jueves, 1 de octubre de 2015

DEL CREDO ARTICULO I

INSTRUCCIÓN RELIGIOSA


EL CRISTIANISMO
SUS DOGMAS, ORACIONES,
MANDAMIENTOS Y SACRAMENTOS
***
PRIMERA PARTE

LO QUE SE HA DE CREER


La fe.

Fe es creer lo que Dios ha revelado y la Santa Iglesia nos enseña.

Dice San Pablo: Sin la fe es imposible agradar a Dios (Ep. A los Hebreos, XI, 6).

Las verdades de la fe, sin cuyo conocimiento nadie, que haya llegado al uso de razón, se puede salvar, son:
1ª- Dios existe.
2ª- Dios premia a los buenos y castiga a los malos.
3ª- En Dios hay tres personas realmente distintas.
4ª- La segunda Persona divina se hizo hombre para salvarnos.

Debemos creer todo lo que Dios ha revelado, porque Dios no puede engañarse ni engañarnos.
Dios no revela directamente a cada uno las verdades que debemos creer.
La Santa Iglesia es la depositaria de las verdades reveladas por Dios, y ella es la encargada de enseñárnoslas.
Como veremos en el artículo IX del Credo, la Santa Iglesia tiene todos los títulos y caracteres necesarios que demuestran su divina institución y misión para enseñarnos lo que Dios ha revelado.
Todo lo que debemos creer está contenido explícita o implícitamente en el Credo.


EL CREDO


Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Y en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor.
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo: nació de Santa María Virgen;
Padeció debajo del Poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo.
La Santa Iglesia Católica: la comunión de los Santos.
El perdón de los pecados.
La resurrección de la carne.
La vida perdurable. Amén.

El Credo se llama Símbolo apostólico, porque lo hicieron los apóstoles, para dar a los cristianos una norma de fe.
Todo cristiano procure saber el Credo y rezarlo con frecuencia.
El Credo tiene doce artículos.


ARTÍCULO I

CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA

Creo significa: estoy cierto que todo lo que contiene el Credo es verdad infalible revelada por Dios.
Dios.
Dios es el Ser Supremo, infinitamente perfecto, Creador y Señor del cielo y de la tierra.

Sólo Dios no ha recibido el ser de nadie; todo lo demás tiene el ser recibido de Dios.
Sólo Dios es absolutamente independiente; todos los demás seres dependen de Dios.


Pruebas de la existencia de Dios.

1ª- Todas las cosas nos están diciendo: Dios nos ha dado el ser y no nosotras mismas.

Los seres que vemos, no se han creado a sí mismos: luego existe un Creador.
Yo mismo no me di el ser: mis padres tampoco se lo dieron a sí mismos; luego es necesario llegar a una causa primera, que es Dios.
Sin causa primera no hay segunda, ni tercera…

2ª- El mundo entero con su orden admirable revela la existencia de Dios, sabiduría infinita.

3ª- Todos oímos en el fondo de nuestra conciencia, una voz que nos dice:
No puedes matar, ni robar; haz el bien evita el mal; los buenos serán premiados, los malos castigados.
Sólo el Ser Supremo puede hablar en forma igual y con tanto imperio a todos los hombres.
Niegan la existencia de Dios los que quisieran que no lo hubiera, para poder pecar sin remordimientos de conciencia.

Dicen los impíos: si hubiera Dios no permitiría tantos males sobre la tierra.
Dios permite el mal para sacar siempre un mayor bien.
Nuestro pequeño entendimiento muchas veces no puede comprender el bien que resulta de los males que nos afligen.

El profeta David (salmo 91) dice:
¡cuán grandes son, Señor, tus obras! ¡Cuán insondable la profundidad de tus designios! El hombre insensato no conoce estas cosas, ni entiende de ellas el necio”.

Más siempre resultarán ciertas las palabras del apóstol S. Pablo (Romanos, VIII, 28):
Sabemos que para los que aman a Dios todas las cosas se convierten en bien.
Procuremos, pues, amar a Dios de veras y sea ése nuestro principal deseo.

Unidad de Dios.

Hay un solo Dios.
No puede existir más que un Ser Supremo.
Admitir varios dioses, es negar al verdadero Dios.
En el supuesto de varios dioses, tuvieran más poder todos juntos que uno solo.
Por consiguiente, ninguno fuera omnipotente, ninguno fuera verdadero Dios.
Dios tiene todas las perfecciones en grado infinito; esto es, sin límites.

