lunes, 12 de octubre de 2015

VIDA DE LA BIENAVENTURADA MARGARITA MARÍA VI

Día 6




El día de San Juan Evangelista (27 de diciembre de 1674), Margarita María recibió una gracia muy semejante á aquella con que fué honrado la noche de la Cena el Discípulo Amado. Después de haber sido admitida á la incomparable dicha de reposar largo tiempo su cabeza sobre el Corazón de su buen Maestro, este Corazón divino se le descubrió en una nueva luz y un nuevo amor. Le fué manifestado con una cruz y coronado de espinas, revelándole Nuestro Señor que esa cruz había sido plantada en su Corazón en el instante de la Encarnación. Luego la aseguró tenía singular placer en ser honrado bajo la figura de este Corazón de carne, cuya imagen quería se expusiese públicamente, para atraer sobre los hombres toda clase de bendiciones. El Divino Rey terminó el sublime entretenimiento con su sierva por estas palabras: “Tengo una sed ardiente de ser honrado de los hombres en el Santísimo Sacramento, y no encuentro casi ninguno que se esfuerce según mi deseo en refrigerarme, correspondiendo a mi amor.”


Así es como las confidencias del Salvador tomaban cada día un carácter más solemne, a medida que se iba acercando la hora en que debía sonar el “último esfuerzo de su amor”.


Un día de junio de 1675, durante la Octava del Santísimo Sacramento, estando en oración la Bienaventurada, en el Coro de las religiosas, se le apareció Nuestro Señor, y descubriéndole su Corazón le dijo: “Hé aquí este Corazón que tanto ha amado á los hombres, que no ha omitido nada, hasta agotarse y consumirse para manifestarles su amor; y en reconocimiento no recibo de la mayor parte sino ingratitudes por los desprecios, irreverencias, sacrilegios y frialdades que tienen hacia Mí en este sacramento de amor. Pero lo que todavía siento más, es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan. Por eso te pido que el primer viernes después de la Octava del Santísimo Sacramento, sea dedicado á una fiesta particular para honrar a mi Corazón, comulgando ese día, y haciéndole reparación de honor con un acto de desagravio, a fin de reparar los insultos que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto sobre los altares. Te prometo también que mi Corazón se dilatará para derramar abundantemente las influencias de su divino amor sobre aquellos que le tributen estos homenajes, y procuren que otros se los rindan ». Anonadada bajo el peso de tal misión, Margarita María representó a Nuestro Señor su incapacidad para desempeñarla. Más Jesús prosiguió: « Dirígete a mi siervo, el Padre de la Colombière, Jesuita, y dile de mi parte haga lo posible para establecer esta devoción y dar ese placer a mi Divino Corazón.




El Padre de la Colombière, destinado por la Providencia a ser el consejero y el sostén de la Bienaventurada, había llegado a Paray hacía poco, y le fué muy fácil tranquilizar a las Superioras y a ella misma en los caminos extraordinarios que le quedaban por recorrer. En cuanto a él, convencido de la eminente santidad de esa alma perfectamente humilde y obediente, no pudo dudar de la verdad del mensaje que le transmitió de parte del Corazón de Jesús. Reflexionó, oró, y se creyó obligado a comenzar sin dilación a corresponder a los deseos del Corazón Sagrado. En consecuencia, el 21 de Junio de 1675, viernes despúes de la Octava del Santísimo Sacramento, se consagró en cuerpo y alma al servicio de este Divino Corazón. Desde entonces el Padre de la Colombiére no omitió nada para insinuar á sus penitentes la devoción al Sagrado Corazón. ¡Era ya un hecho! ¡El Corazón de Jesús había empezado sus conquistas!


Desde esta época, la Bienaventurada no dejaba escapar ninguna ocasión de trabajar en la realización de los grandes designios de su Salvador. Éste continuaba derramando oleadas de favores en el alma de su fervorosa Apóstol. Un día le dijo: « Yo te constituyo heredera de mi Corazón y de todos sus tesoros en el tiempo y en la eternidad, permitiéndote disponer de ellos según tus deseos, y te prometo que no te faltarán socorros hasta que a mi Corazón le falte el poder. Tú serás para siempre la Discípula muy amada de mi Corazón ».
Sin embargo, la devoción al sagrado Corazón no era todavía sino una semilla escondida. ¡Cuantas humillaciones y pruebas tenía que pasar aún Margarita María, antes de verla germinar en pleno medio día y dar centuplicados frutos!
Entre todas las Superiores que compartieron sucesivamente la dirección de la Bienaventurada, ninguna talvez, le prodigó con más liberalidad las humillaciones y las pruebas como la madre Petronila-Rosalía Greyfié, profesa de Annecy, que gobernó el monasterio de Paray desde 1678 al 1684. Pero también ¡Cuanto amaba la Sierva de Dios a esta buena madre! Mientras más confusiones y oprobios le hacía sufrir, más reconocimiento y afecto le tenía Margarita María. ¡Cierto, que semejantes amistades no podrían ser sospechosas!



















No hay comentarios.:

Publicar un comentario