viernes, 23 de marzo de 2018

M E S D E S A N J O S É Día 25




ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

26. ¿Cuál fue el dolor de José por la pérdida de Jesús en Jerusalén?

Había una ley en la antigua alianza que obligaba a todos los judíos a comparecer tres veces al año delante del Señor en su Templo para celebrar las fiestas de Pascua, la de Pentecostés, y la de los Tabernáculos llevando al mismo tiempo una ofrenda.
Pero esta ley no obligaba sino a los hombres las mujeres estaban exceptuadas de ella atendiendo a su debilidad. Luego que Jesús llegó a los doce años sus padres resolvieron llevarle consigo a Jerusalén con motivo de la fiesta de Pascua. Cuando terminó el séptimo día, José y María se pusieron en camino para Nazaret, pero Jesús, en lugar de seguirlos, se quedó en Jerusalén. Hasta la tarde del primer día de viaje no le echaron de menos, le buscaron al instante entre sus parientes y amigos, pero no viéndole, se volvieron a Jerusalén, donde después de tres días de angustia y pesquisas infructuosas le hallaron en el Templo sentado en medio de los doctores a quienes escuchaba y les preguntaba. Pintar cual fue el dolor de José en estas circunstancias, es imposible, porque José tenía a Jesús un amor de padre, superior a toda expresión. Orígenes llega a decir que José y María fueron en esta ocasión tentados hasta con rigor, y que su alma sufrió más que todos los mártires juntos. Pero lo que afligía el corazón de José y de María, según Orígenes afirma, es que en su humildad creían que Jesús los había abandonado como indignos de su presencia, de sus caricias y de su intimidad. ¡Ah! Cuantas veces, exclama un autor piadoso, conjeturar que el santo varón debió reprocharse a sí mismo el poco cuidado que había tenido del celeste depósito. ¿En qué aflicción de espíritu no debió caer? ¿En qué turbación? ¿En qué agitación?







Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores y gozos del Señor San José.

M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente.
Así sea.


Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)







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