinteresada y bienhechora caridad para con el prójimo; la bravura
del león, por su santa cólera y su ardiente y prudente celo contra
los demonios, los hijos de Babilonia; la fuerza del buey, por sus
trabajos apostólicos y su mortificación contra su carne; y, en fin,
la agilidad del águila por su contemplación en Dios? (Cf. Ez. I,
10) Tales serán los misioneros que Vos queréis enviar en vuestra
Iglesia. Tendrán ojo de hombre para el prójimo, ojo de león contra
vuestros enemigos, ojo de buey contra sí mismos y ojo de águila
para Vos.
Estos
imitadores de los Apóstoles predicarán virtute
multa, virtute magna, con
gran fuerza y virtud, y tan grande y tan esplendente, que renovarán
todos los espíritus y los corazones de los lugares donde predicarán.
A ellos es a quienes daréis vuestra palabra: Dabit
verbum;
vuestra boca misma y vuestra sabiduría: Dabo
vobis os et sapientiam, cui non poterunt resistere omnes adversarii
vestri (Luc.
XXI, 15), a la cual no podrá resistir ninguno de vuestros enemigos.
Entre
estos bienamados es donde Vos, en calidad de Rey de las virtudes de
Jesucristo el Bienamado, tendréis vuestras complacencias, puesto que
no perseguirán otra finalidad, en todas sus misiones, que daros toda
la gloria de los despojos que obtendrán sobre sus enemigos: Rex
virtutum dilecti dilecti, et speciei domus dividere spolia.
Por
su abandono a la Providencia y su devoción a María, tendrán las
alas plateadas de la paloma: inter
medios cleros, pennae columbae deargentatae, es
decir, la pureza de la doctrina y de las costumbres; y su espalda
dorada: et
posteriora dorse ejus in pallore auri, es
decir, una perfecta caridad para con el prójimo para soportar sus
defectos, y un gran amor por Jesucristo, para llevar su Cruz.
Vos
solo, como Rey de los cielos y Rey de reyes (Apoc. XVII, 14 y I Tim.
VI, 15), separaréis de entre el común a esos misioneros, como otros
tantos reyes, para tornarlos mas blancos que la nieve sobre el monte
Selmon, monte de Dios, monte abundante y fértil, monte fuerte y
cuajado, monte en el cual Dios maravillosamnete se complace y en el
cual mora y morará hasta el fin.
¿Qué
es, Señor, Dios de verdad, esta misteriosa montaña de la que nos
decís tantas maravillas, sino María, vuestra querida Esposa, de la
que habéis puesto los cimientos sobre las cimas de las mas altas
montañas? Fundamenta
ejus in montibus sanctis (Ps.
LXXXVI, 1. Gradual de la misa víspera del 8 de diciembre), Mons
in vertice montium (Miqueas
IV, 1-3. Ex. XVII, 8-18).
Felices
y mil veces felices los sacerdotes que Vos habéis tan bien escogido
y predestinado para morar con Vos sobre esta abundante y divina
montaña, a fin de llegar a ser, en Ella, reyes de la eternidad, por
su desprecio de la tierra y su elevación en Dios; a fin de llegar a
ser, en Ella, mas blancos que la nieve por su unión a María,
vuestra Esposa toda bella, toda pura y toda inmaculada (Cant. IV, 7.
Gradual de la misa de la Inmaculada Concepción); a fin de
enriquecer, en Ella, del rocío del cielo y de la grosura de la
tierra, de todas las bendiciones temporales y eternas de que María
está llena.
De
lo alto de esta montaña es de donde, como Moisés, por sus ardientes
plegarias, lanzarán venablos contra sus enemigos, para abatirlos o
convertirlos. Sobre esta montaña es donde aprenderán de la boca
misma de Jesucristo que en Ella siempre mora, la inteligencia de las
ocho bienaventuranzas (Reveladas por el Salvador al comienzo de su
“Sermón de la Montaña”
(Mat.
V)).
Sobre
esta montaña de Dios es donde serán con El transfigurados como
sobre el Tabor, y donde morirán con El como sobre el Calvario, y de
donde subirán al cielo con El como sobre el monte de los Olivos.
Memento
congragationis tuae. Os
corresponde a Vos solo hacer por vuestra gracia esta reunión; si el
hombre pone en ella primero su mano, nada se hará; si mezcla en ella
lo suyo con Vos, echará a todo a perder, trastocará todo. Tuae
congregationis: es
vuestra obra, gran Dios; Opus
tuum fac: haced
vuestra obra totalmente divina; juntad, llamad, reunid de todos los
lugares de vuestra dominación a vuestros elegidos para hacer con
ellos un cuerpo de ejército contra vuestros enemigos.
¡Ved,
Señor, Dios de los ejércitos, a los capitanes que forman las
compañías completas, a los potentados que alistan ejércitos
numerosos, a los navegantes que forman flotas enteras, a los
comerciantes que se congregan en gran número en mercados y ferias!
¡Cuántos ladrones, impíos, ebrios y libertinos se unen en
muchedumbre contra Vos todos los días, y tan fácilmente y tan
prontamente! Un silvido que se da, un tambor que se bate, una punta
de espada embotada que se muestra, una rama seca de laurel que se
promete, un pedazo de tierra amarilla o blanca que se ofrece; en tres
palabras, un humo de honor, un interés de nada, y un mezquino placer
de bestia que se tiene en vista, reúne en un instante a los
ladrones, amontona a los soldados, junta a los batallones, congrega a
los mercaderes, llena las casas y los mercados, y cubre la tierra y
el mar de una multitud innumerable de réprobos, que, aunque
totalmente divididos unos de otros, o por el alejamiento de los
lugares, o por la diferencia de los humores o su propio interés, se
unen sin embargo todos juntos hasta la muerte, para haceros la guerra
bajo el estandarte y la conducción del demonio.
