DÍA SEGUNDO
Puesto de rodillas delante de la Imagen del Glorioso Arcángel San
Rafael, se dará principio a la Novena persignándose y levantando el
corazón a Dios, procurando alentar la confianza y avisar la Fe,
haciéndose presente con la consideración a toda la Corte Celestial
y a la Reina de los Ángeles como especial Abogada nuestra, en cuya
presencia con humildad, dolor y arrepentimiento hará de todo corazón
un Acto de Contrición y después dirá esto.
ORACIÓN
Glorioso Arcángel San Rafael, Sagrado Príncipe de los siete que
asisten en el Trono supremo del mismo Dios, si es para gloria de la
Majestad Divina y para honra de vuestra Alteza que yo consiga lo que
deseo y pido en esta Novena, alcanzadme esta gracia del Señor, y si
no enderezad mi petición y pedid para mí a Dios aquello que más me
conviene para mayor gloria suya, vida, salud y provecho de mi alma.
Amén.
DEL LIBRO DE TOBÍAS EN LA SAGRADA ESCRITURA
Dios
prueba a Tobías
Después de esto, un día festivo del Señor, estando preparada una
buena comida en casa de Tobías, dijo éste a su hijo: “Vete y
trae acá algunos de nuestra tribu, temerosos de Dios, para que coman
con nosotros.” Se fue (el hijo), y cuando volvió, contó cómo
uno de los hijos de Israel, que había sido matado, yacía en la
plaza. Al instante se levantó (Tobías) de la mesa, y dejada la
comida, sin probar bocado, fue adonde estaba el cadáver, cargó
con él y lo llevó secretamente a su casa, para darle sepultura
cautelosamente, después de puesto el sol. Ocultado el cadáver,
comió el pan entre lágrimas y temblando; pues se acordaba de
aquellas palabras que el Señor había dicho por el profeta Amós:
“Vuestros
días festivos se convertirán en lamentos y luto.”
Puesto ya el sol, fue y le dio sepultura.
Reprendíanle entonces todos sus parientes, diciendo: “Precisamente
por esto se dio la orden de quitarte la vida, y apenas escapaste del
poder de la muerte; ¿y ahora vas nuevamente a enterrar los
cadáveres?” Pero Tobías, temiendo a Dios más qué al rey,
robaba los cadáveres de los que habían sido muertos, los escondía
en su casa, y a medianoche los enterraba.
Ceguera
de Tobías
Un
día, después de volver a su casa fatigado de enterrar, se echó
junto a la pared, y se adormeció. Mientras dormía, le cayó de un
nido de golondrinas estiércol caliente sobre los ojos, y se quedó
ciego. El Señor permitió que le sobreviniese esta prueba, para
que, como el santo Job, diera a los venideros un ejemplo de
paciencia. Pues, como desde su niñez vivió siempre en temor de
Dios, guardando sus mandamientos, no se quejó contra Dios por la
desgracia de la ceguedad que había venido sobre él; sino que
permaneció inquebrantable en el temor de Dios, dándole gracias
todos los días de su vida.
Así como los reyes insultaban al santo Job, del mismo modo los
parientes y los amigos se burlaban de la conducta de Tobías,
diciendo: “¿Dónde está tu esperanza, por la cual hacías
limosnas y dabas sepultura a los muertos?” Mas Tobías los
reprendía, diciendo: “No habléis de esa manera. Porque
nosotros somos hijos de santos y esperamos aquella vida que Dios ha
de dar a los que le sirven fielmente.”
Probidad
de Tobías
Ana, su mujer, iba todos los días a tejer, y traía el sustento que
podía ganar con el trabajo de sus manos; 0y así sucedió que
trajo a casa un cabrito que había recibido. Su marido, al oír
el balido del cabrito, dijo: “Mirad que no sea acaso hurtado;
restituidlo a sus dueños; porque no nos es lícito comer cosa
robada, ni siquiera tocarla.” A lo que su mujer, irritada,
respondió: “Es evidente que ha fracasado tu esperanza; ahora se ve
el fruto de tus limosnas.” Con estas y otras semejantes
palabras, lo zahería.
Aquí se rezan tres Padres Nuestros y tres Ave Marías y después se
dirá a San Rafael la siguiente
Alentando cuanto se pudiere la confianza, con las palabras que a cada
uno le dictare su afecto pedirá a San Rafael el favor especial que
desea conseguir y luego para obligar más a Dios pondrá por
intercesión a la Reina de los Ángeles diciendo esta
ORACION
Soberana Reina de los Cielos y Señora de todos los nueve Coros
Angélicos María Santísima! digna Madre de mi Señor Jesucristo,
Templo vivo de la Divinidad, depósito de los tesoros de su gracia,
principio de nuestro remedio, restauradora de la general ruina del
linaje humano, nuevo gozo de los Santos, gloria de las obras del
Altísimo y único instrumento de su omnipotencia. Te confieso por
Madre dulcísima de Misericordia, Refugio de los miserables, amparo
de los pobres y consuelo de los afligidos y todo lo que en ti por ti,
y de ti confiesan los Espíritus Angélicos y de los Santos, todo lo
confieso reverente, y lo que en ti y por ti alaban a la Divinidad, y
la glorifican, todo lo alabo y glorifico, y por todo te bendigo,
magnifico, confieso y creo, por el poder Divino con vida a todos los
pobres, desvalidos, ignorantes, pecadores, grandes, pequeños,
enfermos, flacos, y a todos los hijos de Adán, de cualquier estado,
condición y sexo, Prelados, Príncipes e inferiores, para que vengan
por su remedio a su infinita y liberal Providencia, por la
intercesión de la que dio carne humana al Verbo Divino, porque sola
ella es poderosa para solicitar nuestro remedio y alcanzarle: por
tanto, Sagrada Reina de todas las Jerarquías, os pido y suplico en
nombre de todas ellas, nos alcancéis de vuestro querido Hijo la
exaltación de su Santísimo Nombre en toda la redondez del Mundo,
salud espiritual de las almas, la extirpación de las herejías, la
ruina del soberbio príncipe de las tinieblas, la universal extensión
de la Santa Iglesia, paz y concordia entre los Príncipes Cristianos,
para que todos enteramente alabemos al Santísimo Nombre de
Jesucristo, a quien sea la gloria por infinitos siglos de los siglos.
Amén
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