Para
rezar en familia
Padre Mateo Crawley-Boevey
Nota: La
hora Santa fue concebida por el Padre Mateo Crawley como parte
de la Adoración Nocturna al Sagrado Corazón en los hogares; por
tanto es aconsejable rezarla en familia asumiendo los padres y los
hijos la lectura de los distintos protagonistas.
El calabozo del Jueves
Santo
y la Prisión permanente
del Sagrario.
Ignominias con que se
alhajó y se alhaja aún
el Rey Sacramentado en una
y otra cárcel.
Observación.
Esta
Hora Santa está especialmente dedicada para reparar el gran pecado
de aquel público, en todas partes numeroso, que pretende la alianza
híbrida, imposible, de la piedad y de una mundanidad social
pecaminosa. He aquí una lección de amor verdadero y de reparación
solemne, pero también una lección, misericordiosa y severa a la
vez, para tantos católicos que oran y confiesan en el templo, pero
que violan la ley del Señor en su vida social.
Ya
que no podemos sorprender al Verbo, como San Pablo, en la
magnificencia de su gloria inaccesible, sorprendamos al Rey de los
cielos en la gloria de su calabozo el Jueves Santo por la noche...
Ved la escena que llenó de estupor a los ángeles: a guisa de
palacio, un sótano-cárcel...; por trono, un escaño...; por
diadema, el dolor...; por cetro, la burla...; por corte, la
soldadesca, ebria de vino, una horda ebria de odio mortal... Blanco
de las iras, de los sarcasmos y los golpes, manso, majestuoso y
humilde, con ojos suplicantes y faz de angustia, bañado en sangre,
pero sediento de más dolor, está Jesús...
“Y
así, en esa misma cárcel de amor y de gloriosa ignominia, te
sorprendemos, Señor, esa tarde después de veinte siglos... Tu
Corazón ha hecho el milagro de perpetuar indestructible el calabozo
del Jueves Santo... No han cambiado, ¡oh, Rey de Reyes!, ni los
arreos de tu majestad escarnecida, ni los grillos de amor que te
aprisionan, ni la cohorte que te ultraja, ni menos aún has cambiado
Tú, Jesús, Amor de amores, inmutable en tu propósito de ser
nuestro cautivo hasta la consumación de las edades... Los que
queremos cambiar la rebeldía de pecado en cautiverio de caridad,
somos nosotros...
Por
esto:
Conviértenos
a Ti, Jesús Sacramentado.
(Todos)
Conviértenos
a Ti, Jesús Sacramentado.
Rey-Cautivo,
pon cadenas de fe a nuestra triste libertad, y conviértenos a Ti,
Jesús Sacramentado.
(Todos)
Conviértenos
a Ti, Jesús Sacramentado.
Rey-Cautivo,
pon cadenas de amor a nuestro ingrato corazón, y conviértenos a Ti,
Jesús Sacramentado.
(Todos)
Conviértenos
a Ti, Jesús Sacramentado.
Rey-Cautivo,
pon cadenas de gracia a nuestros sentidos rebeldes y conviértenos a
Ti, Jesús Sacramentado.
(Todos)
Conviértenos
a Ti, Jesús Sacramentado.
Rey-Cautivo,
pon cadenas de fortaleza a nuestra voluntad tan tornadiza, y
conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado.
(Todos)
Conviértenos
a Ti, Jesús Sacramentado.
Rey-Cautivo,
pon cadenas de santo temor a nuestro espíritu orgulloso, y
conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado.
(Todos)
Conviértenos
a Ti, Jesús Sacramentado.
Rey-Cautivo,
pon cadenas de ternura y de piedad a nuestra naturaleza tan frágil e
inconstante, y conviértenos a Ti, Jesús Sacramentado.
(Todos)
Conviértenos
a Ti, Jesús Sacramentado.
¡Oh,
sí!, conviértenos de esclavos de un mundo que, cantando, vende
muerte; conviértenos, Jesús, en esclavos tuyos, pues tu servidumbre
es mil veces más gloriosa y más fecunda que reinar...
Y
ahora, Maestro adorado, mira a través de las rejas de tu cárcel
esta legión de amigos fidelísimos...; son los que faltaron en
Getsemaní y aquí reparan el celo abominable de Judas y sus
sicarios... ¡Ah!, reparan, sobre todo, la ausencia de los que, en la
hora de la agonía, dormían y que, en la hora de la traición,
huyeron...