Dios es infinitamente grande: el mundo entero, comparado con Dios, es menos que una gota de agua comparada con toda la inmensidad de los mares.
Siendo el mundo entero como nada en comparación de Dios, yo, comparado con Dios, ¿qué soy?

Dios es espíritu purísimo: no tiene cuerpo.
Aunque no tiene ojos corporales, ve; Él es quien nos da la vista, oído y todo cuanto tenemos.

Dios es un ser simplicísimo: no tiene parte alguna, ni mezcla, ni composición.

Dios es eterno: siempre ha existido, existe y existirá.
Dios no pudo tener principio: porque si no hubiera existido siempre, ¿de quién habría recibido Él la existencia?

Dios es inmutable: no está sujeto a mudanza alguna. La mudanza está sólo en las criaturas.

Dios es infinitamente bueno: es la bondad por esencia y de Él viene todo lo bueno.

Dios es infinitamente sabio: todo lo sabe; conoce todo lo pasado, lo presente y lo porvenir.

Dios es omnipotente: todo lo puede.
Dios no puede pecar, ni hacer lo que implica una contradicción.
Poder pecar es una imperfección, es falta de poder.
Lo que implica contradicción es un absurdo.
Dios ha creado, conserva, gobierna y dispone todas las cosas a su voluntad.
Providencia divina es el cuidado con que Dios dirige todas las cosas al fin por Él señalado; se extiende aún a las cosas más pequeñas.
Todo lo que sucede es porque Dios así lo quiere o lo permite.
Unas cosas Dios las quiere y las manda; otras Dios no las impide, como el pecado, por no quitar al hombre su libertad y también porque del mal sabe Dios sacar grandes bienes.
Siendo, pues, Dios infinitamente bueno, sabio y poderoso, amémosle de todo corazón, acatemos humildemente todas sus disposiciones y pongamos en El toda nuestra confianza.
Nuestro presente y porvenir están en las manos de Dios; nada hemos de temer, si procuramos servirle fielmente.

Dios es infinitamente santo: ama la virtud y aborrece la maldad.
Dios es infinitamente justo: premia o castiga a cada uno según sus obras.
Dios es infinitamente misericordioso: llama al pecador y perdona al que se arrepiente de corazón.
Dios es veraz: no puede engañarse ni engañar.
Dios es infinitamente fiel: cumple sus promesas y amenazas.
Dios es inmenso: está en todas partes y no está limitado por espacio o lugar alguno.
Dios está en Sí mismo y todas las cosas están en Dios.
Es Dios quien contiene y sostiene todas las cosas y no las cosas a Dios.

Dios está en todo lugar:
por esencia, con todo su Ser
por presencia, viéndolo todo, hasta nuestros pensamientos más ocultos; y
por potencia, dando y conservando el ser a todas las cosas.

Dios está de una manera especial:
en el Cielo, donde deja ver su divina esencia, causando gozo infinito a los bienaventurados; en el alma del justo, Dios está por la gracia y caridad; y en el templo que es casa de oración, Dios está como en un trono de misericordia, dispensando favores particulares.

Puesto que Dios está y nos ve en todo lugar, por respeto a su presencia abstengámonos siempre de pecar.

Dios es el principio de todas las cosas, porque Él las ha creado todas.

Dios es el fin de todas las cosas, porque todas las ha hecho para su mayor gloria. Todas las cosas dan gloria a Dios, aún los malos; pues con ellos especialmente se manifiestan la paciencia, misericordia y justicia de Dios.

Sólo Dios es Señor y Dueño absoluto de todas las cosas.
Dios tiene riqueza, paz, alegría, hermosura y todos los bienes sin límites; Él mismo es el Bien infinito.
Dios tiene entendimiento y voluntad.
Dios no tiene memoria; no la necesita, porque todo lo tiene presente, aun lo pasado y lo porvenir.

Trinidad de Dios.


En Dios hay tres Personas realmente distintas.
Se llaman: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
El Padre es Dios
El Hijo es Dios
El Espíritu Santo es Dios.
Las tres Personas Divinas son el verdadero Dios.

Son un solo Dios porque las tres Personas Divinas son un mismo Dios, esto es, tienen una misma y única esencia o naturaleza divina.

El Padre es el mismo Dios que el Hijo y que el Espíritu Santo.
El Hijo es el mismo Dios que el Padre y que el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el mismo Dios que el Padre y el Hijo.

Tres personas realmente distintas quiere decir que una persona no es la otra.