¡Y
Vos, Gran Dios!, ¿aunque haya tanta gloria, dulzura y provecho en
serviros, casi nadie se dedicará por vuestro partido? ¿Casi ningún
soldado se alineará bajo vuestros estandartes? ¿Casi ningún San
Miguel exclamará, de en medio de sus hermanos, celando vuestra
gloria: Quis
ut Deus? (“¿Quién
como Dios?” Etimología del nombre de San Miguel, dada por San
Gregorio (Homil.
35 in Evang.; Ver:
Brev.
Rom. 29
sept., lect. V, in fine: “Michael
namque, Quis ut Deus?”).
Cf. Apoc. XII, 7-9) ¡Ah! Permitidme gritar por todas partes; ¡Fuego!
¡Fuego! ¡Fuego! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Fuego en la casa
de Dios! ¡Fuego en las almas! ¡Fuego hasta en el santuario!
¡Socorro a nuestro hermano que asesinan! ¡Socorro a nuestros hijos
que degüellan! ¡Socorro a nuestro buen padre que apuñalan!
Si
quis est Domini, jungatur mihi (Ex.
XXXII, 26: “Quien sea del Señor únase a mí”): que todos los
buenos sacerdotes que están diseminados en el mundo cristiano, sea
que estén actualmente en el combate o que estén actualmente en el
combate o que estén retirados de la refriega en desiertos o
soledades, que esos buenos sacerdotes vengan y se nos unan: Vis
unita fit fortior (Fuerza
unida hácese mas fuerte), a fin de que hagamos, bajo el estandarte
de la Cruz, un ejército bien alineado en orden de batalla y bien
reglado, para atacar de consumo a los enemigos de Dios que ya tocaron
a rebato: Sonuerunt,
frenduerunt, fremuerunt, multiplicati sunt (Expresiones
bíblicas aplicadas a los pecadores: “Resonaron y se alborotaron”
(Ps. XLV, 4): “Rechinaron sus dientes” (Ps. XXXIV, 16):
“Bramaron” (Ps. II, 1); “Se multiplicaron” (Ps. III, 2; XXIV,
19; XXXVII, 20; LXVIII, 5).
Dirumpamus
vincula oerum et projiciamus a nobis jugum ipsorum. Qui habitat in
coelis irridebit eos” (Ps.
II, 3-4: “Rompamos sus cadenas y sacudamos de nosotros su yugo. El
que habita en los cielos se reirá de ellos”).
Exsurgat
Deus, et dissipentur inimici ejus (Ps.
LXVII, 2: “Surja Dios y sean dispersados sus enemigos”).
Exsurge,
Domine, quare obdormis? Exsurge (Ps.
XLIII, 23: “Surge, Señor, ¿por qué duermes? ¡Surge!).
¡Señor!
¡Surge! ¿Por qué pareces dormir? Surge en vuestra omnipotencia,
vuestra misericordia y vuestra justicia, para formaros una compañía
escogida de guardias de corps, para guardar vuestra casa, para
defender vuestra casa, para defender vuestra gloria y salvar vuestras
almas, a fin de que no haya sino un solo rebaño y un solo pastor, y
que todos Os tributen gloria en vuestro templo: Et
in templo ejus omnes dicent gloriam (Ps.
XXVIII, 9).
Amen.
Dios
solo
(Terminamos
este Apéndicecon parte de una nota colocada en el Secreto
de María, resumen
del Tratado,
hecho
por el mismo Santo, en la que se dice lo siguiente:
“… la
experiencia nos ha enseñado que hay personas de muy poca
”instrucción
que entienden este libro y sabios que no lo entienden:
”pecadores
que se convierten con su lectura y personas piadosas
”que
no se dan cuenta de su importancia: muchos a quienes no
”les
entra este libro la primera vez que lo leen y les mueve mucho
”la
segunda o la tercera. Aconsejamos, pues, a los que no hayan
”sacado
notable fruto de esta lectura, que la repasen despacio des-
”pués
de pedir luz a la Santísima Virgen.
”Las
palabras DIOS SOLO con que se cierra este y otros escritos
”de
San Luis María de Monfort, no son sino lema,
semejante
al
”de
San Ignacio de Loyola: A la Mayor Gloria de Dios (A. M.
”D.
G.). (Edic. Sal
Terrae – Santander,
1925). (Véase final del nº 265 del Tratado).
Día
de la Consagración
PRÁCTICAS
ESPIRITUALES
Al
concluir las tres semanas, se confesarán y comulgarán con la
intención de darse a Jesucristo, en calidad de esclavos de amor, por
las manos de María. Y después de la Comunión que procurarán hacer
según el método expuesto (Nº 219) recitarán la fórmula de
consagración, que hallarán mas adelante. Es conveniente que la
escriban o hagan escribir, si no está impresa, y la firmen el mismo
día.
Es
conveniente también que paguen ese día algún tributo a Jesucristo
y a su Santísima Madre ya como penitencia por su infidelidad pasada
a las promesas del bautismo, ya para protestarles su dependencia del
dominio de Jesús y de María. Este tributo, naturalmente, dependerá
de la devoción y capacidad de cada uno, como ejemplo un ayuno, una
mortificación, una limosna o un cirio. Pues, aun cuando solo dieran,
en homenaje, un alfiler, con tal que lo den de todo corazón, sería
bastante para Jesús, que solo mira la voluntad.