No
llames en esta Hora Santa a tus ángeles; básteles a ellos tu
gloriosa eternidad... reserva para esta legión de amigos las
confidencias íntimas de tu Corazón Sacramentado... ¡Oh!, háblanos,
Jesús-Hostia, con ternezas de Padre, con intimidad de Hermano;
háblanos con abandono de Amigo, con súplicas y quejas de Cautivo,
con imperio de Señor.
(Todos)
¡Háblanos,
Jesús y viviremos!
¡Háblanos,
Jesús y te amaremos!
¡Háblanos,
Jesús y triunfaremos!
Sólo
Tú tienes, Maestro, palabras de vida, de amor y de verdad... Callen
las criaturas, para oírte a Ti, y sólo a Ti. Ábranse los cielos
para escucharte, Divino Verbo, a Ti, y sólo a Ti...
Háblanos
ya, Jesús, Amor de nuestros amores...
(Escuchad
la voz que parte de este calabozo divino; oídle con el amor y el
dolor con que le oyeron en la noche espantosa del Jueves Santo los
ángeles).
Voz
de Jesús. “Filioli”, hijitos... “amici mei”,
amigos míos: Aquí tenéis el Corazón que os ha amado más allá de
los abatimientos de Belén y Nazaret... Muy más allá de la
crucifixión de cuerpo y de alma, del Calvario... Este es el Corazón
que os ha amado hasta el extremo límite, hasta la sublime locura que
me tiene encadenado para siempre en el calabozo del Sagrario; aquí,
en la Hostia, agoté mi inagotable caridad.... ¡Ay, y aquí ha
agotado también el hombre su inmensa ingratitud!...
Padres
y madres que habéis sufrido a veces tanto, desgarrado el corazón,
por los hijos que mimasteis..., sumad todas vuestras amarguras y
medid, si podéis, la mía, que es un mar, comparada con la gota, que
es la vuestra...
Acercaos
vosotros, los tristes, los desengañados, los heridos en el propio
hogar, los azotados por la injusticia, los despedazados por la muerte
o las desgracias... Acercaos vosotros, los desheredados de la dicha,
los que arrastráis un alma en jirones, los que habéis saboreado el
cáliz de todos los duelos, de todas las crueldades de la vida...
Acudid todos, venid y ved que el torrente de vuestras desventuras no
es sino una lágrima, apenas una, del océano que ha vertido vuestro
Dios en este calabozo, en castigo de haber amado a un mundo que le
hiere como nunca hirieron los hijos más ingratos...
Aquí
se me olvida, como jamás olvidaron los más desleales de los
amigos... Aquí se me pospone y desdeña, como jamás fue desdeñado
ni pospuesto el último villano... Y yo soy Jesús, el Salvador del
mundo. Mi alma, por esto, está triste hasta la muerte...
(Lento)
Desde
esta cárcel contemplo la caravana inmensa, los millares de redimidos
con mi sangre, que jamás, jamás, comulgarán... Vivieron a mi lado,
nuestras casas se tocaron; les di pan, hogar y bienestar...; pero
jamás vinieron en busca de este Pan divino que Yo soy... ¡Ay dolor!
Esos hijos morirán de hambre, vecinos a la casa de su Padre... ¡Oh,
cuántas almas samaritanas que han hablado alguna vez conmigo, almas
que he llamado, que he buscado con milagros de ternura, almas que han
llegado hasta el brocal del pozo del Sagrario; cuántas de esas almas
no quisieron beber las aguas vivas que de mi Costado abierto saltan
hasta la vida eterna!
Y
aquellas otras, tan numerosas, que saborearon alguna y muchas veces
las delicias de mi Corazón Sacramentado..., que pusieron los labios
en la herida de mi pecho, y que después..., ¡ay! me olvidaron para
siempre... No han vuelto hace ya largos años... Su desamor me
mata...
Y,
en fin, los incontables aturdidos en el tráfago del mundo...; los
que, a duras penas, distraen de tarde en tarde unos breves instantes
para este Dios Sacramentado... ¡Ah, me los dedican muy contados y
muy de prisa; no tienen tiempo para Aquel que les dedica una
eternidad!
¿Y
será, tal vez, alguno de esta triple caravana de ingratos, una fibra
querida de vuestro hogar?...
Llorad
por él aquí, pedid por él, amad por él...
(Unámonos
en una gran plegaria que repare, que consuele al Señor y que salve a
tantos anémicos de alma, exangües de vida divina y cristiana, por
falta de Eucaristía...)