El Padre no es la misma Persona que el Hijo y que el Espíritu Santo.
El Hijo no es la misma Persona que el Padre y que el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo no es la misma Persona que el Padre y que el Hijo.
Las tres Personas Divinas son, pues, realmente distintas.

Ejemplo: Tres ramas de un árbol son distintas, pero son un solo árbol.
El color, el olor y el sabor de una naranja son tres cosas distintas, pero es una sola naranja.
Tres ángulos de un triángulo son distintos, pero son un mismo triángulo.
No obstante, una rama no es todo el árbol, ni el color es toda la naranja, ni el ángulo es todo el triángulo.
Mas en Dios, Ser simplicísimo, el Padre es todo Dios, el Hijo es todo Dios, y el Espíritu Santo es todo Dios.
Cómo las tres Personas Divinas son realmente distintas, y un solo Dios, es un misterio. Este misterio se llama de la Santísima Trinidad.


La Santísima Trinidad es el mismo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo,

tres personas realmente distintas, y un solo Dios verdadero.

El Padre es la primera Persona, porque no procede de otra Persona y de Él proceden el Hijo y el Espíritu Santo.
El Hijo es la segunda Persona, porque de Él y del Padre procede el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es la tercera Persona, porque procede del Padre y del Hijo.

El Padre se conoce y al conocerse forma una imagen viva y consustancial de sí mismo; esta es la Persona del Hijo.
El Padre y el Hijo se aman: ese amor vivo y consustancial es la Persona del Espíritu Santo.

Las tres Personas son eternas; las tres han existido siempre y ninguna existió primero que la otra.
Las tres Personas son en todo iguales, porque las tres son un mismo Dios.
Por consiguiente, las tres Personas son igualmente buenas, sabias, etc.

Al Padre se le atribuye la omnipotencia, porque es el principio de las otras dos personas.
Al Hijo se le atribuye la sabiduría, porque es el pensamiento, la idea, el Verbo del Padre.
Al Espíritu Santo se le atribuye la bondad, porque es el amor del Padre y del Hijo.
El Padre y el Espíritu Santo no tienen cuerpo; el Hijo tiene cuerpo en cuanto hombre.
La Santísima Trinidad se representa:



El Padre en forma de anciano, porque es la primera Persona.
El Hijo en forma de hombre joven, porque se hizo hombre y murió joven.
El Espíritu Santo en forma de paloma, porque así apareció al ser bautizado N. S. Jesucristo.

La Creación.

Dios es infinitamente feliz en Sí mismo, no necesita de nada ni de nadie.
Movido de su bondad infinita, creó en seis días el cielo, la tierra y todo cuanto ellos contienen.
Crear es sacar las cosas de la nada.
Dios, por su sola voluntad todopoderosa, creó el mundo.



Los Ángeles.

En el cielo Dios creó a los Ángeles y los dotó de dones inefables.
Los Ángeles son espíritus puros; no tienen cuerpo.
Luzbel, Lucifer, era el más hermoso de todos: más lleno de soberbia, se rebeló contra Dios y dijo:
¡No serviré!
Una tercera parte de los Ángeles acompañó a Luzbel en su rebelión.
Miguel, lleno de celo por el honor de Dios, exclamó: “¡Quién como Dios!”.

Luchó contra Luzbel y le venció.
Satanás y los demás Ángeles rebeldes fueron arrojados al infierno.
Llamamos demonios a los ángeles rebeldes.
Antes que los Ángeles pecaran, el infierno no existía.
Dios creó el infierno para castigo de los demonios y demás pecadores impenitentes.


Los Ángeles buenos en premio de su fidelidad, fueron confirmados en la gracia y ven claramente a Dios.
Aunque los Ángeles estaban en el cielo, no veían a Dios; estaban en un lugar de prueba, como estamos ahora nosotros.
Si los Ángeles hubieran visto a Dios, no habrían pecado.
Dios es infinitamente bueno y hermoso; quien le ve, no puede dejar de amarle.

La historia de los Ángeles buenos y malos es para nosotros una lección utilísima que no debemos olvidar.
Si servimos a Dios, imitamos a los Ángeles buenos e iremos a gozar con ellos eternamente en la gloria.
Si pecamos y no nos arrepentimos, imitamos a los demonios y con ellos iremos a sufrir eternamente en el infierno.

Los Ángeles son ministros de Dios.

Todos tenemos un Ángel Custodio, que nos acompaña y guarda continuamente.


