viernes, 16 de junio de 2017

MES DE PREPARACIÓN PARA LA ENTRONIZACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Día17

EN LOS HOGARES
Por el Presbítero Rodolfo Vergara Antúnez
Año 1895


Breve reseña de la Entronización del Sagrado Corazón
Fundada por el Padre Mateo Crawley- Boevey SS.CC.


La inspiración que tuvo el Padre Mateo, autor de la Hora Santa (ver aquí) en Paray le Monial, lugar de las revelaciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María de Alacoque, para crear su Apostolado de la Entronización, puede resumirse en las palabras del Papa Benedicto XV, quien aprobó la obra de la entronización mediante una carta fechada el 27 de abril de 1915. En ella la definió así: «La Entronización es la instalación de la imagen del Sagrado Corazón, como en un trono, en el sitio más noble de la casa, de tal suerte que Jesucristo Nuestro Señor reine visiblemente en los hogares católicos». Se trata, pues, no de un acto transitorio, sino de una verdadera y propia toma de posesión del hogar por parte de Jesucristo Rey, que debe ser permanentemente el punto de referencia de la vida de la familia, que se constituye en súbdita de su Corazón adorable.
Si se desea que la Entronización produzca frutos maravillosos, dice el Fundador, forzosamente la ceremonia debe prepararse bien, por eso le proponemos a nuestros lectores durante el mes de junio, dedicado al Sagrado Corazón, la meditación de este misterio insondable de amor por los hombres con los escritos del Padre Rodolfo Vergara Antúnez, autor del Mes de María, (ver aquí) para que el día 30 se pueda realizar la ceremonia que publicaremos. También les proporcionamos una imagen en alta resolución que pueden imprimir y enmarcar para poner el lugar más destacado del hogar (aquí).


 

DÍA DECIMOSÈPTIMO
Oración con que se comenzarán los ejercicios de cada día del Mes.


Adorable Corazón de Jesús, trono de misericordia y manantial inagotable de gracias, dignaos aceptar los homenajes de amor y de agradecimiento que traeremos al pie de vuestro altar durante la serie de bellos días consagrados a vuestra gloria como preparación para entronizarte en nuestros hogares. Obedientes a la dulce voz de vuestro Corazón, venimos a ofreceros el débil tributo de nuestros consuelos para haceros olvidar la ingratitud incomprensible con que tantos pecadores corresponden a la inmensidad de vuestros beneficios. La voz de nuestras alabanzas subirá cada día a las alturas de vuestro trono para apagar el eco de las blasfemias con que os ultrajan tantas almas rescatadas con vuestra Sangre Preciosa. Nuestros corazones, profundamente conmovidos por la amargura de vuestras quejas, vienen aquí a protestaros que os aman y que os amarán mientras les concedáis la vida, con toda la efusión y la ternura de que son capaces. Queremos reparar las ofensas que recibís continuamente de los infieles que no tienen la dicha de conoceros, de los herejes que tienen la desgracia de negaros y de los impíos que tienen la audacia de haceros implacable guerra. Nosotros hemos sido, es verdad, del número de los ingratos que os ofenden; pero, sinceramente arrepentidos de nuestros pasados extravíos, aceptad, ¡oh Corazón misericordioso! las reparaciones que os ofrecen nuestros dolores y nuestras lágrimas; las oraciones y sacrificios que te presentaremos durante este mes para que reines en nuestros corazones, nuestras familias, en la sociedad y el mundo entero ¡Viva Cristo Rey!


CONSIDERACIÓN

Amor del Corazón de Jesús
en la institución del sacramento de la penitencia.