Las
almas. Jesús Sacramentado, Rey de los siglos y
conquistador del mundo desde el banquillo del Sagrario, no permitas
que algunos de los nuestros perezcan de sed a dos pasos de tu
Corazón, Fuente de aguas vivas..., no consientas que desfallezcan de
hambre, rechazándote a Ti, el Pan consagrado y vivo descendido del
cielo...
(Lento
y con gran unción)
Sin
consultar, Jesús, su ignorancia, que te rechaza; ni su debilidad,
que te elimina, consultando únicamente tu infinita piedad y la
compensación de fe y reparación de amor que por ellos te ofrecemos
tus amigos, conjurámoste, Señor Sacramentado, a que los salves:
¡oh, dales de beber del cáliz de tu amor!
(Todos)
¡Oh,
dales de beber del cáliz de tu amor!
¿Recuerdas,
Jesús Infante, las ternezas con que en el pesebre te cuidó tu
Madre?... ¿Recuerdas la primera sonrisa, el primer abrazo, el primer
ósculo de amor inmenso de María?... Si la amas siempre como el
Hijo-Dios, por Ella, por María, atrae las almas que queremos al
Sagrario... ¡Oh, dales de beber del cáliz de tu amor!
(Todos)
¡Oh,
dales de beber del cáliz de tu amor!
¿Recuerdas,
Jesús Infante, que en los brazos de María recibiste las adoraciones
de pastores y de reyes?... ¿Recuerdas ese Trono de su pecho
inmaculado, donde se quemó a tu gloria el más rico incienso de
adoración reparadora?... Si la amas siempre como el Hijo-Dios, por
Ella, por María, atrae a las almas que queremos al Sagrario... ¡Oh,
dales de beber del cáliz de tu amor!
(Todos)
¡Oh,
dales de beber del cáliz de tu amor!
¿Recuerdas,
Jesús Infante, aquel tu cielo de Nazaret..., tus plegarias cuando
pequeñito, sobre las rodillas de María, sus cantares de paloma al
lado de tu cuna?... ¿Recuerdas todavía cuando sorprendiste ya
entonces las perlas de sus lágrimas en aquellos ojos virginales?...
Si la amas siempre como el Hijo-Dios, por Ella, por María, atrae las
almas que queremos al Sagrario... ¡Oh, dales de beber del cáliz de
tu amor!...
(Todos)
¡Oh,
dales de beber del cáliz de tu amor!
¿Recuerdas,
Jesús adolescente, el afán amoroso con que esa Reina inmaculada te
buscó tres días?... ¿Recuerdas el fulgor de su mirada, las
palpitaciones de inmenso júbilo de su Corazón, al encontrarte a Ti,
su único tesoro?... Si la amas siempre como el Hijo-Dios, por Ella,
por María, atrae las almas que queremos al Sagrario... ¡Oh, dales
de beber del cáliz de tu amor!...
(Todos)
¡Oh,
dales de beber del cáliz de tu amor!
¿Recuerdas,
Jesús Rey y Salvador, tu despedida de María el Jueves Santo?...
¿Recuerdas su dolor al encontrarte, camino de la muerte?...
¿Recuerdas lo que dijo Ella con su mirada en los estertores ya de la
agonía?... Si la amas siempre como el Hijo-Dios, por Ella, por
María, atrae las almas que queremos al Sagrario... ¡Oh, dales de
beber del cáliz de tu amor!...
(Todos)
¡Oh,
dales de beber del cáliz de tu amor!
(Si
alguna alma en especial os interesa, nombrádsela y pedidle su
conversión).
¿Qué
lazo tan misterioso como inquebrantable, qué cadena y forjada dónde,
retiene a todo un Dios, prisionero del hombre, desleal e ingrato?...
¿Cuál es el secreto divino de este misterio de misterios, cuál la
razón determinante de este milagro de milagros?
“Respóndenos,
Jesús, Tú mismo, ya que ni ángeles ni hombres pueden darnos la
clave de tan profundo misterio... Respóndenos, divino Prisionero...
¿Dinos por qué edificaste esta cárcel y la hiciste indestructible;
dinos por qué, teniendo un Paraíso, eres Tú mismo el Centinela y
el Cautivo, siendo así Tú el responsable de ese vivir solitario,
desconocido y profanado en el calabozo del Santo Tabernáculo?...
¿Quién te encadenó?... ¿Quién te detiene?...”.