Debemos tener gran devoción y respeto a nuestro Ángel custodio, procurando evitar el pecado para no ofender su santa presencia.
Los Ángeles buenos son representados como niños o jóvenes con alas, para manifestar su hermosura y la rapidez con que se trasladan de un lugar a otro.
Los demonios son representados en formas horribles, para manifestar su gran fealdad.


El hombre.

El hombre es un ser racional compuesto de cuerpo y alma.
El alma es un espíritu inmortal.
El alma ejerce actos espirituales, como el pensar, querer, etc.; por consiguiente, es espíritu.
Es inmortal, pues, siendo una substancia espiritual, simple, no tiene partes en que se pueda descomponer.
Además el alma humana ha sido elevada por Dios a la vida sobrenatural de la gracia, para gozar eternamente con Él en la gloria.

La fe y la sana razón nos dicen que nuestra alma no muere con el cuerpo, sino que va a recibir premio o castigo eternos, según sus obras.
El hombre es libre; puede hacer el bien o el mal, hacer una cosa o no hacerla; o puede hacer una en vez de otra.
Tenemos libertad, podemos hacer el mal, pero no tenemos el derecho de hacerlo.
Por lo mismo que uno es libre para hacer el bien o el mal, merece premio o castigo.

El hombre fue la última obra de la creación.
Fue creado a imagen y semejanza de Dios.
Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.
El Señor formó del barro el cuerpo del primer hombre; sopló en su rostro y le infundió el alma racional, dándole así la vida.
El primer hombre se llamó Adán.

Dios dijo: “no es bueno que el hombre esté solo: Hagámosle una ayuda semejante a él”.
Estando Adán dormido, Dios le sacó una costilla; y con ella formó a la mujer y la presentó a Adán, quien la aceptó por esposa.
La creación del primer hombre y de la primera mujer en la forma indicada, no es imposible.
Dios, por ser omnipotente, puede sacar las cosas de la nada; con más razón puede cambiar una cosa en otra.
La primera mujer se llamó Eva.


Todos los hombres descendemos de Adán y Eva.
Adán y Eva, adornados por Dios con la gracia santificante, moraban en el Edén o Paraíso terrenal: estaban llenos de felicidad, libres de la muerte y demás miserias.
Del Paraíso terrenal habrían sido trasladados al celestial, sin pasar por la muerte. Todo obedecía a la voz del hombre.
Dios concedió estos dones a Adán y a todos sus descendientes, con la condición de que Adán no comiera de la fruta del árbol llamado de la ciencia del bien y del mal.
Esta prohibición tenía por fin probar la fidelidad de nuestros primeros padres y que demostraran reconocer el supremo dominio que tiene Dios sobre todas las cosas.


Pecado de Adán y Eva.


Eva, engañada por el demonio, que se le presentó en figura de serpiente, comió la fruta prohibida, y comió también Adán, invitado por Eva.

Por este pecado Adán y Eva perdieron la gracia de Dios, fueron arrojados del paraíso terrenal, y quedaron sujetos a todas las miserias de la vida y a la muerte.
Este pecado fue de soberbia y grave desobediencia.
Adán y Eva hicieron penitencia y se salvaron.
El pecado de Adán y Eva se llama original.



Han heredado el pecado original todos los descendientes de Adán por generación natural, menos María Santísima.

Jesús no lo pudo tener, porque su persona divina es incapaz de pecado y no procedió de Adán del mismo modo que los demás hombres.
María no lo tuvo por privilegio especialísimo, en previsión de que sería la Madre de Dios.
Celebramos este privilegio de María el 8 de Diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción.

El pecado de Adán acarreó al género humano la privación de la gracia de Dios, la ignorancia, la inclinación al mal, la muerte y todas las demás miserias.

Por el pecado original, nosotros, cuando empezamos a existir no tenemos la gracia de Dios y demás dones, que tuviéramos, si Adán no hubiera pecado.

El pecado original es voluntario y, por tanto, culpa de nosotros, sólo porque Adán lo cometió voluntariamente como cabeza de la humanidad.
Nosotros, al contraer el pecado original, no pecamos con nuestra propia voluntad; por esto Dios no castiga, sino que simplemente no premia con el cielo, al que muere con el solo pecado original.

Los hijos de un padre que ha disipado sus bienes, son pobres; así nos sucede a los descendientes de Adán pecador.
Dios nada debía a Adán y a sus descendientes.

La gracia original y todos los demás dones sobrenaturales eran concedidos graciosamente, con la condición de que Adán cumpliera el precepto divino.

Es, pues, muy justo que los descendientes de Adán heredemos el pecado original.


















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