¡Qué triste sería la suerte del hombre, si después de cometer un pecado mortal, no tuviese la posibilidad de obtener el perdón! El hombre es frágil por su naturaleza, vive rodeado de peligros y combatido de continuo por enemigos formidables: por consiguiente, nada es más fácil que caer en el pecado, y hasta los mayores santos están expuestos a pagar dolorosos tributos a la debilidad humana. ¿Qué harán, pues, los que tienen la desgracia de perder con la inocencia la amistad de Dios? ¿Se condenarán eternamente, como los ángeles rebeldes, por un solo pecado personal?
¡Ah! no: el Corazón de Jesús, que arde en vivísimo deseo de salvar a las almas, ha inventado un medio fácil y seguro de restituirles la vida de la gracia. Ha instituído el sacramento de la reconciliación, y con él nos ofrece una tabla salvadora en el naufragio de la inocencia. Es el sacramento de la penitencia en el cual el pecador recibe, en cambio de sus humillaciones, de su confesión sincera y de su arrepentimiento, el amplio perdón de sus culpas, sellado con la sangre preciosa de Cristo. El Corazón de Jesús nos manifiesta en toda su grandeza el abismo. sin fondo de su misericordia y nos da un nuevo e incomparable testimonio de la magnitud de su amor. Es una condescendencia infinita respecto del hombre pecador. En su eterna lucha con el pecado, el hombre podrá ser vencido a cada instante; pero también a cada instante podrá levantarse y rehabilitarse y cambiar en fuentes de merecimientos los mismos pecados que lo despojan de todo mérito ante Dios. Así, pues, al recibir la absolución, el pecador se encuentra tan rico de méritos como lo estaba antes de su pecado; de la misma manera que un príncipe generoso que recibe en su gracia a un servidor arrepentido le restituye su fortuna y sus honores, juntamente con la benevolencia con que lo había. honrado. El cielo con sus eternos goces vuelve a ser la herencia del pecador; porque la mano que absuelve en nombre de Cristo tiene la virtud omnipotente de abrir el cielo y de cerrar el infierno. Deja el pecador de ser enemigo de Dios y entra de nuevo en el seno de su amistad; ya no es objeto del odio divino, sino del amor paternal del Corazón de Jesús; depone la librea de los réprobos .y vuelve a vestirse la blanca túnica de la inocencia recobrada por la penitencia; y los ángeles que habían visto con horror ajada en el alma la imagen de su Criador, cantan llenos de júbilo la vuelta del pródigo al seno amoroso del Corazón divino. La perla caída en el cieno vuelve a las manos de Dios purificada en las aguas de la penitencia. El alma enferma recobra la salud; el alma muerta resucita a la vida de la gracia; el alma débil y frágil se fortifica en el bien; el alma afeada y desfigurada por la culpa recupera la hermosura de la inocencia; y el alma torturada con el aguijón del remordimiento siente las dulzuras de la paz y la santa y plácida alegría de la conciencia pura.


Tal es el poder de la confesión. El alma que confiesa sus culpas con humildad y con dolor se transforma y engrandece: el pecador se torna en santo, mediante la gracia santificante que es como la esencia de la santidad. Y es que allí está Jesucristo en la figura del sacerdote, a quien comunica los sentimientos de su divino Corazón: su bondad, su misericordia, su dulzura inefable. La absolución que pronuncia el sacerdote sería una vana fórmula si el Corazón de Jesús no la ratificase y no enviase al alma del pecador la gracia que la purifica. Y esta gracia no es otra, cosa que la aplicación de los méritos infinitos de Jesucristo adquiridos en sus dolores, en su agonía y en su muerte. Sólo así es posible explicar este milagro de reconciliación: si nos es dable obtener el perdón de nuestros pecados por. enormes y numerosos que sean, es porque el Corazón de Jesús los ha expiado todos y ofrecido por cada uno de ellos el precio infinito de su sangre.


Esta consideración debe hacernos sentir más vivamente el dolor de nuestras culpas; porque la sangre que nos purifica en este augusto tribunal es la sangre de un Dios derramada a costa de dolores inenarrables en el Getsemaní y en el Calvario. Y ¿cómo no sentir, al recibirla sobre nuestra alma, un grande horror al pecado que la hizo brotar del Corazón de Jesús?


Aprovechémonos de esta sangre preciosa, acercándonos con frecuencia al sacramento en que ella se derrama con divina profusión. Vamos a lavar en ella nuestras culpas y a expiar nuestras ingratitudes con el precio infinito que ella tiene. No la dejemos correr inútilmente para nosotros. Vamos, como palomas sedientas, a beber en ella la gracia que nos purifica, que nos sana, que apaga la sed de las pasiones, que nos conforta en la debilidad y que nos hace dignos de inmortales recompensas.




Práctica Espiritual
Ejercitarse frecuentemente en la humildad, en silencio y por amor al Corazón de Jesús, las humillaciones y haciendo actos que nos rebajen en concepto de los demás.
Oración final.


¡Oh Corazón Sacratísimo de Jesús!, quisiéramos que todos los corazones se reuniesen para amaros y que todos los labios se abriesen para bendeciros en un solo cántico de reconocimiento y de alabanza. Quisiéramos traer a vuestros pies todo lo que hay de grande y hermoso en el cielo y en la tierra; y que todas las criaturas salidas de vuestra mano omnipotente se unieran a nosotros para ensalzar vuestras grandezas y celebrar vuestras obras de bondad y de misericordia. Pero ya que esto no es posible, recibid, Señor, como débil expresión de nuestro amor, las flores con que nuestra familia adorna vuestra imagen, las luces con que iluminamos el trono de vuestra gloria y los cánticos de gratitud que cada día modulan nuestros labios. No miréis la pobreza de nuestras ofrendas, sino el amor con que os las presentamos; y en cambio, abrid en este Mes bendito los tesoros de vuestras gracias y derramadlas sobre vuestros amantes hijos, que atraídos por el encanto de vuestro Corazón y congregados en torno de vuestro altar, quieren glorificaros en estos santos días, para merecer la dicha de amaros eternamente en el cielo. Amén.









No hay comentarios.:

Publicar un comentario