Voz
de Jesús. ¡El delirio, la locura de mi amor! ¡Mi
Corazón me encadenó!... Que si por amarte, me encarné..., que si
por amarte me entregué en la Cruz... sábete, alma querida, que por
un prodigio mayor de caridad me quedé en la Hostia..., sólo por
amor soy el Cautivo del Sagrario...
(Muy
lento y entrecortado)
“Soy
tu Dios... y tú, una creatura pecadora; para ti, pobrecita, polvo
rebelde, me quedé en la Hostia sólo para ti... ¡Oh, dame, pues, el
corazón herido, dámelo y toma el mío!...
Soy
tu Dios..., y tú, un enfermo, un leproso voluntario... Para ti,
empero, gusanillo que vives de soberbia, me quedé en la Hostia...
sólo para ti... ¡Oh dame, pues, el corazón leproso, dámelo y toma
el mío!
Soy
tu Dios... y tú, un náufrago del Paraíso, un desgraciado, culpable
en su desgracia... Para ti, rama desgajada, y que fue maldita, para
que revivieras,
con
lozanía eterna, me quedé en la Hostia, sólo para ti... ¡Oh, dame,
pues, el corazón exangüe y triste, dámelo y toma el mío!
¡Ah!...
¿Querías tu saber cuál era la fuerza que me arraiga en la tierra
que bebió mi sangre?... Ya lo sabes: ¡el Amor!... ¿Quieres saber
ahora cuál es el más amargo de mis dolores?... Óyeme, y solloza al
oírme: ¡Amar y no ser amado de los míos!... ¡Los míos!... ¡Los
regalados y preferidos, sí; los muy míos, los que se dicen mis
seguidores fieles y mis amigos, no me aman!... Amáis tanto, tanto a
los vuestros del hogar..., pero, más que a ellos..., ni siquiera
como a ellos, no amáis, ¡oh, no!, a este Dios de amor, a Mí, a
vuestro Jesús...
Amáis
tanto a los que os aman, os dais a ellos, os desvivís por probarles
un amor, a las veces extremado... Para ellos, ternura y delicadezas y
generosidad...; para ellos, atenciones y nobleza y gratitud... ¡Oh!,
no es ése, no, el amor que brindáis a este Dios encarcelado por
amor... Así no me amáis a Mí, vuestro Jesús...
Sois
buenos con los pobres, con los huérfanos; tenéis amor para los
desatendidos y los desamparados...; tenéis ternura y piedad y
lágrimas para todos, propios y extraños... ¡ah!; pero así, con
tanta nobleza y hondura; así, con esa donación desinteresada del
corazón, así no amáis a este Huérfano de amor, a este Peregrino,
desterrado voluntario de los cielos... Así no me amáis a Mí, el
Pobre divino de Belén, el mendigo y el Encarcelado del Sagrario...
¡Y yo soy Jesús, el Dios de Amor!...
Estoy
herido... y la herida es honda y ancha, como es hondo y grande el
desamor con que me pagan los de mi propia casa... Y ya veis: mi queja
es un lamento amable... este reproche, una caricia de mi Corazón que
quiere enternecer y conquistar los vuestros. ¡Oh, dadme más amor,
al menos vosotros, mis amigos, dadme amor más verdadero!...
¡Sitio!
Me abraso en una sed devoradora.
¡Sitio!
Tengo sed de ser amado con amor más generoso, con amor de sacrificio
en la observancia de mi Ley...
¡Sitio!
Quiero ser amado, mucho más amado; probádmelo en el aborrecimiento
del mundo mundano, que es el verdugo cruel e implacable que me
crucifica a Mí en el tiempo, ¡para crucificaros, hijitos, a
vosotros en una eternidad de desventura!... Desfallezco de amor y de
angustia en este Huerto de mi agonía mística y sacramental...
Sostenedme en vuestros brazos mejor que el ángel... ¡Oh, decidme
con fuego del alma que me amáis mucho... y que me amaréis de
veras!...”.
(No
dejéis que el texto mienta, ni siquiera que exagere; lo que digan
las palabras, comprobadlo con palpitaciones del corazón).
Las
almas. Jesús adorable, llenos de confusión, pero también
de gran confianza, reconocemos que nuestra ingratitud no tiene más
medida que la de tu amor ilimitado... Hemos pecado, tus amigos; hemos
delinquido por desamor, y con esa culpa de hiel te hemos herido más
cruelmente que tus enemigos con la fiereza de sus golpes deicidas...
Mas, porque eres Jesús, querrás, sin duda, perdonar nuestro desamor
cuando te pospusimos, Señor, a mezquinos intereses de bienestar, de
afectos y de goces terrenales... Y en prueba que borras y olvidas,
consolado, nuestra culpa, acepta por manos de María Inmaculada
nuestro dolor, a la vez que una gran promesa... Te lo diremos en este
grito espontáneo del corazón: “Queremos pagarte, Jesús, amor con
amor”.
(Todos)
Queremos
pagarte, Jesús, amor con amor.
En
recuerdo agradecido a tus lágrimas de Belén, te amaremos
llorando... y en reparación por aquellos que no aprecian el valor
cristiano de sus llantos: Queremos pagarte, Jesús, amor con amor.
(Todos)
Queremos
pagarte, Jesús, amor con amor.
En
recuerdo ternísimo de tu diadema de espinas, te amaremos cuando nos
corones con ellas... y en reparación por tantos cristianos que viven
de una fiebre loca de placer... Queremos pagarte, Jesús, amor con
amor.
(Todos)
Queremos
pagarte, Jesús, amor con amor.
En
recuerdo de tus cuitas y amarguras secretas, te amaremos cuando nos
regales con esos mismos sinsabores..., y en reparación por la falta
de conformidad con que se las recibe de ordinario de tu mano...
Queremos pagarte, Jesús, amor con amor.
(Todos)
Queremos
pagarte, Jesús, amor con amor.
En
recuerdo de lo mucho que sufriste de parte de tus elegidos y amigos,
te amaremos cuando nos hagas beber algunas gotas de ese cáliz... y
en reparación por la rebeldía con que protestamos de esta prueba:
Queremos pagarte, Jesús, amor con amor.
(Todos)
Queremos
pagarte, Jesús, amor con amor.
En
recuerdo conmovido de tantos siglos de abandono, de soledad e
ingratitud, sobrellevados con infinita dulzura en el Sagrario... te
amaremos mucho cuando permitas que nos traten los hermanos, como eres
tratado Tú en la lobreguez del Tabernáculo; y en reparación por
esas afrentas y por el encono con que nosotros protestamos cuando
descargas unos instantes esa Cruz sobre nuestros hombros...: Queremos
pagarte, Jesús, amor con amor.
(Todos)
Queremos
pagarte, Jesús, amor con amor.
(Silencio y plegaria íntima).
Tocamos al fin de esta Hora Santa...
Hacia las once de la noche, hace veinte siglos, sufría Jesús el
ultraje de parte del primer tribunal, que lo recibió como recibe la
hoguera encendida la leña seca que cae en sus llamas... Momentos
después, a media noche, arrojado en un calabozo y entregado a la
brutalidad de una soldadesca infame, se desarrolla en la
semioscuridad de esa mazmorra una de las escenas más bochornosas y
crueles de toda la Pasión... Ahí fue flagelado en el Corazón, y
más que sus vestiduras, rasgada en jirones su alma... Este dolor y
esta ignominia aterran y paralizan con pavor el espíritu del
cristiano... Además, hay en esta noche espantosa un misterio tal de
dolor íntimo que nadie puede revelar sino Él, el Divino
Encarcelado... Pues entonces que nos cuente aquí, Él mismo, la
agonía de su Corazón en la misma noche en que, desencadenado el
poder de las tinieblas, quiso vengar en un calabozo de ignominia, las
maravillas que haría el Señor, a través de las edades, en este
otro calabozo sacrosanto.
Oigámoslo, trémulos de emoción, sobrecogidos.
Voz
de Jesús.¿Por qué me pedís,
hijitos y amigos, que os refiera, como historia antigua, una pasión
y una agonía de afrentas que se renueva hoy y que perdura en este
calabozo del Altar?... El otro ha desaparecido hace siglos; en éste
del Sagrario, son los míos, los que me torturan el Corazón; en
aquél fueron mercenarios y enemigos que afrentaron mi rostro
adorable...
Las
almas. Pero, Señor Jesús,
déjanos preguntarte con el ansia de tus apóstoles en la última
Cena: ¿Quiénes son aquellos desventurados amigos, que convierten
todavía tu Sagrario en mazmorra de tortura?... Porque, los que aquí
estamos te seguiríamos a la muerte... ¿Seremos, por ventura,
nosotros, Señor?
