Día 6
El
día de San Juan Evangelista (27 de diciembre de 1674), Margarita
María recibió una gracia muy semejante á
aquella con que fué
honrado la noche de la Cena el Discípulo Amado.
Después
de haber sido admitida á
la incomparable dicha de reposar largo tiempo su cabeza sobre el
Corazón de su buen Maestro, este Corazón divino se le descubrió en
una nueva luz y un nuevo amor. Le fué
manifestado con una cruz
y coronado de espinas, revelándole Nuestro Señor que esa cruz había
sido plantada
en
su Corazón
en el instante de la Encarnación. Luego la
aseguró tenía singular placer en ser honrado bajo la figura de este
Corazón de carne, cuya imagen
quería se expusiese públicamente, para atraer sobre los hombres
toda clase de bendiciones. El Divino
Rey terminó el sublime entretenimiento con su sierva por estas
palabras: “Tengo una sed ardiente de ser honrado de los hombres en
el Santísimo Sacramento, y no encuentro casi ninguno que se esfuerce
según mi deseo en
refrigerarme, correspondiendo a mi amor.”
Así
es como las confidencias del Salvador tomaban cada día
un carácter más solemne, a medida que se iba acercando la hora en
que debía sonar el “último esfuerzo de su amor”.
El
Padre de la Colombière,
destinado por la Providencia a ser el consejero y el sostén de la
Bienaventurada, había llegado a Paray hacía poco, y le fué
muy fácil tranquilizar a las Superioras y a ella misma en los
caminos extraordinarios que le quedaban por recorrer. En cuanto a
él, convencido de la eminente santidad de esa alma perfectamente
humilde y obediente, no pudo dudar de la verdad del mensaje que le
transmitió de parte del Corazón de Jesús. Reflexionó, oró, y se
creyó obligado a comenzar sin dilación a corresponder a los deseos
del Corazón Sagrado. En consecuencia, el 21 de Junio de 1675,
viernes despúes de la Octava
del Santísimo Sacramento, se consagró en cuerpo y alma al servicio
de este Divino Corazón. Desde entonces el Padre de la Colombiére
no omitió nada para insinuar á
sus penitentes
la devoción al Sagrado Corazón. ¡Era
ya un hecho! ¡El Corazón de Jesús había empezado sus conquistas!
Desde
esta época, la Bienaventurada no dejaba escapar ninguna ocasión de
trabajar en la realización de los grandes designios de su Salvador. Éste continuaba derramando oleadas de favores en el alma de su
fervorosa Apóstol. Un día le dijo: « Yo te constituyo
heredera de mi Corazón y de todos sus tesoros en el tiempo y en la
eternidad, permitiéndote disponer de ellos según tus deseos, y te
prometo que no te faltarán socorros hasta que a mi Corazón le falte
el poder. Tú serás para siempre la Discípula muy amada de mi
Corazón ».
Sin
embargo, la devoción al sagrado Corazón no era todavía sino una
semilla escondida. ¡Cuantas humillaciones y pruebas tenía que
pasar aún Margarita María, antes de verla germinar en pleno medio
día y dar centuplicados frutos!
Entre
todas las Superiores que compartieron sucesivamente la dirección de
la Bienaventurada, ninguna talvez, le prodigó con más liberalidad
las humillaciones y las pruebas como la madre Petronila-Rosalía
Greyfié,
profesa de Annecy, que gobernó el monasterio de Paray desde 1678
al 1684. Pero también ¡Cuanto amaba la Sierva de Dios a esta buena
madre! Mientras más confusiones y oprobios le hacía sufrir, más
reconocimiento y afecto le tenía Margarita María. ¡Cierto,
que semejantes amistades no podrían ser sospechosas!
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