LA HORA SANTA
«Todas
las noches del jueves al viernes, yo te haré participar de la
mortal tristeza que quise sentir en el Huerto de los Olivos...
«Y para acompañarme en esta humilde oración que presenté
entonces a mi Padre, te levantarás entre las once y doce de la
noche y te postrarás rostro en tierra, tanto para apaciguar la
cólera divina, pidiendo gracia para los pecadores, como para
suavizar de algún modo la amargura que Yo sentí del abandono
de mis Apóstoles, que me obligó a reprocharles el no haber podido
velar una hora conmigo».
Se
deduce de estas palabras que la Hora Santa es una de las prácticas
de piedad más agradables al Corazón de Jesús. Tiene por fin
consolarle de las ingratitudes de los hombres, reparar por los
pecadores, obtener gracias particulares a los agonizantes, a las
personas afligidas; en fin, excitarnos a una viva contrición de
nuestras faltas.
La Hora
Santa puede hacerse, ya sea delante del Santísimo Sacramento, ya
trasportándose en espíritu al pie del Tabernáculo, pues no es
solamente la agonía dolorosa de Gethsemaní, la que es menester
consolar, es también la agonía incesante del Dios de la
Eucaristía: Él que sufrió la primera, continúa tolerando la
segunda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario