Esta fabulosa criatura tenía cuerpo de caballo y cabeza y busto de hombre. El arte cristiano ha utilizado su figura para simbolizar las pasiones y los excesos, y especialmente el pecado de adulterio. También para representar la fuerza bruta y la venganza, para simbolizar a los herejes y para mostrar al hombre dividido entre el bien y el mal. A veces se pintaba al centauro con un arco y flechas, figurando los violentos ataques de los malvados de la vida de San Antonio Abad porque, de acuerdo con la leyenda, este animal señaló al santo el camino para encontrarse en el desierto con Pablo el Ermitaño.
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