DÏA 9
El
22 de julio, fiesta de Santa Magdalena, entró en un retiro interior
que duro cuarenta días, para prepararse al gran retiro de la
eternidad. No se hizo ilusiones sobre las consecuencias del mal que
la atacó nueve días antes de aquel que debía ser el último de su
vida.
Así
cuando el médico aseguraba que se repondría: “¡Ah! Repetía
alegremente, más vale que mienta un seglar que no una religiosa.”
En su agonía tuvo momentos de terror, pero también inefables
consuelos. Nuestro Señor estaba divinamente celoso de no introducir
el alma de su sierva en el Cielo hasta después de haberla
purificado completamente en la tierra. El mismo la sostuvo en la
lucha suprema, de suerte que Margarita María, experimentó mejor
que nadie lo que había escrito mucho tiempo antes de su muerte:
“¡Oh! ¡Que dulce es morir después de haber tenido una constante
devoción al Corazón de Aquel que debe juzgarnos!”.
Fue
el 17 de octubre de 1690, entre las siete y ocho de la noche,
cuando la Bienaventurada se abismó para siempre en el Sagrado
Corazón de Jesús. Según lo había profetizado, exhaló el último
suspiro entre los brazos de sus dos antiguas novicias, hermana
Petronila-Rosalía de Farges y hermana Francisca–Rosalía
Verchère. Tenía poco más de 43 años.
Apenas
hubo expirado, la ciudad de Paray se conmovió; por todas partes
decían: “¡Murió la Santa!” Hasta los pequeñitos gritaban:
“¡La Santa de las Santas María ha muerto!”
Los
despojos mortales de esta Bienaventurada Apóstol del Sagrado
Corazón, se colocaron aparte en la sepultura del Monasterio, y
desde entonces recurrían sin cesar a ellos para obtener toda clase de
gracias. Se consiguieron muchos milagros por su intercesión. El
proceso eclesiástico para introducir la causa de la humilde
Visitandina se comenzó en 1715, gracias al celo del Ilmo. Languet,
entonces Vicario general de Autun, después Obispo de Soissons y en
fin Arzobispo de Sens, el cual haciendo un acto de santa valentía,
se puso á escribir la Vida
de Margarita María, atrayéndose por ellos las críticas y el furor
de los Jansenistas. Pero el sabio académico que solo buscaba la
gloria de Dios y el bien de las almas, desafió todas las
persecuciones, y su admirable obra vió la luz en 1729. En cuanto
á los procesos, largo tiempo interrumpidos á causa de las
desgracias de la Santa Iglesia, no se volvieron á hasta después de
la Revolución. El 30 de Marzo de 1824, la sierva de Dios fue
declarada Venerable, y, el 18 de Septiembre de 1864, Pio IX, de
gloriosa memoria, la proclamó Bienaventurada.
Las
sagradas reliquias de esta querida Bienaventurada, conservadas en el
Monasterio de Paray á costa de mil solicitudes durante la tormenta
revolucionaria, están hoy, en su mayor parte, encerradas en la
efigie de cera guardada a su vez en una rica urna de plata
sobredorada. Este precioso relicario es el que los fieles rodean
con tanto gusto cuando tienen la dicha de orar en la capilla de la
Visitación de Paray. Allí, en aquel modesto, pero bendito
santuario, fué donde tuvieron lugar todas las principales
apariciones relativas á la devoción del Sagrado Corazón.
Verdaderamente puede decirse á los peregrinos, que cuando penetran
en la capilla exterior, pisan la tierra más sagrada y como el Sancta
Sanctorum
de Paray-le- Monial.
Inútil
parece recordar que desde 1873, época en que empezaron las grandes
peregrinaciones al Sagrado Corazón, una multitud de piadosos fieles
van cada año á arrodillarse en aquel Santuario y alrededor de
aquella urna ¿quién lo ignora? Pero lo que permanecerá sin duda
oculto, porque semejantes cosas son siempre el secreto el Corazón
de Nuestro Señor, son las innumerables gracias pedidas y conseguidas
en aquel lugar eternamente santificado. ¡Cuántos corazones
afligidos, consolados al invocar al Sagrado Corazón y orando á
Margarita María!… Canal purísimo por el cual las misericordias
de este divino Corazón corren y se derraman sobre el universo
católico, tal es la Bienaventurada, ¡La Virgen de Paray! Que dulce
es, sobre todo cerca de aquella santa urna, recordar la palabra del
Salvador á su sierva muy amada: “¡Yo reinaré á pesar de mis
enemigos, y llevaré á cabo el designio para el cual te he escogido,
por mas esfuerzos que hagan los que quisieran oponerse! “.