Voz
de Jesús. Todos estáis limpios
hoy... pero ¡oh, dolor, no lo estáis siempre!... ¡Hay quienes se
sientan a mi Mesa..., sí, hay quienes comen de mi plato y beben de
mi cáliz... hay hijos y hermanos y discípulos, hay amigos que he
amado mucho, y que despedazan mi Divino Corazón!... No pongáis el
pensamiento al oírme esta queja, en los blasfemos de lengua en
miserables arrabales... ¡Ah, los hay más ensañados: la blasfemia
social, que es el escándalo social; ése es el látigo que abre
surcos en mi carne y muestra al descubierto mis huesos!...
¿A
dónde y por qué caminos de fango me llevan ciertas almas cristianas
que comulgan por la mañana y que me flagelan por la tarde?... ¡Yo
soy un Dios de santidad!... ¿Quién ha dicho, quién, que es lícito
el impudor, llamado artístico, impudor pecaminoso siempre en la
escena teatral?... ¡Yo maldigo lo nefando!... ¡Es tristeza infinita
para mi Corazón que almas creyentes desdeñen como escrúpulos
baladíes lo que es infracción mortal y grave de mi ley de
castidad!...
Pagar la escena indecorosa, la desenvoltura de pobres infelices que
no saben lo que hacen...; pagar actitudes equívocas y cuadros
provocativos de pecado, entre oropeles de arte: ¡ay!..., que un
público cristiano y consciente, pague y aplauda en la escena, lo que
sería crimen de pensamiento o de deseo en la conciencia, escándalo
en el hogar, eso es más que pagar mi flagelación... eso es alentar,
con dinero cristiano, la crueldad de mis verdugos... ¡Esos dineros
están manchados con mi sangre!... ¡Ay de aquéllos por quienes se
fomenta el escándalo!...
Tenedme piedad los que por situación y fortuna tenéis el camino
sembrado de halagos y seducciones..., los que podríais ser norma y
lección viva del ejemplo, o ser, por el contrario, pendiente que
arrastre a muchas almas al abismo... ¡Bañado en mi sangre...
llorando..., Jesús flagelado os pide piedad!...
Tenedme
piedad los que, gastando rango y boato; los que, influyendo de muy
arriba, aceptáis en hábitos, en modales y en modas, licencias de
carne descubierta, con que flageláis la mía divina...; los
influyentes que patrocináis, con sello de elegancia y de buen tono,
las sensualidades sociales, refinadas, los instintos menos castos, el
hervor de sangre, que será mañana perdición de muchas almas...
¡Bañado en mi sangre..., llorando..., Jesús flagelado os pide
piedad!...
Tenedme piedad los grandes y nobles y ricos, en cuyos salones no se
debe jamás tolerar diversiones y danzas y atavíos que yo condené
al destrozar los ídolos paganos..., ídolos que tantos hijos míos,
que comulgan, pretenden reconstituir con licencias pecaminosas de
vida social..., éstas me azotan el rostro... ¡Bañado en mi
sangre..., llorando..., Jesús flagelado os pide piedad! Tened
piedad, vosotras, madres y esposas de abolengo cristiano y de
influencia social, a quienes otras imitan y siguen: no temáis
exagerar marcando con severidad la ley de pudor, la hermosura de
modestia de las hijas que os confié para mi gloria... ¡Oh, no
cedáis al mundo pervertido y corruptor! Yo mando, y sólo Yo, en
vuestras casas... Yo juzgaré a los padres y a los hijos, según el
marco de mi ley... No olvidéis que yo maldije al mundo... Yo soy el
Amo en el templo, en el salón y en la calle, en la vida y en la
muerte... ¡Yo..., y jamás él!... ¡Bañado en mi sangre...,
llorando..., Jesús flagelado os pide piedad!...
Gozadores
de la vida, almas débiles, seducidas por la sirena del placer, por
la diosa versátil de la vanidad... Almas sedientas de sensaciones,
enfermas de vértigo social...; corazones buenos, pero complacientes
en exceso, sin carácter...; conciencias fáciles y acomodaticias a
todo viento de opinión, de moda y de doctrina, deteneos al borde de
un abismo... El vallado es mi Evangelio...; el criterio seguro, el de
mi ley y de mi Iglesia... ¡Deteneos!... No paséis sobre mi Cruz
ensangrentada... Sabed: sólo Yo os amo... Amadme también con un
corazón leal y entero... Os tiendo los brazos... para daros asilo;
rasgo la herida de mi Pecho...; entrad por ella, robadme, amigos, el
Corazón enamorado..., llevadle sin devolución..., que sea todo
vuestro en el tiempo y en la eternidad...; pero tenedme piedad...
