CUATRO TÉMPORAS
Se la puede catalogar en el número de los usos que la Iglesia ha tomado de la Sinagoga; porque el profeta Zacarías habla del ayuno del cuarto, quinto, séptimo y décimo mes.
La introducción de esta costumbre en la Iglesia cristiana parece remontarse a los tiempos apostólicos; tal es, al menos, el parecer de San León, de San Isidoro de Sevilla, de Rábano Mauro y de otros muchos escritores de la antigüedad cristiana.
En la Iglesia Romana, las Cuatro Témporas quedaron fijas en los tiempos que se celebran ahora, desde los primeros siglos; y si se hallan numerosos testimonios de los tiempos antiguos en los que se mencionan Tres Témporas en vez de Cuatro, es porque las Témporas de primavera, como caen siempre dentro de la primera semana de Cuaresma, no añaden nada a las prácticas de los cuarenta días, dedicados ya a un ayuno más riguroso que los practicados en el resto del año.
La finalidad del ayuno de las Cuatro Témporas es en la Iglesia la misma que lo fue en la Sinagoga; es a saber, santificar por medio de la penitencia cada una de las estaciones del año.
Por la mortificación voluntaria, muere la carne a los deseos de la concupiscencia, el espíritu se renueva en la virtud. Mas, como el ayuno no es suficiente para lograr la salud de nuestras almas, suplamos lo que falte, con obras de misericordia hacia los pobres. Concedamos a la virtud lo que quitamos al placer; para que la abstinencia del que ayuna, sirva al pobre de alimento.
Tomemos nota de estos avisos, avivemos en nosotros, con ayuda de estas prácticas, el celo de los tiempos antiguos, teniendo siempre presente que, si la preparación interior es ante todo necesaria para el advenimiento de Jesucristo a nuestras almas, esta preparación no sería en nosotros verdadera, si no se manifestase externamente en prácticas de religión y penitencia.
El ayuno de las Cuatro Témporas tiene otra finalidad además de la de santificar, por un acto de piedad, las diversas estaciones del año; tiene íntima relación con la Ordenación de los Ministros de la Iglesia, que son consagrados el sábado y cuya proclamación ante el pueblo tenía lugar antiguamente en la Misa del Miércoles.
El ayuno cuaresmal viene a asociarse hoy el de las Témporas. Con el Viernes y Sábado próximo tendremos, asimismo, doble motivo de hacer penitencia. Es la temporada de primavera, y se trata de consagrarla a Dios ofreciéndole las primicias con el ayuno y la oración; tenemos también en vista la ordenación de Sacerdotes y Ministros sagrados sobre la que es menester recabemos las bendiciones de lo alto. Tengamos, pues, respeto soberano a estos tres días.
Hasta el siglo XI el ayuno de las Témporas primaverales estuvo fijo a la primera semana de Marzo y el de verano a la segunda de Junio. Un decreto de San Gregorio VII las fijó en las fechas que hoy conservamos; las Témporas de primavera en la Primera semana de Cuaresma y las de verano en la semana de Pentecostés.
* Tener en cuenta que las estaciones son contrarias al texto, en el hemisferio sur.
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