Delante
del altar de las Apariciones mejor que en ninguna otra parte, el
alma saborea las promesas
del Sagrado Corazón á Margarita María, y se complace en
meditarlas. No, no fué en vano lo que Nuestro Señor dijo la
Bienaventurada: “¡Yo soy la eterna Verdad, Yo soy fiel en mis
promesas, y las gracias que te he hecho pueden ser sometidas á toda
clase de exámenes y de pruebas!”.
D.S.B.
Imprimatur:
†
J.-B.-M.
Simon, obispo de Amb.
PROMESAS
DE N.S.J.C.
Á
LA BIENAVENTURADA MARGARITA MARÍA
En
favor de las personas devotas de su Sagrado Corazón
-----------------------------
1.°
Para los que trabajan en la Salvación de las almas.
“Mi
divino Salvador me ha dicho que los que trabajan en la salvación de
las almas, tendrán el don de conmover los corazones más
endurecidos, y lo harán con éxito maravilloso, si ellos mismos
están penetrados de una tierna devoción á su Divino Corazón.”
2.°
Para las comunidades.
“Me
ha prometido… que Él derramará la suave unción de su ardiente
caridad sobre todas las comunidades que le honren y se pongan bajo su
especial protección; que apartará todos los golpes de la Divina
Justicia, y las volverá á poner en gracia cuando hayan decaído.”
3.°
Para las personas Seglares.
“Las
personas Seglares hallarán, por medio de esta amable devoción,
todos los socorros necesarios en su estado; es decir, la paz en sus
familias, el alivio en sus trabajos, las bendiciones del Cielo en
todas su empresas, el consuelo en sus miserias, y en este Corazón
Sagrado encontrarán su refugio durante toda la vida y principalmente
á la hora de la muerte.”
4.°
Para las casas en donde la imagen del Sagrado Corazón sea
expuesta y honrada.
“Me
aseguró que tenía un singular placer de ser honrado bajo la
figura de ese Corazón de carne, cuya imagen quería fuera expuesta
en público, á fin, añadió, de conmover con este objeto el corazón
insensible de los hombres; prometiéndome que derramaría
abundantemente en el corazón de todos los que le honrasen, los
dones de que el suyo está lleno; y que en todas partes donde esta
imágen estuviese expuesta para ser particularmente honrada,
atraería toda clase de bendiciones.”
5.°
Promesa de gracias en favor de los que se consagren a Él.
“Si
no me engaño (I) me parece estar toda perdida en este Divino
Corazón, como en abismo sin fondo, donde me descubre tesoros de
amor y de gracias para las personas que se consagren y
sacrifiquen á darle y procurarle todo el honor, el amor y la
gloria que esté á su alcance.”
6.°
Promesa de salvación para todos los que le hayan estado dedicados y
consagrados.
“Entonces
me confirmó que el placer que tenía en ser amado, conocido y
honrado de sus criaturas es tan grande, que, si no me engaño, me ha
prometido que todos los que le hayan estado dedicados y
consagrados no perecerán jamás.”
7.°
Promesa de buena muerte á los que hayan comulgado nueve
primeros viernes de mes seguidos.
“Un
viernes, durante la Sagrada Comunión, dijo estas palabras a su
indigna esclava, si no se engaña: “Yo te prometo, en la excesiva
misericordia de mi Corazón, que su amor todopoderoso concederá á
todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes, seguidos, la
gracia final de la penitencia; no morirán en pecado ni sin recibir
los Sacramentos, y mi divino Corazón les será asilo seguro en este
último momento.”
8.°
Promesa del Reinado del Sagrado Corazón
“No
temas nada, Yo reinaré á pesar de mis enemigos y de todos los que
quisieren oponerse.”
“Este
Sagrado Corazón reinará á pesar de Satanás y de todos los que
él suscita para que se opongan á ello.”
La
Bienaventurada le oía repetir estas palabras:
“El
Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no quedarán sin
cumplimiento.”
Nota.-
Frecuentemente, en las hojas de propaganda y en las estampas
piadosas, se reproducen de una manera inexacta, con fómulas
abreviadas y más o menos parecidas, las promesas de Nuestro Señor á
la Bienaventurada. Los textos que acabamos de citar han sido
cotejados con el mayor esmero en Paray-le-Monial, y la autoridad
diocesana garantiza su autenticidad.
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