¡Bañado en mi sangre..., llorando..., Jesús flagelado os pide
piedad!...
(Un breve instante de silencio)
(Después de oír esta queja divina... tan tristemente fundada y por
esto tan amarga, no nos queda sino contestar con un gemido de
arrepentimiento humilde a ese Jesús que pide compasión desde el
calabozo del Sagrario).
Las
Almas.
¿Qué tengo yo, Señor Jesús, que Tú no me hayas dado?...
¡Qué sé yo que Tú no me hayas enseñado?... ¿Qué valgo yo si no
estoy a tu lado?
¿Qué merezco yo, si a Ti no estoy unido?...
Perdóname los yerros que contra Ti he cometido.
Pues
me creaste sin que lo mereciera... Y me redimiste sin que te lo
pidiera... Mucho hiciste en crearme, mucho en redimirme, y no serás
menos generoso en perdonarme.
Pues la mucha sangre que derramaste,
Y la acerba muerte que padeciste,
No fue por los ángeles que te alaban,
Sino por mí y demás pecadores, que te ofenden...
Si te he negado, déjame reconocerte;
Si te he injuriado, déjame alabarte;
Si te he ofendido, déjame servirte.
Porque es más muerte que vida
La que no está empleada en tu santo servicio...
¡Señor Jesús, no pidas piedad a tus hijos! Recuérdales tan sólo
tus derechos... refresca en nuestra mente la soberanía de tu ley, y
manda, porque eres Rey de la sociedad... Ésta te elimina y te
proscribe poco a poco, con la suavidad y la cautela peligrosa con que
la pantalla del crepúsculo va cubriendo el sol... Nosotros, sí,
culpables, te pedimos piedad.
Como
tus ángeles, como la Magdalena, como la Verónica, fueron recogiendo
las gotas de tu sangre sobre las piedras y en los instrumentos de
suplicio... así, Jesús flagelado, estos tus íntimos amigos, sin
transacciones culpables, visitan ahora en espíritu aquellos “halls”
y vestíbulos elegantes, aquellos regios salones..., aquellos
escenarios de teatro, salpicados con la púrpura de tus venas...
Cortinajes, escalinatas ricas, alfombras preciosas, decoraciones y
bastidores, trajes ligeros y cortísimos, atavíos de lujo, marcados
con las huellas de tu sangre, como el atrio de Pilatos, como tu
horrendo calabozo... Piedad, Jesús, por los amigos culpables y como
venganza de misericordia y en prueba que perdonas: Envía fuego del
cielo, fuego de amor.
(Todos)
Envía
fuego del cielo, fuego de amor.
Piedad, Jesús, para aquellas familias, buenas en el fondo, pero
arrastradas en su debilidad por exigencias paganizantes del gran
mundo... Como venganza de misericordia y en prueba que perdonas:
Envía fuego del cielo, fuego de amor.
(Todos)
Envía
fuego del cielo, fuego de amor.
Piedad, Jesús, para aquellas madres demasiado condescendientes en
desmedro del pudor y la modestia de sus hijas..., piedad para las
hijas que, no malas, pero aturdidas por su juventud y vencidas por la
vanidad o el qué dirán, son, sin pensarlo, un látigo cruel en tus
espaldas... Como venganza de misericordia y en prueba que perdonas:
Envía fuego del cielo, fuego de amor.
(Todos)
Envía
fuego del cielo, fuego de amor.
Y ahora, Jesús, al despedirnos de tu Cárcel-Sagrario, al dejarte
confiado a tu Madre y a los ángeles en ese Huerto de agonía y de
gloria, permite que nos despidamos con un himno de Eucaristía...
Éste es, Jesús, el don de tus dones, confiado a la tierra para
darle vida inmortal, a la hora misma y en la misma noche en que ella
preparaba complot y sentencia de muerte para Ti, su Rey manso, el
Cristo de paz...
Acércate, oh Rey-Cautivo, Jesús Eucaristía, acércate a los
barrotes de tu prisión de amor y escucha sonriente, entre lágrimas
de consuelo, escucha, amoroso y complacido, el salmo vibrante de
alabanza, de reparación y de amor que queremos entonar en nombre de
la Iglesia y del mundo a tu Corazón Sacramentado.
¡Oremos juntos, hermanos!
Nos has bendecido, Jesús amado, como no bendijiste jamás, a tu
paso, las flores de los campos y los lirios de los valles de tu
patria, y en pago, hemos sido nosotros las zarzas y las espinas de tu
corona. Pero no te canses de nosotros; acuérdate que eres Jesús,
para estos pobres desterrados...
Nos has bendecido, Jesús amado, como no bendijiste jamás las
mieses, las viñas y los jardines de Samaria y Galilea, y nosotros te
hemos pagado siendo tantas veces la cizaña culpable de tu Iglesia;
pero... no te canses de nosotros; acuérdate que eres Jesús, para
estos desterrados...
¡Oh, Jesús amado! Tu Corazón nos ha bendecido como no bendijiste
jamás las aves del cielo, ni los rebaños de Belén y Nazaret, y
nosotros te hemos pagado huyendo de tu redil y temiendo la blandura
de tu cayado amorosísimo...; pero no te canses de nosotros;
acuérdate que eres Jesús, para estos pobres desterrados.
¡Oh!,
en esta hora venturosa, déjanos, porque hemos sido ingratos contigo,
Jesús Sacramentado; déjanos ofrecerte un himno de alabanza en el
tono inspirado del Profeta-Rey; en su lira te cantamos con la Madre
del Amor Hermoso; Espíritus angélicos y santos de la corte
celestial, bendecid al Señor en la misericordia infinita con que nos
ha colmado: Hosanna al Creador, convertido en creatura y en Hostia
por amor.
(Todos)
¡Hosanna al Divino Prisionero del Amor!
Sol, luna y estrellas, desplegad vuestro manto de luz sobre este
Tabernáculo, mil veces más santo que el de Jerusalén, lleno de la
majestad de su dulzura...; bendecid al Señor en la misericordia
infinita con que nos ha colmado: Hosanna al Creador, convertido en
creatura y en Hostia por amor.
(Todos)
¡Hosanna al Divino Prisionero del Amor!
Fulgor de la alborada, rocío de la mañana, lampos de luz muriente
del crepúsculo, glorificad la majestad del silencio del Rey del
Sagrario...; bendecid al Señor en la misericordia infinita con que
nos ha colmado: Hosanna al Creador, convertido en creatura y Hostia
por amor.
(Todos)
¡Hosanna al Divino Prisionero del Amor!
Océano apacible, océano rugiente en tempestad, profundidades
vivientes del abismo, proclamad la omnipotencia del Cautivo de este
altar: bendecid al Señor en la misericordia infinita con que nos ha
colmado: Hosanna al Creador, convertido en creatura y en Hostia por
amor.
(Todos)
¡Hosanna al Divino Prisionero del Amor!
Brisas perfumadas, tempestades devastadoras, flores de la hondonada,
torrentes y cascadas, cantad la hermosura soberana de Jesús
Sacramentado; bendecid al Señor en la misericordia infinita con que
nos ha colmado: Hosanna al Creador, convertido en creatura y Hostia
por amor.
(Todos)
¡Hosanna al Divino Prisionero del Amor!
Nieves eternas, selvas, volcanes y mieses, colinas y valles, ensalzad
la magnificencia del Dios aniquilado del Altar...; bendecid al Señor
en la misericordia infinita con que nos ha colmado: Hosanna al
Creador, convertido en creatura y Hostia por amor.
(Todos)
¡Hosanna al Divino Prisionero del Amor!
Creación
toda entera, ven, acude presurosa en nuestro auxilio; ven a suplir
nuestra impotencia; los humanos no sabemos cantar, bendecir ni
agradecer; ven, y con cantares de naturaleza, ahoga el grito de
blasfemia, repara el sopor, la indiferencia del hombre ingrato,
colmado con la misericordia infinita de Jesús Eucaristía: Hosanna
al Creador, convertido en creatura y en Hostia por amor.
(Todos)
¡Hosanna al Divino Prisionero del Amor!
Padrenuestro
y Avemaría por las intenciones
particulares de los presentes.
Padrenuestro
y Avemaría por los agonizantes y
pecadores.
Padrenuestro
y Avemaría pidiendo el reinado del
Sagrado Corazón mediante la Comunión frecuente y diaria, la Hora
Santa y la Cruzada de la Entronización del Rey Divino en hogares,
sociedades y naciones).
(Cinco veces)
¡Corazón Divino de Jesús, venga a nos tu reino!
Padrenuestro,
Avemaría y Gloria para para ganar las indulgencias otorgadas a esta devoción.
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